lunes, 28 de julio de 2014

El alma gemela


 Miguel Esteves Cardoso, in 'Explicações de Poruguês'

http://www.citador.pt/textos/a-alma-gemea-miguel-esteves-cardoso


Ningún sueño cuesta tanto  abandonar como el sueño de tener un alma gemela, aunque sea en el otro extremo del mundo, un alma tan cerca de la nuestra como la vida. ¿Qué es el alma? Es lo que queda después de todo lo que hicimos o dijimos. Podemos traicionarla y contrariarla, aun sin saberlo, porque nunca podemos conocerla.  Sólo a través de un alma gemela. Fácil de decir. ¿Ahora cómo es que consigo hablar?

Las almas gemelas casi nunca se encuentran, pero, cuando se encuentran, se abrazan. En aquellos momentos en que alguien dice una cosa, que  nunca habíamos oído, pero que reconocemos no sé de dónde. Y en que nos sumergimos sin querer, como si estuviésemos contemplando una verdad que desconfiábamos que existiera, de donde sospechamos haber venido, pero a donde nunca habíamos conseguido volver.

El corazón se siente. El alma se presiente. El corazón anda a saltos dentro del pecho, brincando como un loco, tanto que llega a irritar. Pero el alma es una roca blanca donde están grabadas las señales indescifrables de nuestra existencia. No cambia, no se muestra, no se da a conocer. El corazón ama. Pero es en el alma donde el amor mora. Todos los amores. Toda la vida.

El alma deja el corazón suelto, como tonto que es él, y se despreocupa y se desprende del cuerpo, porque tiene más que hacer. ¿Y qué hace el alma? Mandar secretamente (oculta) en la parte de nuestra vida que no tiene expresión material o física. Está mal dicho, pero es cierto, porque estas cosas no se pueden siquiera decir.

Quién es el que no le interesan. El alma no desea, no tiene recuerdos, no sufre ni se ríe; el alma decide lo que el corazón y la razón pueden decir. El alma no es una esencia o un espíritu; es la fuente, el depositario, la configuración interior. Expresiones horribles, donde las palabras se escurren para encontrarlas. Sólo queda repetir. El alma es de tal manera que es aquello, exactamente, de lo que no se puede hablar.

A no ser que se encuentre un alma gemela. Gemela no es igual. Es parecida. No es un espejo. Es una ventana. No es un reflejo. Es una refracción.

(…) El deseo de encontrar un alma gemela no es el deseo de reafirmar la unidad de nuestra existencia a través de otro que es igual que nosotros. Es precisamente lo contrario. Es poder descansar de esa necesidad. En el fondo, todos nosotros dudamos que tengamos un alma. Si no,  no hablaríamos tanto de ella. Los mejores aún son aquellos que la (dejan) confían a Dios.

Un alma gemela es la prueba de que no estamos solos. O sea: es la prueba de que el alma existe. No hace ni dice lo mismo que decimos y hacemos –pero tiene una forma de hacer y decir tan parecida a la nuestra, que deja de interesar lo que es dicho y hecho. Un alma gemela hace corto circuito con los fusibles cuerpo/corazón/razón. No es lo “que” – es el “por qué”. El estado normal de dos almas gemelas es el silencio. No es  “no ser preciso hablar” – es otra forma de hablar que consiste en que  un alma descansa en la otra. No es la paz de los amantes ni la complicidad muda de los amigos. No precisa de amor ni de amistad para entenderse. Las almas se encuentran.  No tienen pasado. No se esfuerzan. Están. Esa es la mayor paz del mundo. ¿Cómo es que un nido puede ser nido de otro nido? Dos almas gemelas pueden serlo.

¿Cómo se reconoce el alma gemela? En el abrazo. El corazón para de latir. La existencia es interrumpida. En el abrazo del hermano, del amigo, del amante, hay sensación, del cuerpo, del tiempo, del corazón. Hay siempre la noción de un gesto posterior. En el abrazo de dos almas gemelas, aún cuando se aman, el abrazo parece el fin. Una persona se siente, al mismo tiempo, protegida y protectora. Y la paz  es entera –ningún otro gesto, ninguna otra palabra, es necesaria para completar. Podemos pasar la vida toda. No importa.

