José Luís Nunes Martins
Tal vez dediquemos poco tiempo a profundizar en el conocimiento que tenemos sobre nosotros mismos. Pocos son los que se disponen para la aventura de ir en busca de aquello que existe en lo más profundo de nuestro ser.
Es preciso superar todas las superficialidades, no solo por la cantidad, sino también por la enorme resistencia que ejercen. Esas barreras fueron alimentadas por nosotros como forma de proteger nuestra intimidad de las posibles agresiones del mundo. Otras veces, surgen para evitar que revelémosla algo que podría parecer chocante a los otros. Una barrera resistente evita esas posibilidades con resultado más dudoso y, por eso, más indeseables.
Pasada esa barrera nos sumergimos en un mar denso donde se siente mucho más que se ve o escucha. Las emociones nos tocan y parece quieren envolvernos, se alternan las buenas y las malas, los deseos más puros en relacional al mañana con las heridas abiertas por duros golpes de pasados más o menos distantes…
El tiempo aminora el paso, como si hubiese resuelto parar para descansar n poco. Todo parece quedar en suspenso y se percibe poco, mas hay algo que nos desasosiega, una raíz firme que podémoslos admirar y que, por ligarnos a algo aun más firme, nos da la certeza de que no somos un sin sentido.
Ninguno de nosotros es extraño a sí mismo, por más que evite visitarse. Tal como un viejo amigo que, incluso después de décadas, nos mira y reconoce de una forma tan penetrante, simple y desconcertante que llega a parecer un misterio sin explicación!
Entrar y conocer la casa de alguien ayuda mucho a conocerlo. Poner rumbo a la fuente de la vida que hay en nuestro corazón es una de las más bellas peregrinaciones a que estamos convidados.
Mi fondo no es muy diferente del tuyo. Conociéndome, te conozco, de la misma forma que descubro mucho de mí cuando consigo ver el fondo que hay detrás de tu mirada y le da brillo o hace llorar.