lunes, 25 de febrero de 2013

Si nadie lo remedia, un enfermo mental en la calle, esperando una plaza para él en un centro.




Hoy he conocido otro caso de un enfermo mental, que no le queda  otra alternativa que pasar sus días en la calle, porque no hay plazas vacantes en un centro de la Junta. Esto si la trabajadora social no consigue colocarlo en algún albergue como solución transitoria, hasta que quede alguna plaza vacante en un centro, y no será por que no dedique todo su esfuerzo  en conseguirlo.

Y ¿Dónde está la familia, o por qué no se puede hacer cargo de esta persona su familia? Muy complicado, es muy complicado responder a esta pregunta; lo cierto es que no todas las familias están en condiciones de hacerse cargo de una persona cuyos cuidados requieren mucha dedicación, entrega, conocimientos, recursos y en algunos casos fuerza, y en no pocas ocasiones se sienten solas y sin recursos. Además,  debido a los recortes en sanidad tienen que pagar las medicinas o se retrasan las consultas.

Hay que añadir en el caso de esta familia, además, otro de los gravísimos males  que aquejan a esta sociedad, que es una familia desestructurada; y si en cualquier familia que sufre este trauma puede provocar algún trastorno mental en alguno de sus miembros, generalmente los niños o los más débiles, en esta familia ha supuesto el abandono o la falta de cuidado de este hombre.

Nunca han estado los ciudadanos más necesitados más desprotegidos, si no se les proporciona el apoyo económico y sanitario necesario a las familias con alguno de sus miembros enfermo crónico o con alguna enfermedad mental, ¿qué clase de estado tenemos? si no se protege ante todo al más débil, ¿cómo vamos a confiar en ese estado?, nadie puede sentirse seguro. Hoy, muchos miran para otro lado ante los problemas ajenos y piensan que mientras no le toque a él, que cada uno se las apañe.

A pesar de todo, yo  pienso y digo con frecuencia que la misericordia de Dios es infinita, y de alguna manera no permite que los más necesitados no tengan la ayuda que precisan, de ahí que existan muchas instituciones que atienden casos extremos, y otras muchas instituciones y personas que por propia iniciativa socorren de manera silenciosa y eficaz a personas que están solas.  Cuando a veces no vemos la solución al problema, seguramente la conciencia nos está avisando que no podemos conformarnos, que tenemos que hacer ver a todos que hemos de esforzarnos por mejorar como sociedad y como ciudadanos.

Por eso hoy, ha habido alguien que ha hecho lo posible para que esta persona no quede en la calle, ha presionado a quienes pueden evitarlo aunque tengan que saltarse algún precepto, y así este hombre pueda esperar  su plaza en un centro adecuado de manera digna, sin estar expuesto a los  peligros de la calle. 

domingo, 24 de febrero de 2013

La dignidad de solicitar ayuda

Y hoy, un texto de Chiara Lubich, con mi agradecimiento:

"Sintamos también nuestra dignidad en solicitar la ayuda del hermano y demos gracias de todo corazón a quien nos ayuda; pero reservemos el agradecimiento más profundo a Dios, que ha creado un corazón humano caritativo, a Cristo, que, al anunciar con su sangre la Buena Nueva y sobre todo su mandato, ha impulsado a un sinúmero de corazones a moverse en ayuda mutua. Mediante este mandato, Jesús ha distinguido a los cristianos de todos los siglos de los demás hombres que aún no han entrado en su Iglesia.

Si los cristianos no manifestamos esta característica, terminaremos por confundirnos con el mundo y perderemos así el honor de ser considerados “hijos de Dios”. En tal caso –como necios- no usamos el arma quizá más fuerte para dar testimonio de Dios en nuestro ambiente, congelado por el ateísmo “paganizante”, indiferente y supersticioso. Que el mundo pueda contemplar atónito un espectáculo de concordia fraterna y diga con nosotros, como de los que gloriosamente nos precedieron. “¡Mirad cómo se aman!”

sábado, 23 de febrero de 2013

Al menos él ha reparado en ella




Por más que cada día conozca personas diferentes, con diferentes problemas o desgracias a cuestas,  le vengan sin quererlas o por haberlas provocado, jamás puede uno llegar a acostumbrarse. Cada persona es diferente, su problema es diferente, aunque parezca igual a otros, por eso es peligroso caer en comparaciones odiosas; cada persona es un mundo, cada persona responde a su manera a situaciones muy parecidas. Por eso cada uno es dueño de su propia vida y la vivencia es propia y exclusiva, aunque esto no le impide comunicarla, o compartirla.