Cuando dos almas ámelas se abrazan, se siente el alivio inmenso de no tener que vivir. No hay necesidad, ni deseo, ni pensamiento. La sensación es que somos un alma en el aire que reencontró su casa, que volvió finalmente a su lugar, como si el otro cuerpo fuese el nuestro que hubiéramos perdido desde el nacimiento.

(Publicado con el permiso supuesto del autor, porque  o he logrado contactar con él para pedirle su autorización.)


sábado, 26 de julio de 2014

Los evangelios según Jesucristo




No sé si era un viernes  13,  pero la afirmación no pudo ser más desastrosa:
-         Bueno, dejemos eso –se refería a la Sagrada Escritura, que acaba de ser mencionada-, ¡pues tengo cosas más importantes que deciros!

 El caricaturesco incidente que,  “si non è vero, è bene trovato”, refleja una actitud corriente en muchas personas, también cristianos, que, en la práctica, entienden que tienen cosas más importantes que hacer que leer la Biblia, que es palabra de Dios.

La Sagrada Escritura no es letra muerta, sino espíritu y vida, porque, como afirma el apóstol Juan, Cristo es Palabra de Dios que se hizo carne y habitó entre nosotros.

Es verdad que no se conoce ningún texto escrito directamente por Jesús, pero fueron muchos sus contemporáneos que, como Mateo, uno de los doce apóstoles, y Marcos, relataron sus hechos y enseñanzas. Lucas, también él discípulo del Maestro, da cuenta de las muchas versiones escritas que circulaban entre los primeros cristianos. Pero,  como todas no eran fidedignas, él, siendo médico, redactó un nuevo relato, que es el tercer evangelio. Estos tres textos, más el atribuido al apóstol San Juan, son los únicos cuatro evangelios que la Iglesia católica reconoce como Palabra de Dios. Había y hay otros que no consta hayan sido divinamente inspirados.

Para alimentar la fe incipiente de las comunidades cristianas que iba fundando, Pablo de Tarso les escribía cartas: las epístolas que aún hoy se leen en las celebraciones litúrgicas. Eran textos que circulaban entre los fieles, enseñándoles la práctica de la fe, resolviendo sus dudas doctrinales, alentándolos a permanecer como luces ardientes en un mundo oscurecido por las tinieblas de la ignorancia del pecado.

Transcurridos casi dos mil años, la Biblia no ha perdido actualidad, ni pertinencia, para cristianos y para no cristianos. No conocer la Sagrada Escritura no es sólo una grave manifestación de ignorancia religiosa, sino también una ineludible señal de incultura. No sólo son los italianos los que tienen que leer la Divina Comedia, ni los británicos los únicos que deben conocer las obras de Shakespeare.


Dios no es de ningún país y es de todos. Por eso, la Palabra divina no se confunde con ninguna cultura o época., trasciende todas las fronteras y sobrepasa todas las civilizaciones. Es de siempre y para siempre. Es intemporal, sin dejar de ser de cada tiempo y lugar. Es universal, siendo personal para todos y cada uno de los hombres, porque es un lugar privilegiado de encuentro íntimo con Dios. Es una explicación del mundo, y también un mapa de la felicidad. Habla de Dios, omnipotente y creador,  que es, sobre todo, amor y que, en su Hijo, Cristo, es camino, verdad y vida. Porque enseña a amar, enseña a vivir. Promete la bienaventuranza en el más allá, y llena también de alegría y esperanza la vida terrena. ¡Cuantas personas encuentran, en las páginas del texto sagrado, la más profunda y plena razón de su vivir!

Quien lee la Biblia no permanece indiferente ante el libro que, no en vano, es la obra más editada de todos los tiempos. Si acepta el diálogo interpelante de los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, los únicos que son, verdaderamente, según Jesucristo, es muy probable que se de cuenta de que ese texto no es sólo la más valiosa obra de literatura universal, sino una carta íntima que Dios ha escrito a cada ser humano. Y entonces, sea creyente, ateo, gnóstico indiferente, comprenderá por qué razón, en cada misa, después de la proclamación del evangelio, el celebrante Lo besa. Un gesto de amor que, si no fuera unido al propósito de realizar en la vida la Palabra de Dios, sería una traición, como el beso de Judas.




Elogio de la audacia



                                                        Ilustração de Carlos Ribeiro

Cada decisión debe ser pensada. El gobierno de nuestra vida debe pasar por un examen cuidadoso de las circunstancias, una consideración de todas las perspectivas posibles, escogiendo los fines y los medios seguros y adecuados.

