sábado, 6 de mayo de 2017

‘Madre, despierta!’




Hay ejemplos de mujeres con éxito en su vida profesional, que no abdicaron de su vida familiar, pero la norma continúa siendo de imponer restricciones a la maternidad de las mujeres trabajadoras.

Todos los años se celebra, el primer domingo del mes de mayo, el Día de la Madre, que antiguamente se conmemoraba el día 8 de diciembre, solemnidad de Nuestra Señora de la Concepción, Reina y patrona de Portugal. Sea esta fecha, sea la actual, en pleno mes de María, remiten de algún modo a la Madre de Jesús y nuestra madre: el icono perfecto de aquel mismo amor que el propio Dios es. 

Felizmente, esta connotación religiosa aún no fue advertida ni denunciada por la intolerante diputada socialista que tanto vociferó contra la tolerancia a propósito de la estancia del Papa Francisco en Portugal.

Aunque muy exaltada, por estos días, la maternidad, tal vez más por razones consumistas que por aprecio a las madres, la verdad es que estas mujeres no siempre gozan del favor de la ley, ni de la protección social a que tienen derecho. Por eso, no solo la maternidad es muchas veces, incluso legalmente, reducida a un mero proceso biológico de la mujer –el embarazo- sino que también las madres son, por sistema, discriminadas en la vida laboral, sea que no se respetan las carreras profesionales, sea en lo se refiere a la remuneración. Se tiende a poner a la mujer ante un dilema angustioso: si apuesta por una carrera profesional, debe tener en cuenta la posibilidad de quedar embarazada; si escoge tener hijos, que renuncie a su realización profesional.

Es verdad que hay ejemplos de mujeres con éxito en su vida profesional, que no abdicaron de su vida familiar, como esposas y madres. Es el caso de Carmen Chacón, la recientemente fallecida ex ministra española de Defensa, así como Isabel Mota, ahora desposada con el presidente de la Fundación  Calouste Gulbenkian. En Portugal, ninguna mujer fue presidente –¡y no presidenta!- de la República, sin embargo hubo varias reinas por derecho propio, comenzando por D. Teresa, madre del primer rey de Portugal que, como condesa casi soberana, llegó a usar según el historiador José Mattoso, el título de reina, anticipando la independencia nacional.

Otros ejemplos de mujeres investidas de más altas responsabilidades políticas y sociales, sin desmerecimiento de su funciones familiares, podrían ser referidas, pero son siempre la excepción. La regla continúa siendo la de imponer restricciones de naturaleza familiar a las mujeres trabajadoras.
Matrimonio y maternidad tienen la misma raíz etimológica: la palabra latina ‘mater’, o sea madre. Por eso, el matrimonio natural es la institución en que, por la vía de la unión estable de una mujer y un hombre, aquella es promovida a la condición de madre, razón que fundamenta la improcedencia  de asimilar a este instituto otros tipos de uniones de los que no puede proceder, naturalmente descendencia.

A este propósito, fue muy emocionante el testimonio, en America Got Talent (https://www.youtube.com/watch?v=g72ujStgUE4), de un joven de Oklahoma City, Campbell Walker Fields, adoptado al nacer por dos hombres que lo criaron. A pesar de su mucho agradecimiento a estos sus dos benefactores, nunca logró superar la ausencia de su madre, porque un segundo ‘padre’ no sustituye a una madre, como otra ‘madre’ tampoco puede hacer las veces de padre. El interés superior del niño exige que tenga un padre y una madre, naturales o adoptivos, pero no dos personas cualesquiera, por óptimas que puedan ser.

Otro tanto se diga de Cristiano Ronaldo, el muy ciertamente talentoso jugador de futbol, que indemnizó a la madre de su hijo para que ella prescindiese de todos sus derechos maternales. Aunque esa mujer hubiese estado de acuerdo con esa cesión, queda saber si hay precio que pague la infelicidad de no tener madre. O si alguien preguntó al hijo si aceptaba tan injusto e inhumano negocio, de que él fue, sin duda, la víctima principal.

Es conmovedora la historia de Amelia Bannan, policía argentina que, el pasado día 1 de noviembre, sufrió un grave accidente de aviación que la dejó en coma. Embarazada, su hijo nacería, por cesárea, la noche de Navidad. Tres meses y medio después de haber dado inconscientemente a luz, despertó del coma y conoció finalmente a su hijo. Las visitas del bebé son ahora, según un hermano de Amelia, el mayor estímulo para la recuperación de la madre. Al regazo materno, el pequeño Santino aún no consigue hablar, pero sus vagidos son ya una manifestación  de amor filial. Como retribuyéndole el don recibido, es ahora él quien la llama a la vida que recibió de ella: ‘¡Despierta, madre!


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