Opinión de JOSÉ LUÍS NUNES MARTINS
Aquel día, dejo todas las cosas del pasado, con la esperanza de, por medio de ese despojo, ser más.
Decidió despojarse.
Aquel día, dejo
todas las cosas del pasado, con la esperanza de, por medio
de ese despojo, ser más. Expulsaba el mal de sí mismo, para
ponerse a descubrir el bien que presentía lo acompañaba siempre,
desde siempre, pero que hacía mucho tiempo sofocaba.
Las lágrimas y los
gemidos de su sufrimiento le daban fuerza.
Sin nada en las manos
y con todo el camino por delante, sintió un alivio que ninguna
palabra puede explicar. Sin tener nada, se quedó con lo más
importante: poder de darse y, entregándose al mundo y a los otros,
contaba, de esa forma, reconquistar un corazón puro.
Caminaba muchas veces
con los ojos cerrados, la boca cerrada, inspirando y exhalando el
aire de forma profunda.
El camino era duro,
cada paso adelante era una conquista de la luz a las tinieblas, de
la eternidad a la muerte, del amor al egoísmo. La resistencia era
firme y permanente. Un solo descuido y la tragedia sería segura.
Se arrepintió y se
perdonó.
Amar no es estar
presente en momentos aislados. Es estar presente, siempre. Es el
coraje de creer de forma honesta, aún contra toda la historia, las
evidencias y las previsiones.
Encontró la fe
sincera que buscaba siguiendo el rumbo de sus pasos. No es un
destino ni un paraje, es un recorrido personal en dirección a lo
eterno.
Ilustración Carlos Ribeiro