José luís Nunes Martins
Es bueno entregar lo más íntimo que tenemos a Dios, de
forma ponderada, más aún si lo hacemos como si estuviésemos depositando un tesoro
en un lugar secreto. La verdad es que arrancar palabras de la tristeza y de las
preocupaciones produce un alivio y una paz sin igual, como si, al compartirlas,
nos librásemos de parte de ellas.
Escribe la verdad. Tu verdad. Aunque no sea la verdad
para nadie más. Tus sueños más locos, pero también tus deseos más simples.
Casi todos tenemos un corazón que aún no ha envejecido…
es bueno dejarlo libre y escucharlo con atención.
Escribir una oración nos permite visitar partes de
nosotros que solemos tener cerradas. Como si descorriésemos nuestro museo
interior. Profundo, rico y único.
Escribe una oración que no imite ninguna otra.
Escríbela de tal forma que nadie consiga imitarla.
Deja nacer en ti lo que, como un fuego, se eleva hasta
el cielo. Purifícate, quemando en ti egoísmos, orgullos y demás impurezas.
Agradece. Pide perdón. Pide ayuda. Medita. Entrega tu
silencio. Entrégate, como si te entregases a los brazos del amor que te hace
existir.
Acuérdate de lo que fuiste, de lo que eres y quieres
ser… escríbelo para que lo puedes leer y así te sientas más comprometido. Oblígate
a ser tan bueno cuanto te es posible, fijando objetivos nobles confiando en que
eres capaz de alcanzarlos, a pesar de todos los sacrificios que tendrás que
soportar para conseguirlos.
Nunca esperes respuesta. Ella surgirá, `pero no en el
tiempo ni en la forma que imaginas.
Lo más excelente de la oración es transfigurar a quien
la hace.
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