Hay días que se empeñan en reunir un cúmulo de dificultades,
y no deseas otra cosa que termine cuanto antes; causan tal agobio personal que
la impotencia se adueña de uno y, a veces, el desánimo, aunque hasta este día
hayas vivido con fe y esperanza en un
mundo mejor, tanto en esta vida como en la venidera.
Hacía tiempo que no se daban cita en esta pequeña oficina
tantas personas, y tan diversas, yo creo que tuvimos que hacer tres o cuatro
cafeteras bien llenas. Hacía tiempo que no acudían tantos extranjeros, europeos
principalmente, y algún marroquí.
Alguno tuvo que venir después de comer, y uno hubo, totalmente
absorto, que no dijo una sola palabra desde las diez hasta las dos, hora en que
yo ya me fui. Era un problema, pero el mayor problema lo tiene él que vive totalmente
aislado del mundo exterior y de los demás, incluso le molestan. Al final no
pasó nada, gracias a Dios. Pero, ¿quién atiende hoy a una persona así? ¿Qué
hace en la calle una persona sola, que no es capaz de cuidarse, que tampoco puede
convivir en un albergue?
También acudió una persona, atormentada, pidiendo ayuda;
quería que lo empadronáramos para recibir la correspondencia, mientras iba de
casa en casa de algún amigo, y hacía todo lo posible para no tener que vivir
desamparado en la calle, o acogerse al albergue. Mostraba una impaciencia y una
incomodidad que iban en aumento a medida que pasaba el tiempo y la trabajadora
seguía atendiendo a otras personas, él solo quería un sí o un no, y la espera
lo impacientaba. Al final se marchó sin la respuesta.
Menos mal que llegó nuestra amiga A. Ya tiempo que no la veíamos. Inmediatamente comenzó a hablar y a expresar su fe profunda,
sencilla, auténtica; sin ningún complejo, por cualquier motivo, captando la
atención de los presentes, asombrados al constatar tanta inocencia en una persona. Son
tantas sus ganas de hacer el bien que quiso dejarle la vez a nuestro impaciente
amigo, pero este se negó a pasar, molesto porque la trabajadora le dijo que no
tenía cita y que no podía atenderlo, que aún tenía otras personas citadas (eran
casi las dos), que volviera el lunes.
Otra cosa buena fue que llegó una chica joven, pero no a
pedir ayuda sino a ofrecerse como voluntaria donde más útil pudiera ser. Era una
chica en paro, que se aburre en casa, que teme estar ociosa y quiere
relacionarse y ayudar a quien lo necesite, mientras dure la búsqueda de trabajo
para ella misma, que puede ser por mucho tiempo. Marchó muy satisfecha y
animada después de hablarle de nuestra Oficina de Empleo.
Muchas veces ocurre lo mismo, al
comienzo el día amenaza tormenta, o una ciclogénesis, como la que anuncia la
meteorología para el próximo sábado, sin embargo suceden cosas buenas que
contribuyen a disolver la tormenta felizmente.
Aunque no vengan del todo a
cuento terminaré con estos versos que no son míos:
Peldaños de eternidad
me ofrece el tiempo en su huida,
si, ascendiendo paso a paso,
lleno mis manos vacías.
Sólo el tiempo se redime,
quitándole su malicia.
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