sábado, 31 de mayo de 2025

Lo que he aprendido del mar

José Luís Nunes Martins


Me basta contemplar durante algún tiempo el mar para que aprenda o recuerde lo que más importa saber y sentir. Parece asombroso - y es.


El mar es una ventana para nuestra para alma. No es preciso mucho para que percibamos  que aquella inmensidad revela pa pequeñez de nuestra existencia. Al mismo tiempo, también sentimos que aquello que nos da vida es grandioso -tal vez mucho mayor que el mar.


El silencio melodioso de una playa nos convida a expresar lo que nos pesa y duele, lo que nos preocupa y aquello que, en verdad, ambicionamos. Como si el mar nos enseñase a mirar con sabiduría  la historia de nuestra propia vida. Desde el nacimiento hasta la muerte -y más allá.


Confío a la brisa del mar mis secretos, y ella me trae verdades que creía olvidadas.


En el mar encuentro una libertad infinita -imposible en tierra firme.


Aprendo que debo persistir. Siempre. Ola a ola. Día a día. No importa si me siento mejor o peor, si la marea sube o baja… las ondas se suceden, suaves o más fuertes, pero no paran. La mayor de las rocas no saldrá vencedora de esta batalla. Porque el mar, tal como yo debía ser, no desiste. Renace y renace. Avanza y retrocede para avanzar de nuevo. Sin fin.


Cada grano de arena de la playa es prueba de que el mar vence -porque persiste.


En la adversidad, solo la paciencia y la perseverancia permiten que encontremos nuestro camino. El mar se adapta a cada situación, sin resistencia. Parece saber que vencerá, si no luego, más adelante. El tiempo está como el mar.


Cuando me acerco, me basta contemplar el azul del mar para purgar en las profundidades de lo que soy y -a partir de ahí- discernir cuales son las decisiones más acertadas.



De mí hasta lo más hondo de mi alma hay un mar inmenso, capaz de mover montañas, pero solo cuento con esa fuerza si me mantuviera fiel a mí mismo y a la misión que me fue propuesta.


sábado, 24 de mayo de 2025

LAs CRISIS OBLIGAN AL DISCERNIMIENTO

José Luís Nunes Martins



Nada existe en este mundo que no esté sujeto a crisis. Pero es difícil tener que vivir siempre en medio de tantas crisis. Puede llegar a parecer que hay un orden en el desorden a fin de garantizar un caos constante. 


Cuando por fin llegamos a un momento de paz, debemos aprovechar al máximo, porque después de la bonanza viene siempre la tempestad.


¿Pero cómo podemos navegar en aguas revueltas, vientos fuertes y corrientes traicioneras? La violencia nunca es derrotada con violencia. El mal se combate con el bien, por eso, en medio de una tormenta lo más importante es mantener la calma y procurar ver con claridad lo que a primera vista parece oscuro, para que, al poco, comencemos a ver lo verdadero en  el engaño, lo cierto en lo errado, el bien en el mal.


Há nas crises um momento chamado crítico, um lugar decisivo, um ponto a partir do qual, ou tudo piora sem retorno possível, ou de onde se começa a melhorar.


Hay en las crisis un momento llamado crítico, un lugar decisivo, un punto a partir del cual, o todo empeora sin retorno posible, o donde se comienza a mejorar. 


Vivir una crisis implica un esfuerzo para superar lo que parece ser un huracán que nos ha arrancado de nuestro confort y nos ha dejado en el fondo de un abismo olvidado.


La crisis es tiempo de discernimiento. En medio del caos,  es preciso encontrar los momentos y las acciones decisivas para atravesarlo y transformar toda la agitación en orden. Del caos nace el orden  -o mejor, desde el caos se ha construido el orden.


Ser humano implica crear a partir, no de la nada, sino de lo indefinido. Las crisis son la materia prima por la cual nos vemos forzados a crecer. Nadie sale igual que era cuando entró. Las crisis o nos destruyen por completo o nos fortalecen, aunque tengamos que sufrir.

Pero… existirá algo que sea siempre lo que más importa valorar?


Sí, la vida.

sábado, 17 de mayo de 2025

¿ Descargas a aquellos que amas?

José Luís Nunes Martins



Una tentación que muchas veces nos vence es la de pedir a otros algo que podríamos hacer nosotros solos. Peor es cuando lo hacemos a aquellos que amamos, porque estamos sobrecargando a quien debíamos aliviar.


La vida es dura y no dejará de serlo, porque supone una lucha constante contra adversidades grandes y pequeñas. Soy yo quien debe cargar mi cruz, en cuanto mis hombros tuvieran fuerza para ello. Pero pasarla a alguien, sin que haya necesidad de eso, es un gesto de egoísmo capaz de herir en profundidad el amor más verdadero. 


En algunos momentos de nuestra vida, nos sentimos más necesitados e inseguros, pero muchas veces estamos tentados a confirmar el amor de los que nos aman… no será un gran error, siempre que ese vacío que sentidnos sea auténtico.


