José Luís Nunes Martins
El sufrimiento puede
hacernos grandes o volvernos mezquinos y vengativos. De cualquier forma, pone de
manifiesto quien elegimos ser.
El dolor nos aumenta el
corazón y, con eso, eleva y engrandece lo que somos. Hay quien cierra su
corazón y huye del dolor, pero ninguno de esos ha salido nunca vencedor.
Quien evita el
sufrimiento no vive. Su triste alegría se debe a un pacto con el miedo.
Es importante abrir
los brazos y ofrecer el pecho al que nos ataca, combatiendo el mal no con el mal,
sino con el bien de nuestro corazón. Los brazos abiertos son siempre una
voluntad de abrazar a alguien que, con los brazos bien abiertos, también ofrece
con coraje y amor su echo al otro.
Es esencial comprender
que, así como los pequeños dolores se comparten, los grandes sufrimientos son
mudos y no se pueden compartir con palabras. A veces, ni la mirada de alguien
nos dice el dolor que esconde y cala por detrás de ellos.
Hay tragedias que me hacen bien, porque me vuelven bueno.
Por falta de
discernimiento, acabamos provocando mucho mal a nosotros mismos. No por
cualquier razón noble, sino porque no sabemos quien somos… si autores del mal,
si sus víctimas inocentes.
¿Cuántas veces el
alivio al final del sufrimiento se debe a lo que aprendemos sobre nosotros
mismos? Que somos más de lo que creíamos…que somos capaces de lo peor, también
lo somos de lo mejor.
Cuanto más ames, más
tendrás que sufrir…Pero la verdad es que el amor vale cualquier tristeza, por
mayor que sea. Porque cualquier sufrimiento es pasajero. Solo el amor es para
siempre.
Lo que nos salva
duerme donde vive el amor. Recuérdalo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario