Hay políticos que hicieron
de la militancia en una juventud partidista su única escuela. ¿Cómo pueden
estos ex jotas promover una educación de calidad, si ellos mismos la preterirán
en beneficio del poder?
El pasado día 9 de julio, el
patriarca de Lisboa, D. Manuel Clemente, confirió el sacramento del orden, en
grado de presbiterado, a cuatro diáconos portugueses jesuitas. La ordenación de
estos nuevos padres tuvo lugar en la bellísima iglesia de San Roque, que en
tiempos fue de la Compañía de Jesús.
Ahí yace el cofundador portugués de esta
congregación religiosa, el P. Simão Rodrigues sj (él es ‘esse jota’ y son las
iniciales, en latín, de la Compañía de Jesús; los jesuitas se identifican por
el uso de esta sigla, después del nombre).
Se da la feliz coincidencia de
esta festiva celebración coincide con el pleno año santo de la Misericordia en
un tiempo jubilar, muy oportunamente asentado en la parte alta de la calle de
la Misericordia de Lisboa. Pero una curiosa coincidencia: en este año tiene
lugar el tercer centenario de la fundación del patriarcado olisiponense y es,
en la iglesia de San Roque, donde yace el primer patriarca de Lisboa, D. Tomás
de Almeida.
Más allá de este apunte histórico,
importa subrayar que no es frecuente que una institución católica portuguesa
reciba, en el mismo año, esta cuádruple bendición. Cualquier vocación
sacerdotal es una gracia de Dios para la iglesia y para el mundo, ¡pero cuatro,
en el mismo año, es casi un milagro!
En este caso, hay también otras
circunstancias dignas de señalar. La primera es que los cuatro religiosos,
ahora ordenados presbíteros, sin ser vocaciones tardías, son más viejos y
maduros de lo que es habitual, porque todos tienen más de treinta años.
¡También llama la atención
el carácter cosmopolita de sus orígenes y de su formación: Ninguno de los
cuatro nuevos padres tuvo una vida y aprendizaje ceñida a un único país, ni a
un único saber!
Andreas, de origen alemán,
estudiante de teología en Roma y, de momento, profundiza sus conocimientos
filosóficos y teológicos en parís. Antonio, hizo sus estudios primarios y liceo
en Estrasburgo, se licenció en Derecho por la Universidad de Lisboa, estudió
filosofía en Braga, teología en Madrid y, en la actualidad, está especializándose
en derecho canónico en la Universidad Gregoriana, en Roma. Bruno, ya doctorado
en física cuando entró en la Compañía de Jesús, cursó después filosofía y
teología, se licenció en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Católica
Portuguesa y, tras cuatro años de teología, en Boston, se prepara ahora para
hacer un post doctorado en filosofía, en la Universidad Estatal de Río de Janeiro.
Por último, Francisco, después de estudiar derecho en Lisboa hizo Filosofía en
Braga y, más tarde, de nuevo en Lisboa, el máster en ciencia política; en
Maputo, ayudó a fundar la Universidad Católica de Mozambique, habiendo iniciado
después sus estudios teológicos en Londres, que ahora prosigue en Boston.
En un mundo globalizado es
cada vez más necesario que los sacerdotes tengan una solida preparación
científica y diversa experiencia sociocultural. ¡Ahora bien, gracias a Dios y a
la instrucción recibida, estos cuatro ‘esses jotas’ no sólo tienen una
excelente formación científica y teológica, sino también ‘tienen mundo’!
Es verdad que este caso no
es único porque, cada vez más, llegan a los seminarios diocesanos candidatos
con estudios superiores, algunos ya licenciados y con experiencia profesional.
También en otras instituciones eclesiales se procura dar una formación más intensa
a los futuros presbíteros. Es el caso, por ejemplo, de la Prelatura del Opus Dei,
de la que formo parte, en la que se exige a todos los Padres, además de los
estudios filosófico teológicos indispensables para la ordenación sacerdotal, una
licenciatura civil y un doctorando en filosofía, teología o derecho canónico.
La formación humana y
científica no es, para un padre, la más importante: ¡Jesucristo, el carpintero,
no tenía ninguna licenciatura, y el primer papa era pescador! Pero, la
preparación filosófica y teológica es esencial para quien, como escribió San
Pablo, debe ser “capaz, no solo de exhortar a la doctrina, sino también de
refutar a los que la contradicen” (Tit 1, 9). No es por casualidad que las universidades
fueron creadas por la Iglesia católica y que, después de la expulsión de los
jesuitas, la educación nacional sufrió una de las peores crisis de su historia.
Felizmente, en la política
portuguesa hay quien brilla por su formación académica, como es el caso del
actual presidente de la República. Pero también hay dolorosas excepciones: aún
está en la memoria de todos la atribulada vida académica de un destacado ex
primer ministro, así como la licenciatura, que al final no era, de un ministro
del antepenúltimo gobierno. Por eso, si hay políticos procedentes de las
juventudes de sus partidos que tienen un excelente currículo académico y
profesional, también los hay que optaron por hacer de la militancia de
cualquier “jota” partidaria su única escuela. ¿¡Cómo pueden estos “ex jotas”
promover, al ser investidos de responsabilidades gubernativas, una educación de
calidad, si ellos mismos la preterirán, en beneficio del ejercicio del poder?!
Debe ser por eso que son contrarios a la enseñanza de excelencia que, a bajo
costo, tantas escuelas católicas, especialmente jesuitas, ofrecen públicamente, sobre todo a la
población más necesitada.
Decididamente, la diferencia
de educación, humana y científica, entre los ‘esse jotas’ y algunos ‘ex jotas’
es mucho mayor que la semejanza de los términos podría llevar a creer...
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