Esta coherencia se construye mediante una conciencia que equilibra todas las partes. La prudencia es un pilar esencial de nuestra estructura interior.

Importa aceptar el mundo y cuidar siempre de proyectarnos y conducirnos en función de la realidad. Desconfiando de lo que se oye o se ve…  sospechando incluso de nosotros mismos y de nuestra capacidad de analizar, evaluar y decidir. Sólo quien es humilde distingue lo deseable de lo indeseable.

Pero esperar por rigurosas certezas es un enorme error. La prudencia aconseja que no se pierdan las oportunidades, actuando, en esos momentos, sin grandes pensamientos o moderaciones.

El mayor peligro en la vida es el de perdernos por falta de coraje. Aquellos que escogen ser cobardes deciden ser nada en vez de ser…

Una cierta ponderación permite tomar tiempo con antelación y administrar el esfuerzo; el exceso de timidez hace como que nada tenga sentido. Quien reusa el papel de autor y actor de su destino se condena a ser espectador y figurante de un teatro que nunca llega a representarse.

Los prudentes pueden vivir mucho más que los audaces, pero ninguno llega a ser feliz sin arriesgar. El amor no es compatible con muchos discernimientos.


Debemos cuidar de nosotros mismos, de garantizar nuestra comodidad, hoy y mañana. Pero hay valores mucho más altos que nuestra tranquilidad. ¿Para qué nos sirven los años si no somos capaces de superar el egoísmo? ¿De qué nos sirve una vida entera si no somos capaces de arriesgarnos a la vista de lo mejor?

sábado, 19 de julio de 2014

Necesito de ti para ser yo





                                                         Ilustração de Carlos Ribeiro

Ser quien soy pasa por ser capaz de crear relaciones al otro, con el otro y para el otro. Sólo hay personas porque hay relaciones. Mi existencia está constituida por los caminos que sueño, construyo y recorro, al lado de otras personas que, como yo, sueñan, construyen y recorren sus caminos. Voluntades distintas, dinámica común. Seguimos, cada uno por sus principios, cada uno para sus fines.

El amor lleva el ser de su autor al ser del que es amado. Amar es ser y ser es amar. Compartir con el otro y con el mundo, en un milagro de multiplicación en que cuanto más se da, más se tiene para dar, más se es.

Un pequeño error en la base lleva  potenciales tragedias en las conclusiones. Hay quien parte del principio de que el amor es recíproco. Ahora bien, esa idea simple acaba por ser origen de enormes tragedias personales. El amor no es recíproco, es personal, nace en lo más íntimo de nuestra identidad. No es mitad de nada, es un todo. Necesita de otro como fin, no como principio.

El amor es bondad generosa. Es dar el bien. Darse. Conseguir ser fuente de amor es el mayor de los bienes que se puede alcanzar. Soñar, crear y luchar por la felicidad del otro es, por sí mismo, la mayor de las recompensas. Claro, muchos desisten así al primer espino que se clava en la plana de los pies…

El valor de alguien no depende de lo que le dan o tiene, sino de lo que es. El otro puede inspirarme, pero mi felicidad pasa por lo que soy capaz de darle… y no por lo que puedo o quiero recibir.

Creamos relaciones, construimos puentes, para no ser islas. Nuestra verdadera comunión es más profunda. Las aguas separan lo más visible de lo que somos, pero el fondo es el mismo, como si fuésemos montes de una misma cordillera y el mar hubiese inundado los valles.

El camino al descubierto pasa por ser capaz de llegar a lo íntimo… de sí mismo, del otro y del mundo. Por darse cuenta de que, al final, en el fondo del ser, nuestra matriz es común. Los otros son yos y yo soy su otro.

No es bueno estar solo. La soledad anula el ser. El amor une lo que es, en la esencia, de la misma naturaleza. Resulta de la libertad y responsabilidad absolutas. Implica la capacidad de crear una vida sin intervalos.

Ningún mal perdura en el tiempo, porque la destrucción se destruye a sí misma. Sólo el bien es eterno. Porque se crea y renueva a cada momento.

Lo que soy depende de los principios que me mueven y de los fines hacia los cuales tiende mi voluntad. Seré lo que escoja ser dentro de un conjunto de decisiones que me sobrepasan, pero que en ningún punto limitan mi libertad y mi responsabilidad.

