José Luís Nunes Martins
Algunos de nosotros no reparamos en la
existencia de otros. No justo ni inteligente. Nuestras prisas y problemas no
justifican que seamos tan egoístas creyéndonos los únicos merecedores de
nuestra atención. Muy al contrario, está mal que alguien cuide de sí solamente,
quien dedica a su prójimo una sencilla mirada de reconocimiento que supondría
la diferencia entre la alegría y la tristeza.
Cada uno de nosotros es una historia y, por
más pobre que sea, no deja de tener un valor absoluto. Todos tenemos la misma
dignidad, que no se pierde cuando en la vida nos va mal, cuando los otros nos
machacan, ni, tampoco, cuando nosotros mismos nos consideramos indignos, o
cometemos un crimen cualquiera.
Nadie merece que su vida sea indiferente
para otro, nadie.
Algunos se imponen a otros, se hacen notar,
son capaces de mucho para conseguir el tiempo y la admiración de los otros. Otros
viven a un nivel más profundo, lejos de las apariencias y de las
superficialidades. Su confianza busca lo que los otros son, no lo que
tienen los otros o en qué situación se encuentran.
Después esta quienes reúsan ver a aquellos
que consideran insignificantes. Pero es esa su decisión y, por sí sola, la
prueba evidente de la ceguera de su espíritu.
Otros, los que son capaces de escuchar lo
que el silencio les dice, son los mismos que nos ven el alma solo con mirarnos
a los ojos.
¿Te reconoces como necesitado de aprender
aquello que el tiempo ya ha enseñado a quien tú ni siquiera reparas que existe?
¿Eres capaz de comprender que dentro de
cada persona a tu lado hay una vida entera?
¿Has encontrado ya
la sabiduría que te puede ayudar a ser feliz? Tal vez la descubras en el
encuentro con los invisibles con los que te cruzas cada día. Prueba a acercarte
y decirles buenos días… espera un poco y escúchalos sin prisa… si necesitan
algo que tú les puedas dar, y da. Tal vez así descubras la verdad que andas
buscando.
Es una reflexión muy acertada sin duda.
ResponderEliminarDesde hace ya un tiempo se les llama popularmente invisibles pero siempre lo fueron. Yo pasé por ese trance como tú bien sabes y aprendí muchas cosas valiosas, otras las olvidé o me dejaron de interesar.
Es... Una transformación, podría ser buena o mala, o ambas, pero ya no eres el de antes.
Pierdes tantas cosas, no me refiero a lo material, pierdes pareja, familia amigos, vecinos... O talvez nunca fueron nada de esto. Pierdes dignidad, tranquilidad, incluso tu propia identidad por que ya no te reconoces en el espejo.
Como dije con anterioridad es una transformación. Aprendí de mis errores, me levanté poco a poco, y aún estoy haciéndolo. Algo que sí que se me quedó grabado a fuego es que invisible se hace uno, la dignidad ni te la dan ni te la quita nadie. Ese poder que asumimos que lo tienen los demás es tuyo; reconocimiento, atención, amor... Eso está dentro de nosotros no dentro de otro ser humano. Yo puedo querer pero nadie puede querer por mi.
Nadie puede asumir responsabilidades ajenas, es cierto, pero sí se puede ayudar a alguien haciéndole ver lo bueno que hay en él,no echarle en cara los defectos para que los corrija, porque no está en condiciones ni siquiera físicas muchas veces.No es fácil,por eso por regla general hay que dar muchos tumbos hasta dar con la ayuda, inesperada, sorprendente, que a veces es un verdadero milagro... y lo digopor experiencia, como cualquiera la puede tener. El problema es cuando no nos dejamos sorprender, no nos fiamos del todo, y, como de uno mismo no se fía...pues sigue por un camino equivocado hasta volver a dar con la ayuda precisa. Tampoco es fácil hablar pues cada caso tiene sus particularidades, y como dice a menudo José Luís, el silencio puede ser la mejor manera de ayudar, escuchando, claro está.Animo, cada vida tiene su sentido, y merece todo el respeto, salvo el mal a voluntad ..
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