José luís Nunes
Martins
Haz una pregunta a
Dios y no quieras responderle luego con una lógica de prisa. Interioriza la
pregunta y piensa con calma y seriedad. Imagina que quien te oye es el propio
Dios, por lo que cualquier huida de la honestidad hará que pierda todo sentido.
¡Estate atento a las señales! ¡Nuestros días están llenos de pistas valiosas,
aunque las ignoremos como si ya fuésemos muy sabios y felices!
La mayor parte de
nosotros vive lleno de certezas que, en verdad, no son más que opiniones sin
gran fundamento.
Una buena pregunta
incomoda, porque reconocerla como merecedora de nuestra atención ya es un paso
en la dirección correcta. Saber que no se sabe es el primer momento de un
proceso por el cual se llega a la sabiduría.
Necesitamos mucho
sosiego para que podamos escuchar lo que vive en lo más hondo de nosotros y nos
hace vivir.
Aceptar el desafío de
preguntar algo a Dios, tratando por encima de todo comprender la dimensión de
la pregunta, recogiéndose después en una escucha atenta a las señales que
pueden indicar una respuesta, es un camino largo, lento y profundo.
Aunque las preguntas
sean las mismas casi siempre, las respuestas de cada una han de ser construidas
de muchas formas, porque, a pesar de que la verdad solo es una, cada uno la ve
a partir de su vida.
Uno de los mayores
peligros de hoy en día reside en el relativismo absoluto, una especie de
principio según el cual la verdad no es sino algo que corresponde a cada uno
decidir crear. No es así, existen el bien y el mal, y la línea que los separa.
No importa lo que cada uno de nosotros pueda pensar, o todos… el bien y el mal
no varían, porque no dependen de lo que se pueda pensar de ellos o de lo que se
crea justo.
No se entiendan las
peguntas como desafíos para que cada uno cree su propia respuesta. No. El
camino es el de la paz del silencio, donde nos serán reveladas, no nuestras
respuestas, sino la verdad.
Ninguna oración muda
la voluntad de Dios, pero cualquiera parece poder cambiar a quien la hace, así
la sepa rezar.
Es preciso preguntar,
esperando con amor las señales de la respuesta. No pidas a alguien que amas
aquello que puedes alcanzar solo. Señales hay de sobra. ¡A veces, la respuesta
es una pregunta mayor, que, de tan grande, nos hace crecer por dentro!
La vida que cada día
se nos da es un don. Nos compete vivirla bien, Escucha a aquellos que amas,
para que puedas ir al encuentro de sus necesidades. Escucha a aquellos que te aman,
no supongas que sabes lo que te quieren o han de decir. Pregunta con humildad y
sabiduría, escucha con paciencia y atención.
El cielo vive en
nuestro corazón, y nosotros en el corazón del Cielo, pero solo encontramos a
dios cuando nos vaciamos de nosotros mismos.
Dios nos habla de
muchas formas, pero lo que busca es siempre lo mismo: que seamos quien podemos ser.
Únicos, auténticos y felices.
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