sábado, 1 de febrero de 2020

El mal no entra por la puerta



 José Luís Nunes Martins


Mirando nuestra vida con cierta distancia, conseguimos encontrar puntos donde nos salimos de nuestro camino, nos apartamos de lo que nos haría felices, puntos donde nos perdemos, porque perdemos el tiempo, desperdiciamos oportunidades, destruimos pedazos de nuestra vida.

Andamos con espinas clavadas en la carne, volviéndonos duros, amargados e insoportables. Duelen, pero preferimos no hacerles frente. Por miedo. Miedo.

¿Qué hará que todo esto sea tan frecuente en nuestra vida?

El mal existe y no es solo un vacío o la  ausencia del bien. Busca un desvío, la división y aniquilación, por este orden.

Cuando el amor no es fuerte, es que el mal entra en nuestra vida por las grietas, siempre bajo la falsa apariencia del bien. Cuanto peor es el mal, más desapercibido pasa. Cuando se nota está ya resistente y es preciso arrancarlo de raíz. La confianza concedida una vez es suficiente para la atención permanente.

Hay personas que, de tan centradas en sí mismas, se hacen agentes del mal, que les promete mucho, pero nada de lo que les pueda dar las haría felices. El mal no da, solo quita. Seduce para dominar. Los esclavos nunca son felices, menos aun los que son esclavos del mal.

El mal es tenaz hasta el límite. Vence, muchas veces, por  cansancio. Una de las armas más fuertes contra el mal es no cerrarse en sí mismo y compartir con los otros las causas de su desesperación y angustia. Confesar libera.

De un mal deriva siempre otro. ¡Y es así como se agiganta! No son los grandes infortunios los que causan los males mayores. Son los pequeños granos de arena que se van acumulando en el día a día y que acaban por triturar nuestros sueños, en silencio.

Solo el tiempo y el silencio permiten ver el mal y comprender por donde anda en nuestra vida. Es importante demorarnos en la búsqueda de los males que nos tientan y debían. Una buena pista es que los males que, con mayor facilidad, conseguimos identificar en los otros, son las que tenemos o ya tuvimos en nosotros.

¡Solo cuando percibimos el mal en nosotros podemos ser mejores de lo que nunca hayamos sido!

Enmiéndate y perdónate. El desamor es el paraíso del mal.



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