Hay ejemplos de mujeres con éxito en su vida profesional,
que no abdicaron de su vida familiar, pero la norma continúa siendo de imponer
restricciones a la maternidad de las mujeres trabajadoras.
Todos los años se celebra, el primer domingo del mes de
mayo, el Día de la Madre, que antiguamente se conmemoraba el día 8 de
diciembre, solemnidad de Nuestra Señora de la Concepción, Reina y patrona de Portugal.
Sea esta fecha, sea la actual, en pleno mes de María, remiten de algún modo a
la Madre de Jesús y nuestra madre: el icono perfecto de aquel mismo amor que el
propio Dios es.
Felizmente, esta connotación religiosa aún no fue advertida ni
denunciada por la intolerante diputada socialista que tanto vociferó contra la
tolerancia a propósito de la estancia del Papa Francisco en Portugal.
Aunque muy exaltada, por estos días, la maternidad, tal vez
más por razones consumistas que por aprecio a las madres, la verdad es que
estas mujeres no siempre gozan del favor de la ley, ni de la protección social
a que tienen derecho. Por eso, no solo la maternidad es muchas veces, incluso
legalmente, reducida a un mero proceso biológico de la mujer –el embarazo- sino
que también las madres son, por sistema, discriminadas en la vida laboral, sea
que no se respetan las carreras profesionales, sea en lo se refiere a la
remuneración. Se tiende a poner a la mujer ante un dilema angustioso: si
apuesta por una carrera profesional, debe tener en cuenta la posibilidad de
quedar embarazada; si escoge tener hijos, que renuncie a su realización
profesional.
Es verdad que hay ejemplos de mujeres con éxito en su vida
profesional, que no abdicaron de su vida familiar, como esposas y madres. Es el
caso de Carmen Chacón, la recientemente fallecida ex ministra española de Defensa,
así como Isabel Mota, ahora desposada con el presidente de la Fundación Calouste Gulbenkian. En Portugal, ninguna
mujer fue presidente –¡y no presidenta!- de la República, sin embargo hubo
varias reinas por derecho propio, comenzando por D. Teresa, madre del primer
rey de Portugal que, como condesa casi soberana, llegó a usar según el
historiador José Mattoso, el título de reina, anticipando la independencia
nacional.
Otros ejemplos de mujeres investidas de más altas
responsabilidades políticas y sociales, sin desmerecimiento de su funciones
familiares, podrían ser referidas, pero son siempre la excepción. La regla
continúa siendo la de imponer restricciones de naturaleza familiar a las
mujeres trabajadoras.
Matrimonio y maternidad tienen la misma raíz etimológica: la
palabra latina ‘mater’, o sea madre. Por eso, el matrimonio natural es la
institución en que, por la vía de la unión estable de una mujer y un hombre,
aquella es promovida a la condición de madre, razón que fundamenta la
improcedencia de asimilar a este
instituto otros tipos de uniones de los que no puede proceder, naturalmente
descendencia.
A este propósito, fue muy emocionante el testimonio, en America
Got Talent (https://www.youtube.com/watch?v=g72ujStgUE4), de un joven de
Oklahoma City, Campbell Walker Fields, adoptado al nacer por dos hombres que lo
criaron. A pesar de su mucho agradecimiento a estos sus dos benefactores, nunca
logró superar la ausencia de su madre, porque un segundo ‘padre’ no sustituye a
una madre, como otra ‘madre’ tampoco puede hacer las veces de padre. El interés
superior del niño exige que tenga un padre y una madre, naturales o adoptivos,
pero no dos personas cualesquiera, por óptimas que puedan ser.
Otro tanto se diga de Cristiano Ronaldo, el muy ciertamente
talentoso jugador de futbol, que indemnizó a la madre de su hijo para que ella
prescindiese de todos sus derechos maternales. Aunque esa mujer hubiese estado
de acuerdo con esa cesión, queda saber si hay precio que pague la infelicidad
de no tener madre. O si alguien preguntó al hijo si aceptaba tan injusto e
inhumano negocio, de que él fue, sin duda, la víctima principal.
Es conmovedora la historia de Amelia Bannan, policía argentina
que, el pasado día 1 de noviembre, sufrió un grave accidente de aviación que la
dejó en coma. Embarazada, su hijo nacería, por cesárea, la noche de Navidad.
Tres meses y medio después de haber dado inconscientemente a luz, despertó del
coma y conoció finalmente a su hijo. Las visitas del bebé son ahora, según un
hermano de Amelia, el mayor estímulo para la recuperación de la madre. Al
regazo materno, el pequeño Santino aún no consigue hablar, pero sus vagidos son
ya una manifestación de amor filial.
Como retribuyéndole el don recibido, es ahora él quien la llama a la vida que
recibió de ella: ‘¡Despierta, madre!
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