domingo, 9 de julio de 2023

No esperes que te agradezcan

 

José Luís Nunes Martins


 La ingratitud es una de las formas más corrientes de orgullo que afecta a muchas personas que, habiendo hecho el bien a alguien, terminan por sentirse traicionadas por aquellos a quien beneficiaron sus obras.

 Hay personas que no solo son ingratas en los momentos en que lo que quieren es obtener aún más favores.

 La verdad es que un ingrato es siempre débil, pero también lo es quien hace el bien con intención de ser alabado.

 El bien nunca deja de ser meritorio, aunque aquel que actúa de forma interesada no tenga derecho a muchos más elogios que de aquellos que obtiene de quien le agradeció o aplaudió.

 Por otro lado, cuando alguien hace el bien sin buscar nada a cambio, ese sí merece mucho más que cualquier aplauso o alabanza humana. Es más que justo que su gesto sea gradecido, si no en este mundo, entonces en aquel del que este forma parte. Hay obras que solo la misma eternidad puede revelar y agradecer.

 Es importante vivir, escoger y actuar bien, sin esperar agradecimiento o aplausos. Y cuando el bien que hiciéramos fuera menospreciado, olvidado o despreciado, es bueno que tengamos presente que eso no quita valor alguno a aquello que hicimos tal vez hasta lo aumenta.

 ¿Vale la pena amar a un ingrato? Sí, porque si no fuera el amor, es más que cierto que nada lo podrá redimir.

 Es duro tener que admitir que, muchas veces los ingratos somos nosotros… ¿Cuántas veces agradezco el bien que hacen por mí? ¿o es que creo que es justo que así sea, porque yo soy mejor que los otros y, por eso, ellos me deben servir?

 Una de las estrategias más comunes es la de fijarnos en los errores y vicios de quien nos hace el bien que en su bondad.

 No olvides nunca el bien que te ha sudo hecho. No habrá mayor honra que esa a quien lo hizo.

 Agradecido a quien lee lo que escribo. Agradecido a quien con su bondad me hace sentir útil y bien.

 Agradecido, mucho.

 


 

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