Vivimos unos con otros, seguimos juntos en el espacio y en el tiempo… escogemos después estar más cerca o más lejos de los íntimos unos de otros.

Nadie nace de sí mismo, y el ser humano, siendo el más perfecto ser terrestre, es también el más necesitado. Necesitamos mucho unos de los otros.

No es posible ser feliz sin los otros, menos aún contra los otros.

A cada instante, todo cambia, aún cuando toda la gente quiere que continúe de la misma forma. Las decisiones deben renovarse a cada paso, el amor debe encontrar la forma de hacerse real cada día, so pena de pasar, y nosotros, pasando con él…  hacernos sólo pasado.

Lejos de cerrar, el amor abre a aquel que ama al otro, convirtiéndolo en protagonista de la creación. Cada uno de nosotros está proyectado hacia fuera de sí, hacia los otros, para este mundo y para el cielo. Nuestra dignidad es tanto mayor cuanto más abierto estuviere nuestro corazón… para dar.

Necesito del infinito para ser yo

sábado, 12 de julio de 2014

Atacar las tentaciones


 ornal i,  12 de julho de 2014

                                                       Ilustração de Carlos Ribeiro


Nuestro corazón debe ser un castillo. De donde expulsamos, sin demoras, todo cuanto atenta contra nuestro bien. Sin excesos ni cobardías. En paz.

Las tentaciones no son feroces, ni vencen por la fuerza… su arma esencial es la astucia. Las tentaciones nos conocen desde dentro, por lo que no se pueden combatir con mentiras, sino con la voluntad y la verdad. Nadie está exento del momento en que, de repente, la paz de acaba, pero, si fuéramos rápidos en la respuesta, evitaremos que el enemigo gane el poder de dominarnos, dividir y anular.

Muchos son esclavos de sus perdiciones, asumen ser víctimas, débiles por opción, y no luchan. Acogen el mal en su interior, convirtiéndolo en huésped, dándole las llaves del corazón, creyendo las promesas de realización de los sueños que las tentaciones les presentan. Cuando pasa el tiempo y se dan cuenta de que están ahora más lejos de su objetivo… más se pierden, siendo así presas aún más expuestas.

Son los límites que marcamos para nosotros mismos los que nos defienden. Mi identidad es una unidad donde tiene que haber una distinción entre lo que quiero y lo que no quiero. Entre lo que acepto y lo que no acepto. Entre lo que levantaré y lo que destruiré a favor del bien mayor.

Las tentaciones encantan y hacen creer que los deseos más íntimos son justos y serán satisfechos por ellas. Pero, es tal vez por ahí por donde se debe comenzar nuestra cruzada contra todo lo que nos destruye: analizar y evaluar bien los deseos, anulando todos cuantos son solamente caras inocentes de perversidades profundas…

Luchamos porque somos hombres y para ser hombres.

Estas seducciones del mal giran en torno a tres ejes: el placer, el poder y el tener. Colocándonos como futuro centro del mundo si nos sometemos a ellas. Pero, nunca nadie de nosotros es o será el centro del mundo y es muy bueno que así sea. La verdad y la belleza de la vida pasan por el contraste entre la insignificancia de lo que representamos al comenzar y el valor de lo que somos llamados a construir en nosotros y en el mundo… con y para otros. Nadie se basta a sí mismo.

El arma de quien vive en eterna guerra de las tentaciones es la vigilancia. Cuanto más pronto y de forma más resuelta se reconocieran y enfrentaran, mejor será el resultado. Importa tener la conciencia más atenta a la realidad que a la imaginación.

Debemos mantener el corazón en paz a pesar de las heridas abiertas, de las llagas producidas por los golpes incesantes, unas veces sobre las antiguas cicatrices, otras en puntos que nunca habían sido tocados… golpes siempre diestros, firmes y certeros.

La vida es una lucha áspera contra la muerte, contra el mal que nos quiere destruir, contra la ausencia de un sentido profundo. Vivir es atacar lo que atenta contra la vida. Vivir es defender nuestra vida con… la vida.

Importa vigilar siempre, ponderar y concentrarnos en los objetivos que vamos trazando, en la historia que construimos, año a año, día a día, a cada momento. En una lógica de prudencia y largo plazo… de larguísimo plazo. Al final, un hombre no es un momento sino una historia que se extiende en el infinito delante de sí.