Pero algunas personas son incapaces de comunicarse, si se comunican es porque están ahí, se les ve,  se mueven de un lado a otro, sin un rumbo determinado, sin voluntad propia, porque se la ha apropiado una enfermedad psíquica, o un vicio que la engaña y le ayuda a olvidar aquello precisamente a lo que debe hacer frente con los cinco sentidos. Otras muchas personas no se dan cuenta, no ven a la persona que tienen que esquivar, porque va sin rumbo fijo y hasta se tambalea, o sencillamente está sentada, como un estorbo,  en medio del camino, esperando que alguien repare en ella y le eche una mano.

Esta introducción se debe a la conversión que tuve esta mañana, a última hora, fuera ya del horario de oficina. Precisamente yo estaba deseando irme a casa porque estaba algo cansado. Vencida mi prisa me puse a charlar con la pareja que acaba de entrar. Ella no hablaba y por su aspecto se diría que estaba un tanto asustada y con ganas de largarse de allí y que nadie la viera. Él sí hablaba y me contó lo siguiente:

Él la ha recogido de la calle hace poco, es de esas personas que ha reparado en ella. Es mi amiga, me dice, sólo amiga, recalca mirándome fijamente. Las desgracias de esta criatura, que ya rebasa la treintena aunque no lo parezca, vienen de atrás. La primera desgracia es que tiene una enfermedad seria de la que no se está tratando. Su madre la echó de casa a la vez que a su propio padre, para juntarse con otro hombre. El padre muere y esta mujer, que tiene tres hijos, los deja con los abuelos; pero cuando a penas  la nieta mayor comienza a parecer una mujercita,  el abuelo abusa de ella. Hoy esta mujer, huérfana de padre, está abandonada por su madre, por sus abuelos y por el padre de sus hijos.

¿Cómo te has arreglado hasta hora? Le pregunto directamente a ella; pues viviendo una  temporada con unos amigos y otra temporada con otros, me responde. Le sigo preguntando y a todo contesta que no sabe, incluso se extraña de que le pregunte si ha acudido alguna vez a la trabajadora social; no sabe quien es una trabajadora social. Menos aún sabe que existe una oficina de atención a la mujer,  no sabe que existen unos servicios sociales municipales a los que tiene derecho. Tampoco ha solicitado el grado de discapacidad que le corresponde por su enfermedad. ¿Es posible tanta ignorancia en estos tiempos?

Volvemos siempre a lo mismo: sin familia no hay sociedad que resista, y si resiste es porque todavía quedan familias dignas de tal nombre. Pero hay demasiados casos de familias desestructuradas, y como el mal siempre ejerce una tentadora fuerza de arrastre, hay que ser muy fuerte, hay que tener las ideas  claras o una fe muy sólida a la que agarrarse para no dejarse arrastrar por la corriente de hedonismo, relativismo y arrogancia que nos envuelve y acosa, a cada instante y desde todas partes.

jueves, 14 de febrero de 2013

Un país absurdo y cruel


  
Juzguen ustedes si realmente no estamos en un país absurdo, no quiere esto decir que hayamos tenido la mala suerte de nacer en él, y qué desgraciaditos somos. No, en absoluto, lo hemos construido nosotros, abusando de la democracia, malgastando el capital heredado,  las buenas costumbres y creyéndonos mejores y más listos…

“Por sus hechos los conoceréis”, dice el evangelio, y no hay otro modo más eficaz de juzgar nuestras acciones y a todos y a cada uno de los que formamos este país, al que no me atrevo a llamar patria, porque la mayoría ha renunciado a tener patria, o sea al compromiso de tener que cuidarla, defenderla y amarla. Yo no puedo dejar de sentir una enorme vergüenza, y pena, no tengo ya ni ganas ni fuerzas para rebatir  a los que se empeñan en el separatismo, y a los que los defienden. Me aburre que me califiquen de fascista o franquista, como hacen los nacionalistas, en una reducción absurda, injusta e inexacta, para calificar a todos los que nos atrevemos a decir que son unos insolidarios,  pero sobre todo que han sembrado el odio a España en las tiernas conciencias de sus niños, ¡qué futuro se puede esperar!, un futuro que ya está aquí, empeorado además por la crisis.

