sábado, 2 de febrero de 2013

El Amor de Dios en mi vida




Hoy voy a hablar de mí vida un poquito, con vuestro permiso, ya sabéis que con un clic se cambia de página, y no pasa nada. Pero, lo hago impulsado por un buen amigo internauta, que nos  pide a los miembros del “Movimiento seglar Amor de Dios”, que transmitamos en la red nuestras experiencias y difundamos así nuestra forma de vivir las enseñanzas que nos dejo el fundador de la congregación de las Hermanas del Amor de Dios, el Beato P. Usera, en cuyo colegio de Cádiz he sido profesor durante más de veinticuatro años.

El día de la Paz me invitaron mis compañeros a hablarle a los niños del colegio de mi voluntariado en Cáritas, y estas fueron mis primeras palabras a esos niños:

En primer lugar quiero agradecer a vuestros profesores y mis compañeros la invitación para hablaros de mis actividades como voluntario, y para empezar os diré que en realidad yo ya empecé a ser voluntario aquí, en este colegio, aprendí mucho, yo tenía mi título y mis conocimientos, pero aquí aprendí a transmitirlos; a veces no entendía bien a las Hermanas, creía que eso de la puntualidad, tarar al alumno con cariño, estar siempre alegres, etc., eran cosas de monja…

Hasta que leí al P. Usera directamente, y entonces supe que él era un pedagogo extraordinario, y traté de seguir sus enseñanzas: “decir la verdad y hacer el bien; el amor de Dios hace sabios y santos, etc.” Él viajó por Europa para conocer y aprender los métodos de enseñanza mas avanzados (estamos en el S.XIX), quería que sus colegios fueran los mejores, sus profesores los mejor preparados, y todo para ponerlo al servicio de los alumnos, además de ser también su forma de servicio a Dios y a la religión. Y no sólo eso, era un hombre ilustrado y buscada lo mejor para su patria, para ello formó a sus monjas como maestras, quería que sus misiones estuvieran al nivel de las europeas y americanas. En definitiva quería dar lo mejor de sí mismo a los niños y los pobres para cambiar aquella sociedad atrasada en una sociedad culta, preparada, y pacífica.

Y esta es, para mí la mejor aportación para llegar a la paz: que cada uno debe esforzarse en dar lo mejor se sí en beneficio propio y de los demás, de la sociedad en que vive. Debemos exigir, sí, pero primero exigirnos a nosotros.


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