sábado, 8 de octubre de 2022

El cansancio favorece las caídas

 José Luís Nunes Martins


¿Cuántas veces erramos en nuestros juicios solo porque estamos cansados? ¿Por qué razón el cansancio nos hace aceptar con tanta facilidad cosas a las que diríamos no en cualquier otra circunstancia?

La fatiga afecta nuestro discernimiento hasta el punto de que el descanso debe ser obligatorio a fin de evitar nuestra propia destrucción.

El cansancio puede ser el resultado de un ejercicio repetitivo que aborrecemos hasta llegar al límite, y la fatiga resulta de un agotamiento de las fuerzas, pero en ambos casos se trata siempre de un disgusto. Pues, aunque muchas veces nos quede la honra de haber cumplido, o incluso excedido, nuestro deber, la fatiga es siempre un precio a pagar y no un placer del que se disfruta.

¿Pero qué nos cansa el alma? Vivir sin esperanza, en una rutina vacía de sentido. Tal vez porque hayamos decidió dejar de luchar… o de soñar. ¿Cuántas veces el miedo se disfraza de cansancio? ¡Tantas cuantas la esperanza y el coraje nos dan fuerzas!

Y queda aún un tiempo más peligroso que el cansancio, que es el que algunas veces sucede, si no hubiera cansancio: el tiempo del desinterés, de la desmotivación completa, del ya no importa.

Mi mundo y el de los míos sería mucho mejor si yo descansase más, si me empeñase en recuperar fuerzas cuando ya no las tengo, y si respetase mis límites.

Para que podamos tener paz y ser felices, es importante no confundir la necesidad y el deber de descansar con la perniciosa voluntad de desistir y de entregarse.

Si estoy cansado, no decido, descanso.



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