José Luís Nunes Martins
Hay quien, por estar triste, cree que no sirve, menos aun para dar a alguien. Porque eso podría implicar, según piensa, el sufrimiento del otro. ¿Ahora bien, si alguien me revela su vulnerabilidad, como puedo yo no ver en eso el amor con que se confía a mí?
¿Qué puede ofrecer alguien si no tiene si no su tristeza? ¡Esa misma tristeza!
Lo que importa nunca es lo que se da, sino aquello que lo hace dar. El motivo por el cual se da. Si doy a alguien todo cuanto tengo, será porque lo amo. Y nada hay más valioso que el amor.
Las almas más generosas son las que cargan con heridas vivas y cicatrices de aquellas que, entre tanto, el tiempo ya ha remediado.
Algunos de los sentimientos más profundos parece que destruyen las armaduras con que los corazones se defienden. Y así expuestos, se vuelven más sensibles al bien y a los males. Tanto los dolores como la bondad.
Un corazón sufrido sabe, mejor que cualquier otro, como no hacer sufrir a otro. Un gran dolor se ahonda hasta bel punto de no dejarse ver desde afuera. A veces, cuando alguien la presiente, aquel que la carga la revela. Pero hay pocas personas capaces de querer ir al encuentro de los que sufren, menos aún de acoger sus dolores.
Y a los dolores que existen se suman la soledad en que tantos las tienen que soportar.
¿Qué te doy además en todo este tiempo?
- Estar solo mientras me dolía.
Ofréceme tu tristeza, me sentiré honrado si me dejas mirar adentro de lo que eres… el sufrimiento que te escava por dentro tal vez haya hecho de tu corazón una magestuosa catedral. Un monasterio donde se lucha para llegar al cielo. Un castillo donde se ama, a pesar de todo.
Si me crees digno de uno de los más bellos gestos de amor del que alguien sea capaz… Ofréceme tu tristeza, que yo te ofreceré la mía, si eso fuera la única cosa que te puedo dar.