lunes, 28 de enero de 2013

Otra vez libre




La verdad es que no era algo imprevisible, o sea, una auténtica sorpresa. Primero fueron los rumores: “que el señor R. está por aquí, que los han visto”. Pero, ¿cómo es posible?, con lo que se sacrificó: un año de albergue, él que es un espíritu completamente libre y un solitario desde que nació, como él mismo dice; y toda esa serie de formularios que rellenar, solicitudes, llamadas de teléfono, qué se yo, serían innumerables, todo para poder entrar en una residencia, y terminar sus días como una “persona normal”…

Pero, ¿qué o quién es una “persona normal”? Esta mañana, mientras le acompañaba para sacar un certificado de empadronamiento, le decía yo “señor R., le voy a hacer una confidencia, prefiero hablar con usted,  porque las conversaciones con personas “normales” son aburridísimas. Claro que estoy exagerando un poco, pero hay bastante de verdad, las dificultades o problemas que te cuentan algunas personas son una insignificancia con lo que soporta diariamente una persona sin techo.

Bueno, pues una prueba de lo que digo es que el señor R. aguantó tres meses en una residencia…la convivencia era bastante complicada: tener que compartir habitación con otro anciano que ya no se vale por sí mismo… ( y encima es ex guardia civil…¡el colmo!); la comida, igual para todos, repetida y sosa; el trato, poco afectuoso; la tele, en un enorme salón, una  para todos. En fin sería contar y no parar, por eso R. se marchó, no aguantó más tanta “pamplina” y se fue, a su mundo, a su soledad, a convivir con todo el mundo; a echar piropos por la calle a cualquier persona que se lo merezca, o no, él no hace distinción, da por hecho que todo el mundo es cortés hasta que demuestre lo contrario; generalmente provoca una sonrisa, y a veces una carcajada, porque tiene mucha gracia este hombre, que la va repartiendo gratis, olvidándose así de sus problemas.

Por eso el aspecto del señor R. es el de un anciano respetable, que goza de una salud espléndida a sus setenta y pico años, y que viste elegante y limpio. ¿Cómo lo hace este hombre que no tiene familia, ni casa? Bueno, ahora por fin cobra una pensión no contributiva que le permite algunos caprichitos.

Él ha estudiado, y muy bien, en la universidad de la calle, como él dice, incluso ayuda a sus semejantes cuando los ve en apuros, y más si es un joven, en una ocasión le dije que estaba actuando como un verdadero padre (él suele echar de menos no haber tenido descendencia, y no dejar otra huella más que su mala vida). En cambio él mismo no se ve tan elegante, si a caso sólo por fuera, y eso “para dar el golpe”, como dice él con su dominio del lenguaje y el doble sentido; por más que yo le diga que es un buen hombre, mucho mejor de lo que él piensa, pues no se convence…o sí, a veces sonríe, agradecido por dentro, y me dice “es que usted me mira con buenos ojos”.

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