Toda esta introducción me la ha motivado una desagradable historia que me contaron esta mañana dos personas sin hogar, que han recorrido media España por lo menos. Y ahora digo España, como yo la siento: mi patria, la que me da cobijo, me cuida, asegura mi identidad y me da fuerzas para trabajar por el bien común y por el de la humanidad, como dice el himno de Andalucía, con muy buen sentido.

Uno de estos dos hombres, ciudadanos españoles, tuvo la desgracia doble de que le robaron la documentación y además en Cataluña. Aquí lo atendieron los mossos d´squadra y le hicieron la denuncia en catalán. Bien. Siguieron su camino sin otro problema hasta llegar a Murcia. Aquí los municipales de piden la documentación cuando comen tranquilamente un bocadillo en la vía pública, y al ver la denuncia en catalán los echan de allí y se niegan a traducir dicha denuncia. Primera estación. Ahora quieren pernoctar en Puente Genil y sin más les dicen que en ese albergue sólo tienen derecho a dormir los negros, segunda estación.

Aquí, en nuestra ciudad, tampoco pueden quedarse en el albergue, tercera estación, y les mandan a la policía para que les traduzcan la denuncia al español y así poder pernoctar en el albergue, esto se puede entender, nunca se sabe en un albergue lo que puede pasar o quién puede entrar. Pero es que la policía se desentiende y no les facilitan una traducción, un permiso o algo.

Obedientes y satisfechos, estas dos personas se desplazan a otro albergue, gracias a la información que les ha facilitado la trabajadora social; menos mal que van bien informados y con la esperanza de poder descansar a gusto unos días.

Cuando nos contaban estas historias, era como estar contemplando en una fotografía la realidad de este país, y ahora vuelvo a decir país, porque no protege a los suyos, porque es duro y cruel con los más débiles, justificándose encima en una leyes que son absurdas, elaboradas por un parlamento absurdo, ajeno a los problemas reales de las personas, que parecen hechas a intención para volvernos locos, que castigan con la máxima dureza las faltas de las personas corrientes, y en cambio son aptas para encubrir los mayores crímenes, y sobre todo para ser burladas por la clase política, librándose así de responder por su mala administración, incluso de pagar por la corrupción más insultante  a la que han llegado.

¡Dios nos ampare! Realmente sólo Dios es misericordioso, porque es todopoderoso e infinitamente sabio e infinito amor. Los hombres sin Dios se vuelven  mezquinos, soberbios, “un lobo para el hombre”. ¿Por qué se empeñan tanto algunos en desterrar a Dios de la sociedad, de la naturaleza y la conciencia de las personas? ¿Quién puede odiar tanto a Dios, como  desprecia y humilla a sus semejantes? Nosotros hemos abandonado el camino hacia Dios, no es Dios el que nos ha abandonado, él espera y espera, generación tras generación, esperando recibirnos a cada uno.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Un Mago en la oficina



Hoy la mañana ha sido diferente, encantadora; digo encantadora en el más puro sentido de la palabra, pues hemos tenido la visita de un auténtico “Mago”. Así se ha presentado él mismo, como conclusión de una serie de aficiones que conforman su vida: la guitarra, contemplar el paisaje, disfrutar de la vida sencilla, de la música y la lectura, después de haberle preguntado yo cómo se llamaba y de donde venía. Por supuesto va acompañado de su guitarra, su mejor compañera, dice.

