sábado, 26 de julio de 2014

Elogio de la audacia



                                                        Ilustração de Carlos Ribeiro

Cada decisión debe ser pensada. El gobierno de nuestra vida debe pasar por un examen cuidadoso de las circunstancias, una consideración de todas las perspectivas posibles, escogiendo los fines y los medios seguros y adecuados.

Esta coherencia se construye mediante una conciencia que equilibra todas las partes. La prudencia es un pilar esencial de nuestra estructura interior.

Importa aceptar el mundo y cuidar siempre de proyectarnos y conducirnos en función de la realidad. Desconfiando de lo que se oye o se ve…  sospechando incluso de nosotros mismos y de nuestra capacidad de analizar, evaluar y decidir. Sólo quien es humilde distingue lo deseable de lo indeseable.

Pero esperar por rigurosas certezas es un enorme error. La prudencia aconseja que no se pierdan las oportunidades, actuando, en esos momentos, sin grandes pensamientos o moderaciones.

El mayor peligro en la vida es el de perdernos por falta de coraje. Aquellos que escogen ser cobardes deciden ser nada en vez de ser…

Una cierta ponderación permite tomar tiempo con antelación y administrar el esfuerzo; el exceso de timidez hace como que nada tenga sentido. Quien reusa el papel de autor y actor de su destino se condena a ser espectador y figurante de un teatro que nunca llega a representarse.

Los prudentes pueden vivir mucho más que los audaces, pero ninguno llega a ser feliz sin arriesgar. El amor no es compatible con muchos discernimientos.


Debemos cuidar de nosotros mismos, de garantizar nuestra comodidad, hoy y mañana. Pero hay valores mucho más altos que nuestra tranquilidad. ¿Para qué nos sirven los años si no somos capaces de superar el egoísmo? ¿De qué nos sirve una vida entera si no somos capaces de arriesgarnos a la vista de lo mejor?

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