José Luís Nunes Martins
Más que sentir un vacío que esta frente a nosotros y dentro de nosotros, la añoranza es un deseo tan profundo de volver a vivir lo que ya no es, acompañado de la certeza clara de que tal aspiración jamás se concretará.
Más que un pasado que aun no ha pasado, es un amor que nunca pasará.
Más que una tristeza, la saudade tiene su raíz en la alegría de haber vivido algo grandioso
Quizá podamos comprender mejor la saudade si nos colocamos frente al dilema siguiente: ¿Desearías conocer y vivir un gran amor con alguien que moriría cinco años después?
La saudade es una fractura irreparable en el alma. Un hoy imperfecto porque hay en él una falta que marca la diferencia entre el todo y casi nada. A veces, se junta el arrepentimiento de no haber vivido todo de una forma diferente, muchas veces, por no haber sabido que el tiempo, como el viento, tanto puede acelerarnos como destruir lo que creemos tener más sólido.
Pero en la saudade hay mucha fe, porque el amor es más fuerte que el tiempo, hasta el punto de conseguir superar la lógica, aunque no se comprenda como, y, así, nos es dado vivir de nuevo y para siempre aquello por lo cual hoy esperamos y desesperamos.
¿Quién comprende y siente conmigo mi cansancio sino aquellos que me aman? Es la razón por la cual, en el cansancio, nos sentimos mucho más solos y añoramos el amor concreto, cálido y vivo de otros que ya no están con su mano en nuestra vida.
Si la memoria es esencial a la identidad, entonces la saudade es una garantía de que no dejamos de ser quienes somos. Perderla es perdernos a nosotros mismos.
A la inseguridad de la vida en los mares del tiempo, se opone la saudade como un áncora en el sentido más profundo de la existencia: el amor.