Con la mayor naturalidad y franqueza comenzamos a charlar, y era como volar por un mundo de fantasía: magos, ángeles, seres extraordinarios y puros; y a mucha distancia el malo, el diablo. Un refugio perfecto. Al decirle yo que creía que el diablo me estaba persiguiendo, que incluso había soñado con él hacia unos pocos días, me dijo que no le tuviera miedo, que no podía hacerme nada. Y siguió comentando sus aficiones literarias, y más concretamente de libros de magia; además me dijo que escribe cuentos, y para demostrarlo me invitó a escuchar uno. Yo estaba esperando que sacara una libreta o unos papeles, pero él estaba concentrado en  su “supermóvil-eboock-planisferio-brújula”, y me sentí un poco "paleto". Comenzó a leer en voz alta y clara unas descripciones  minuciosas y plásticas de cada personaje (él también pinta; es cuenta cuentos, mimador); utiliza un  vocabulario culto  y preciso, y la narración te llevaba dócilmente, sin prisas por conocer el desenlace, disfrutando de la lectura y del paisaje.

Tú no pareces de esta época, le digo; ya ha mostrado su gusto por la pronunciación completa de las palabras y sin acentos, y  él me responde muy convencido y satisfecho de que le haga esta observación que por supuesto, porque esta época es fea y muy mala para vivir.

Tiene un gran objetivo: peregrinar hasta el vaticano. Con el planisferio de que dispone en  su super-movil se orienta a la vez en la tierra y en el cielo desde cualquier parte, porque piensa conocer Francia, escalar los Alpes, y llegar a Roma como meta de su peregrinación. Aquí tiene que conseguir que alguien le reciba para demostrar que existe, que es alguien, y ya está.

Ahora es cuando volvemos al punto de partida, por qué está en la calle y desde cuando. El origen es muy triste y muy corriente en estos tiempos, es la “típica” familia desestructurada. No diré nada concreto, sin embargo diré que alguien nos estaba escuchando muy atenta, una señora que ya estaba allí desde hacía un rato, silenciosa. Cuando el chico pasó  para la entrevista con la trabajadora, esta mujer se dirige a mí, con cara y gesto emocionado, y me dice: ¡qué pena, cómo una madre puede denunciar a su hijo y echarlo a la calle, no puede ser! Le faltaba poco para llorar. La verdad es que el aspecto del joven inspira cierta ternura, con su cara de niño, su sonrisa un tanto desganada, y burlona, como si intentara burlarse de la realidad que no le agrada, su atuendo un tanto anacrónico, pero modelo payaso, con sus remiendos y todo.

La verdad es que escuchando a este joven daban ganas de llorar, o mejor, en vez llorar  gritar: ¡basta, hasta donde vamos a llegar! “Todo reino dividido entre sí, se destruye a sí mismo”…así se va desmoronando esta sociedad del bienestar familia a familia, individuo a individuo, después de tantos siglos de guerras y de esfuerzos como ha costado levantarla. ¿Cómo vamos a defendernos del mal así, enfrentados, asustados de nosotros mismos y por los más cercanos?

Una de las primeras frases del día que sonaron en esta oficina  fue precisamente que “una de las cosas peores que sufrimos hoy es la falta de respeto”, entre las personas y hacia todo lo que se lo merece. A ver cómo arreglamos esto ahora, a ver cómo nos ponemos de acuerdo para poner remedio entre todos, si no nos respetamos… A mi me gusta una vieja expresión, que aprendí de niño y no entendía entonces, pero que hoy cuesta muy poco entender: “cada uno en su casa y Dios en la de todos”.

sábado, 9 de febrero de 2013

Somos tan complicados…



Hoy no sé por donde empezar, pues paso un bache profundo en mi propia vida, y los alrededores no me ofrecen tampoco mucha paz y sosiego. Sin embargo, me agarro precisamente a aquellos que son más débiles y no se quejan o a quienes se esfuerzan por superarse.

Así hoy acudí a la cita y hablamos, vaya si hablamos, poco a poco fuimos deshaciendo la madeja de dudas, sospechas, venciendo las dificultades de la comunicación que la hacían incompleta e insatisfactoria. Algo había que impedía el diálogo y la escucha recíproca, eran los prejuicios, ¿ciertos temores a que se descubriera la verdad?, cualquiera sabe, somos tan complicados, y más cuando nos hemos hecho a nosotros mismos, en una lucha inútil por conseguir el amor que quieres, sea el de tu mujer, el de tu madre...

