De todos modos, aunque
el dinero se haya contraído, lo ha hecho a nivel de la macroeconomía, donde
manda sólo el dinero y la ley del máximo beneficio, sin embargo, es asombroso
cómo ha habido una respuesta creciente en la aportación de donativos extraordinarios
a Cáritas, desde personas anónimas hasta la Conferencia Episcopal en pleno, o
asociaciones de todo tipo.
Pero los hechos son
tozudos, y así lo confirma el VII
Informe del Observatorio de la Realidad Social que elabora Cáritas
española. Los autores del informe, que se basa en la acción desarrollada por la
red de Acogida y Atención Primaria de la Confederación Cáritas Española, lo han
titulado: “De la coyuntura a la
estructura. Los efectos permanentes de la crisis”; sobran los comentarios.
Algunos de los datos
que recoge el informe son: “Las mujeres
siguen siendo el rostro más visible de
las demandas de ayuda de emergencia atendidas por Cáritas. Destacan,
asimismo, el elevado número de desempleados
que han pasado de ser “recientes” --al inicio de la crisis-- a ser de larga duración…Las parejas con hijos suponen el 40% y las familias
monoparentales un 18%.
5 de cada 10 personas acogidas en 2011 son inmigrantes.
Un tercio de ellos están en situación de irregularidad, en muchos casos
sobrevenida a consecuencia de la crisis.
el Informe señala que
son personas de nacionalidad española y extracomunitarias en irregularidad
sobrevenida; en riesgo de perder su
vivienda; parejas con hijos y, en menor medida, personas solas y familias monoparentales; jóvenes
adultos con una edad de 30 a
44 años; y personas sin ingresos o con Rentas Básicas o Mínimas”.
Y termina el informe
con unas conclusiones alarmantes: “La
evolución de las solicitudes de ayuda a Cáritas no es un asunto pasajero ni
coyuntural, sino que expresa la consolidación de una estructura social en
la que un número elevado de personas y
familias han quedado sin esperanza en su proyecto vital. La acumulación de
desventajas en más de una cuarta parte de la población española conlleva un
riesgo de dualización y de falta de
cohesión social, que se viene constatando antes del inicio de la crisis”.
Y termina el informe
con tres palabras que definen de la acción de Acogida desarrollada por Cáritas:
Escucha, calidad y calidez.
Todos estos datos que
he destacado del informe, todos, se dan entre los acogidos en nuestra cáritas
parroquial; me disponía yo a hacer un comentario de la acogida que hice yo ayer
mismo, y al leer el informe me di cuenta que la persona que yo atendí reunía ella
sola la mayor parte de esos tristes datos: Mujer separada desde hace ocho meses,
abandonada por su pareja, con dos hijos,
sin trabajo, una deuda de vivienda exagerada (aunque le haya tocado a ella
arreglar los techos que se caían), y ahora se ve amenazada por el casero con la
ley en la mano. Tiene miedo de ir a pedir ayuda a los servicios sociales no sea
que le quiten los hijos por carecer de recursos. Toda la familia está en condiciones
parecidas, los padres y hermanos; los padres, como tantos, ayudan como pueden a
los hijos y a los nietos.
Todo el tiempo de la
acogida fue un desahogo para esta mujer, todas las lágrimas que se traga
delante de los hijos las soltó allí; lloraba además porque había vencido la
vergüenza de acudir a cáritas. Se fue
agradecidísima por la atención que le habíamos prestado, y reconozco que logró
emocionarme, y volví a emocionarme cuando leí las últimas palabras del Informe:
Escucha, calidad y calidez, que
definen de la acción de Acogida desarrollada por Cáritas, ella repetía una y
otra vez “gracias por escucharme”, y agradecía sinceramente el modo cómo la habíamos
atendido. Yo creo que sí le dimos alguna esperanza, al menos la pusimos en
marcha en la búsqueda de algunas soluciones que desconocía, pero sobre todo le
dimos ánimos para abrirse a otras personas y a no guardarse ella todo para sí.
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