martes, 22 de enero de 2013

Un poeta para un cumpleaños




Esta mañana  me levanté un poco perezoso, no muy convencido de que pasaría hoy por la oficina, me dedicaría a otras cosas, incluso estaba pensando en tomarme unas pequeñas vacaciones hasta fin de mes. Con estas ideas salí en dirección contraria, con ganas de dar un paseo tranquilo. El caso es que aproveché para recoger unos papeles que tenía que entregar precisamente en la oficina, pero a última hora.

Sea como fuere, instintivamente, voy encaminando mis pasos hacia la oficina. De pronto recuerdo que hoy era el cumpleaños de T., y que lo había anunciado el viernes pasado mostrando verdadero interés en celebrarlo. Al abrir la puerta me encuentro a T. sentada, con la cara muy seria y apagada, y la mesa llena de periódicos y restos de haber tomado café como cada día. La saludo y la felicito, y me contesta con resignación: “¿ves?, nadie se acuerda de mí”.

Inmediatamente voy a comprar algunos dulces. Más animada, se pone a servirlos en los platos, si bien le parecieron muchos y se guardó alguno, “para la niña”, me dice con mucho sentimiento mirándome a la cara; no sé a qué niña se refiere, pero me da la impresión de que es la compañía que ella echa de menos, la compañía ideal para la mujer que ella quiere ser, y que acude puntualmente en momentos como el de hoy. Que pases un buen día.

Lo que no  esperaba T., ni yo, ni nadie de los presentes, es que una persona, que había llegado hoy mismo, tuviera el máximo detalle con ella: le dedicó una poesía, preciosa, larga, bien recitada de principio a fin, que hace tiempo había dedicado a su propia hija en un acontecimiento muy importante para él. T. lo miraba entre sorprendida y agradecida, y todos nos quedamos en silencio, hasta el aplauso unánime final, muy sincero.

Este detalle, por otra parte,  prueba una de las características del endurecimiento de la crisis, que afecta a todos los estratos de la sociedad, hasta llegar a profesionales titulados, con un número elevado de años trabajados; y no sólo afecta a aquellos que se atrevan a disentir de lo políticamente correcto, o dentro de unas siglas de partido, es que hay que cerrar empresas improductivas y negocios poco o nada rentables.

Aunque, este hecho puede que algún día nos haga ver la realidad con otros ojos, tantas personas con capacidad de análisis e iniciativa, que tienen ahora la oportunidad de pensar más libremente, y con más tiempo para la reflexión, libres del estrés, producirán sin duda nuevas ideas capaces de mover a la sociedad hacia adelante, desde abajo, creando una sociedad más libre y menos dependiente, más ajustada a la realidad. Y, por qué no, más tolerante, más humana, con respeto a Dios, capaz de combatir los tres peligros denunciados por el Papa en uno de sus últimos discursos: la ideología de género, el prometeísmo tecnológico y el hedonismo.

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