Hay, además, una tentación mucho más perversa - porque corrompe el bien en su esencia- que es que no pedimos ayuda a quien amamos cuando la necesitamos.


Si amamos a alguien, entonces la lealtad implica que les revelemos nuestras más profundas necesidades. Si estamos bien nosotros, debemos cuidarlos al máximo, pero si no estamos bien, entonces aquellos que nos aman deben saberlo sin demora ni reservas. 


El amor exige que yo renuncie a mí mismo y me concentre en el otro, en su bien y en sus necesidades, colocándomelas a su disposición  mis fuerzas y talentos.


Devemos sempre poupar quem amamos das dificuldades que conseguimos superar sozinhos, mas nunca o devemos fazer quando as adversidades estiverem a vencer-nos.


Debemos librar siempre a quien amamos de las dificultades que podemos superar solos, pero nunca lo debemos hacer cuando la adversidad fuera a vencernos. 

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sábado, 10 de mayo de 2025

O yo soy nosotros o no soy nada

José Luís Nunes Martins


La fe nos pone a salvo, suceda lo que suceda. Aunque el cuerpo sea flagelado, la fe protege al alma y permite que ella permanezca intacta.


La fe transforma el dolor en alegría, la angustia en promesa de luz, la aflicción en gratitud y la tristeza en confianza.


La fe hace que seamos capaces de hacer todo, sin esperar nada, porque esperaríamos en vano. No hay mayor recompensa para un gesto bueno que hacerlo. ¡ El mayor don de la existencia es la vida, lo recibimos y jamás conseguiremos retribuirlo sino por un amor que supere los límites de la razón!


¿De qué vale una vida vivida en soledad? Nada. Nadie puede ser solo.


O yo soy nosotros o no soy.


En soledad, soy alguien a quien le falta todo. Con fe, nada me falta, porque siento a Dios en cada soplo de mi respiración, en cada latido de mi corazón, en cada uno de los más pequeños pedazos de mi. Dios está conmigo, porque, si Él no estuviese conmigo, yo valdría menos que una piedra perdida a la vera de un camino sin importancia.


Cada uno de nosotros es un milagro. Lo creas o no.


Dios está conmigo, a mi lado y dentro de mí.


Con fe, ninguna miseria me aterroriza, tampoco ninguna alegría me consuela en absoluto. Pero la fe duele, porque no es una  certeza firme, más bien, una esperanza que exige combates uno detrás de otro, sin que haya un día de paz. La fe es un fuego que precisa ser alimentado todos los días, para que las sombras nunca se conviertan en tinieblas.


La fe hace que podámosla ver lo que está detrás y en la raíz de todo aquello que los otros ven.

Sin fe estamos muertos. Solo vive quien sabe creer en lo que otros juzgan imposible.


Es la fe lo que nos conduce a lo que esperamos y a lo que ni siquiera soñamos.

sábado, 3 de mayo de 2025

Rodillas de niña feliz



José Luís Nunes Martins 


El viento que apaga la vela es el mismo que multiplica el fuego. Frente a una desgracia, el alma pequeña sucumbe mientas que la grande se fortalece.


Debemos comprender que las adversidades nos pueden hacer más fuertes, mientras sepamos usarlas  en nuestro favor. Es importante que nos concentremos en nuestra capacidad de combatirlas.


La vida es un don divino. El sentido de la vida comienza por vivirla. Aceptar la vida tal como ella nos lleva a la paz de donde nace la felicidad.


El dolor es una rara señal de vida. Es un caso claro y preciso del lugar hacia donde nos debemos dirigir con el fin de afrontar la siguiente batalla en esta guerra que es la conquista de la felicidad. Quien cae y se hace daño, debe levantarse y alegrarse por la fuerza que hay en él y que le permite levantarse, a pesar de todo.


¿Quiénes seríamos nosotros si nunca hubiésemos caído? Si no trajésemos con nosotros las señales de las desgracias  que padecimos?


Solo una madre o un padre sabe que las rodillas llenas de marcas  de sus hijos son, de hecho, señales de alegría, lecciones de vida y semillas de felicidad.


Cuanto más alto quisiéramos subir, más expuestos estaremos a la fuerza de los vientos que ponen a prueba nuestras convicciones; mayores las caídas, mayores las cicatrices- mayores nuestras almas.  


Hay quien cree que las derrotas solo nos destruyen. Otros comprenden que, pasado algún tiempo, cualquier tragedia puede ser la base de un perfeccionamiento que no podría realizarse de otra forma.


Nadie conoce mejor un camino que el que lo recorre con los pies descalzos.


Tal vez sea bueno que volvamos a ser como éramos en nuestra infancia, antes de conocer muchas palabras y de preocuparnos por el mañana. Cuando éramos más puros, más amorosos, más alegres y más felices… Cuando aún no sabíamos vivir como ahora: de esta forma tan prudente, controlada - y tan infeliz, por ser tan contenida.