No cabe otra solución que aceptar la realidad, tomar las riendas de uno mismo y, sin esperar nada de nadie ni hacer más reproches, seguir el camino hacia una recuperación satisfactoria para uno mismo; y cuando ya estés saciado y lleno de todas las cosas buenas, entonces estarás  preparado para devolver bien por mal y recibir la recompensa merecida, o incluso sin esperar recompensa, porque ya no la necesitas.

Cómo se puede lograr este estado de máxima felicidad en este mundo, eso dependerá de cada uno, de sus capacidades y cualidades, y de las que sea capaz de desarrollar; de las relaciones que frecuente y estime; de tantas cosas, pero seguro que si se empeña, tarde o temprano, mejorará su situación y sobre todo se  valorará a sí mismo un poco más, porque cuanto mas “valga”, más podrá ofrecer.

También podemos acudir, de manera permanente, al gran Amigo del Hombre,  si con humildad nos presentamos ante él, y en vez de  pedirle cosas, lo contemplamos en su paciencia y en su misericordia infinita, y sobre todo en su capacidad de sufrimiento. Hoy, sin embargo, nos puede parecer que Dios está ausente, pero no, eso lo provoca el gran número de personas que lo han abandonado, y ahora se vuelven contra él, porque no pueden con la carga, ni ven la solución a sus problemas.

jueves, 7 de febrero de 2013

El oasis de la palabra



 Tenía una deuda con nuestro breve amigo el poeta, por fin accedió a regalarnos esta poesía hace ya unos días, con la promesa de publicarla en nuestro blog. Se la dedicó a T., que celebraba su cumpleaños con nosotros, y según nos decía no lo había celebrado nunca...y mucho menos nadie le había dedicado una poesía así:


El oasis de la palabra

Sienta, tranquila,   
no me expliques nada,  
tus ojos todo lo cuentan  
disfruta unos instantes mi cobija.

Yo mismo transité por el desierto     
sé del hastío, de la desesperanza;   
también hice siembra en suelo yermo,    
sentí el dolor tornar mi sangre helada.

He habitado el ágora y el cenobio,  
paseado por la gloria y el fracaso,  
surcado mil senderos sin descanso,  
hasta encontrar al fin el amor propio.

Hoy, aquí y ahora, te contaré un secreto,  
después de la tormenta del siroco,  
si limpias bien tus ojos,   
un espejismo cierto    
te librará del miedo, fardo loco.

Quédate un tiempo, un pacto yo te ofrezco,    
dame tu calma, tu historia inacabada,     
déjame aprehender tus luces y tus sombras,   
y gozosos y en paz plantemos nuestra jaima   
en el oasis de la palabra.

Pescaremos palabras constructoras,   
ladrillos de la inteligencia,    
palabritas yodadas, para la pupita;  
palabras almíbar, caricia del alma,   
palabras semilla, que nos hagan crecer;   
palabras enigma, saberes ocultos.   
Volveremos a ser el niño de pupilas dilatadas,  
el viejo sabio que mide las palabras.






Tu voz, sílaba, junto a la voz del otro   
seamos palabra colectiva,  
arañemos la sabiduría.


Dime el libro que has amado,   
el que te ha hecho ser quien eres.   
Cuéntame si has dejado a Platero    
trotar en tu corazón, preso de nieve.   
Regálame ese poema, que el poeta escribió    
sólo porque tú lo necesitabas.

Yo te daré la alegría de vivir del que ya ha aprendido   
que al lado de las criptas nacen flores    
y que todos los días comienzan    
con la más bella palabra
que tiene mi amada lengua,
regalo de mi madre y de tantos y tantos…

Si yo tuviera que quedarme una,
una sola palabra, la más bella,
la que grácil aletea, baila en mis oídos y en mi alma,    
sería, siempre sería: ALBA

Y tú, caminante, que no sé de donde vienes,    
por favor regálame una, la que tú prefieras,       
¿Quieres?

