José Luís Nunes Martins
Casi todos los días siento que podía ser mejor en mi
relación con Dios. Mientras tanto, prefiero, muchas veces, hablar conmigo mismo
y escuchar aquello que mis egoísmos murmuran.
El mundo es como una selva llena de bellezas y amenazas.
Es importante saber distinguir lo bueno de lo malo, y actuar en favor del mayor
bien, con firmeza. Ahora bien, esto es muy fácil de decir y escribir, pero muy
difícil de conseguir concretar en el día a día. Como si prefiriese dejarlo
pasar.
Mi mañana será el resultado de lo que me ha acontecido
hoy y mi relación con ello. Si no hago nada, si lo dejo pasar, entonces mi
mañana será el lugar preciso a donde el hoy me lleva. Escoger no elegir s una
opción… irresponsable.
Confiar en Dios no es dejarse llevar. Porque Dios confía
en cada uno de nosotros hasta el punto de habernos creado libres, garantizando
de esa forma que cuando nos acercamos a Él es por nuestra voluntad y no por
mera casualidad. Este mundo tiende a apartarnos de Dios, como si estuviese
inclinado de forma ligera y quien nada hace acaba por apartarse.
Pero yo ando cansado y preocupado con tantos cosas que
son pocas las fuerzas y el tiempo que me queda para dedicarlo a lo que puede
ser pospuesto… trato mis urgencias y lo
importante queda siempre para mañana. ¡Lo peor es que yo creo justamente que
mañana conseguiré poner todo al día, todo! ¡El mañana es siempre el día en que
todo se resolverá! Esta idea me descansa, pero no me compromete, porque mañana también
podré posponer…
Siento una carencia profunda de paz. O una falta de paz
profunda. Me siento lejos de casa, se cual es el camino, pero algo en mi parece
que no me deja ir… Pongo disculpas y retraso.
A veces, harto de ser así, tengo un gesto valiente y doy los primeros pasos. Es
bueno, tan bueno que, de forma incomprensible, decido parar y disfrutar. No
ando a penas un poco tiempo y vuelvo a lo mismo, siendo que me tranquiliza la
idea de que yo consigo, si quisiera y cuando quisiera. Ahora b8ien, eso no es
verdad. Yo solo soy capaz de dar unos pasos, pero no ir sin volver atrás.
¿Cómo puedo creer en lo que no veo? ¿Cómo puedo tener
certeza de lo que espero? Con fe y humildad. La confianza que nace de la fe es
más fuerte que la propia fuerza. Es la fuerza de la vida. La verdad de nuestra
condición humana es que no somos señores del mundo, ni siquiera de nosotros
mismos. La realidad parece pasar muy bien sin nosotros, por lo que la idea de
que somos el centro del mundo es una
completa idiotez..
La fe exige que trabajemos en la creación y construcción
de caminos para el cielo. Para nosotros mismos y para los demás. Tenemos
necesidad de vivir de acuerdo con lo que creemos, so pena de perder nuestra
identidad… y nuestra felicidad.
¿Qué quiere Dios de mí? Que sea feliz. ¿Y yo, qué quiero
de mí? Ser feliz. Entonces por qué paso el tiempo esperando que eso me suceda
sin que yo tenga que hacer cosa alguna?
Mi vida debe ser mi templo. El lugar donde me dedico a
aquello en lo que creo. Donde me empeño en cumplir lo que Dios me pide y que no
es más que aquello de bueno que yo también quiero.
Mi corazón debe ser una capilla sin paredes ni techo.
Donde el viento, el sol y la lluvia de cada uno de los días tiene siempre
lugar, donde también hay espacio para la necesidad y la aflicción, así como
para en contento y la abundancia.
Este corazón se eleva y se encuentra con otros corazones
que también buscan el cielo.
¿Y qué es la oración sino una forma de confiar en el
amor, de reconocer la verdad de lo que somos y de querer compartir las
tristezas y las alegrías?
Tal vez yo no tenga a Dios en mi corazón, porque sea yo
quien viva en el corazón de Dios.
Siento necesidad de entregarme a Dios con la confianza de
quien duerme.
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