lunes, 17 de diciembre de 2012

No saben qué hacer con la gente. La “casa que enloquece”





 Hoy hemos tenido una breve charla, como hacía algún tiempo no habíamos tenido, hablando de los problemas de los usuarios (hacía tiempo también que no usaba esta horrible palabra, pero para abreviar…). Hoy había un buen número de personas pues la semana pasada ha estado de baja la trabajadora social, y de manera especial una de ellas, una persona de mediana edad, descargó una parte considerable de sus muchas preocupaciones.

Comenzamos a hablar de lo difíciles que están las cosas, de cuánto van a durar y poco a poco fuimos descendiendo a los problemas concretos de cada uno de los presentes; uno se quejaba de que no había trabajo  en Huelva ni en Almería, y que este año se agrava la situación por la escasez de aceituna, tampoco se necesita mano de obra en esta recolección. Yo he oído por la radio, precisamente, que esta escasez hará que suba el precio del aceite de oliva hasta los cinco euros, y que ya muchas mujeres están haciendo acopio de aceite.

Luego se centró más la conversación entre esta persona que decía y otro más que había estado pescando algunas temporadas, y comentábamos las dificultades que pasan los pescadores del pez espada, y una en especial, los numerosos cortes que les hacen estos enormes peces en las piernas con sus violentos movimientos al echarlos en la cubierta. Y aquí es donde estaba la preocupación de nuestro amigo, venía desde el norte, Asturias, para hacer un curso relacionado con la pesca e irse de nuevo a ganarse la vida al mar.

Pero, hablando de “la casa que enloquece”, o sea, la Administración, es donde nos surgió la frase que da título a este post, y la califico así “la casa que enloquece” porque es lo más parecido al capítulo de Asterix y Obelix en el que  tratan de solicitar un permiso para ir a la Legión romana y los mandan de una ventanilla a la otra y de una planta a otra en un edificio de varios pisos; el mismo Obelix termina agotado. Pues bien, podemos imaginarnos lo que supone a un español de hoy tener que solicitar o presentar cualquier instancia para cualquier necesidad, esta imagen del comic se queda pequeña comparada con nuestra España fragmentada en diecisiete administraciones o comunidades autónomas, algunas paladeando la independencia.

A continuación nos desgranaba cuales eran las causas de su presencia en San Fernando, además de las de buscar trabajo; “renuncio a cualquier prestación social que me den, porque la mayor parte se la lleva ella; no merece la pena; prefiero no cobrar, perder el derecho a cobrarla y  trabajar”. De su pensión le quitaban la mayor parte y con lo que le quedaba no podía vivir. Estas eran las ideas que repetía una y otra vez mientras nos iba contando su proceso de separación, a la vez que hacíamos una crítica de la ley de violencia de género, que parece ciega, defiende radicalmente de la mujer y al hombre lo condena de antemano como maltratador. Sus palabras transmitían mucho dolor, a pesar de haber seguido un proceso de reconciliación guiado no la lograron; y lo peor es cuando hablaba de los hijos, se emocionaba este hombre cuando describía su comportamiento cuando le tocaba cuidarlos a él y cómo se esforzaba en controlarlos un poco en sus excesos e indisciplina; “cuando venían de estar con ella era horrible. No les hacía caso, luego no querían ir con ella”.

Quizá me he extendido en este párrafo, y no sé con certeza quién era el más responsable en este proceso de separación, pero quiero dejar constancia de los lamentos de un hombre que sufre las consecuencias nefastas  de la ley de violencia de género. Y no estoy defendiendo a los maltratadores, sólo quiero criticar una ley injusta, mal planteada y discriminatoria; “discriminación positiva”, ¿con esta absurda calificación pretenden ser justos?, ¿cómo se va a hacer justicia discriminando? Casi me da miedo expresar esta opinión, pues se me echarían encima muchas personas, incluso conocidos y amigos, y con usar solo el masculino en estas dos palabras algunos estarán diciendo “ese es un facha”, o cualquier otro insulto desproporcionado e inexacto.

En cualquier caso la justicia es imparcial, la justicia verdadera juzga los hechos y a las personas sean quienes sean y no por lo que sean, pobres o ricos, hombres o mujeres, y a cada cual le da su merecido de acuerdo a su falta; las faltas no tienen género, son crímenes y ya está. No me cansaré de decir que esta ley consagra la división social más atroz entre hombres y mujeres, por eso es destructiva, genera odio y desestabiliza la base de la sociedad que es la familia, tarea que completa con la invención de no sé cuántos tipos de familia. Hay que ver cuántos tipos de familia  figuran en nuestras fichas de acogida. ¿Es todo esto normal?, ¿Nos hemos vuelto todos locos? Yo creo que sobre todo nos hemos vuelto egoístas,  sujetos de derechos y pocos o ningún deber. Así nos va, qué será eso del bien común…

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