Nuestro corazón debe ser un castillo. De donde expulsamos, sin demora, todo cuanto atenta contra nuestro bien. Sin excesos ni cobardías. En paz.

Lo que sufrimos tiene sentido. ¡La cruz puede ser siempre la espada con que nos defendemos de lo que ataca el brillo de nuestra mirada!


Ser feliz pasa por ser humilde y sereno. Por guardar la paz, atender a quien lo precisa, dando lo que somos y tenemos, moderando siempre lo que en nosotros quiere ir más allá de lo sencillo… amando, siempre.

sábado, 5 de julio de 2014

El misterio de crecer




                                                      Ilustração de Carlos Ribeiro


Cada hombre es un misterio que se va descubriendo a lo largo de toda su existencia. Todos estamos llamados a crecer, del primero al último día. Soltar las antiguas seguridades y partir en busca de nuevas y más fuertes esperanzas…. pero que nunca son las definitivas. Ser hombre es crecer siempre.

Todos somos niños y jamás se pierde el deber de serlo. Nos cumple no dejar de querer saber y preguntar, de mirar y ver, de soñar y hacer, de responder, de ayudar, de intentar siempre, ¡aún cuando creemos no sea posible!

Un niño llena cualquier casa y cualquier corazón. Los niños son amor hecho carne y hueso. Vida rebosante, inmensa voluntad de vivir. Encuentran universos enteros en una hoja caída, sonrisas en los rostros humanos más tristes. A los ojos de un niño lo infinito está… en cada cosa.

Más que admirarlos por lo que son, merecen el respeto por aquello que están construyendo en sí, por lo que serán. Por el mundo que será el suyo, pero tal vez ya no el nuestro.

Con el tiempo se aprende que no es bueno incomodar a los adultos con preguntas, menos aún con buenas respuestas, como si el mundo de los mayores fuese un imperio de piedras impenetrable; como si no fuese mejor compartir; como si fuese posible ser feliz solo…

Debemos ser auténticos, a fin de enseñar a los herederos del mundo la grandeza de un hombre que asume las propias imperfecciones. En vez de críticos e implacables evaluadores, los niños necesitan modelos, de carne y hueso, con talentos y faltas. La esencia de la educación y el ejemplo. Es nuestra vida la que enseña. No son las palabras y los sueños.

Mentir a un niño es enseñarlo a mentir. Perdonar es enseñarlo a amar. Pero es bueno que sepamos que, en muchas materias, deberíamos ser nosotros los que siguiéramos su ejemplo… la mayor parte de ellas puede enseñarnos a ser felices. Sin grandes dificultades. Al final, en el mundo, lo más importante es que podamos contar unos con otros… y, quien sabe, entrar en el cielo juntos (¡nadie dice  que no se puede esperar a la puerta!)

La vida está hecha de elecciones. No todo está a nuestro alcance. Un sí es, en sí mismo, muchos nos. Cada decisión concreta implica la renuncia de todas las posibilidades que había. Pero decidir  no es negar, es decir sí a un camino y comenzar a recorrerlo. Dejando el lugar donde se estaba y siguiendo adelante. Teniendo siempre presente lo que se va a ganar y no lo que se perdió. Es bueno pensar como los niños, lejos de prejuicios, del pasado y del futuro. Vivir el presente que la vida es.

Amar es escuchar. Es estar atento al otro, ser honesto y paciente, permitirle que sea quien quiere ser, y que crezca, que crezca siempre, todos los días… pues nadie debe ser hoy lo que fue ayer.

Los niños no nos pertenecen. Ser humano es ser libre. Siempre. Lo mismo cuando todos los sueños parecen imposibles. Lo mismo cuando todos parecen querer decidir por nosotros. Lo mismo cuando nos creemos condenados.

Sólo conocemos a quien nos conoce. ¿Cuántas veces la mejor forma de conocer a alguien es contarle un secreto nuestro y observar lo que esa persona hace con él?

Importa dar a los otros el amor de escucharlos. El niño ama a quien es capaz de compartir con él. De darle lo que es, poniendo cuidado en no exigir nada a cambio. Nuestros mejores amigos son siempre los niños.

Parece que cuanto más tiempo pasa por nuestra vida, menos sabemos mirar el mundo…


¡Por más que cueste, sierre es tiempo de volver a ser niño!