Hagamos un puente de seda    
con nuestras prestadas palabras


Luis Aranzana


domingo, 3 de febrero de 2013

MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI PARA LA CUARESMA 2013


«Creer en la caridad suscita caridad.
 ‘Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él’ ( I Jn 4,16) 

Queridos hermanos y hermanas:

La celebración de la Cuaresma, en el marco del Año de la fe, nos ofrece una ocasión preciosa para meditar sobre la relación entre fe y caridad:

1. La fe como respuesta al amor de Dios

En mi primera Encíclica recordaba que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva... Y puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4,10), ahora el amor ya no es sólo un “mandamiento”, sino la respuesta al don del amor, con el cual Dios viene a nuestro encuentro» (Deus caritas est, 1).

El encuentro con Dios Amor no sólo comprende el corazón, sino también el entendimiento: «El reconocimiento del Dios vivo es una vía hacia el amor, y el sí de nuestra voluntad a la suya abarca entendimiento, voluntad y sentimiento en el acto único del amor. Sin embargo, éste es un proceso que siempre está en camino: el amor nunca se da por “concluido” y completado» (ibídem, 17).

De aquí deriva para todos los cristianos y, en particular, para los «agentes de la caridad»,  el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la caridad» (ib., 31a).

Esta actitud nace ante todo de la conciencia de que el Señor nos ama, nos perdona, incluso nos sirve, se inclina a lavar los pies de los apóstoles y se entrega a sí mismo en la cruz para atraer a la humanidad al amor de Dios.

«La fe nos muestra a Dios que nos ha dado a su Hijo y así suscita en nosotros la firme certeza de que realmente es verdad que Dios es amor... El amor es una luz ―en el fondo la única― que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar» (ib., 39).

2. La caridad como vida en la fe

Toda la vida cristiana consiste en responder al amor de Dios.  Y el «sí» de la fe marca el comienzo de una luminosa historia de amistad con el Señor, que llena toda nuestra existencia y le da pleno sentido,  podemos decir con san Pablo: ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí (cf. Ga 2,20).

La fe es conocer la verdad y adherirse a ella (cf. 1 Tm 2,4); la caridad es «caminar» en la verdad (cf. Ef 4,15). Con la fe se entra en la amistad con el Señor; con la caridad se vive y se cultiva esta amistad (cf. Jn 15,14s). La fe nos hace acoger el mandamiento del Señor y Maestro; la caridad nos da la dicha de ponerlo en práctica (cf. Jn 13,13-17). En la fe somos engendrados como hijos de Dios (cf. Jn 1,12s); la caridad nos hace perseverar concretamente en este vínculo divino y dar el fruto del Espíritu Santo (cf. Ga 5,22). La fe nos lleva a reconocer los dones que el Dios bueno y generoso nos encomienda; la caridad hace que fructifiquen (cf. Mt 25,14-30).

3. El lazo indisoluble entre fe y caridad

A la luz de cuanto hemos dicho, resulta claro que nunca podemos separar, o incluso oponer, fe y caridad. Estas dos virtudes teologales están íntimamente unidas por lo que es equivocado ver en ellas un contraste o una «dialéctica».

La existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de éste, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios. En la Sagrada Escritura vemos que el celo de los apóstoles en el anuncio del Evangelio que suscita la fe está estrechamente vinculado a la solicitud caritativa respecto al servicio de los pobres (cf. Hch 6,1-4).
A veces, de hecho, se tiene la tendencia a reducir el término «caridad» a la solidaridad o a la simple ayuda humanitaria. 

En cambio, es importante recordar que la mayor obra de caridad es precisamente la evangelización, es decir, el «servicio de la Palabra». Ninguna acción es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia el prójimo que partir el pan de la Palabra de Dios, hacerle partícipe de la Buena Nueva del Evangelio, introducirlo en la relación con Dios: la evangelización es la promoción más alta e integral de la persona humana.

A propósito de la relación entre fe y obras de caridad, unas palabras de la Carta de san Pablo a los Efesios resumen quizá muy bien su correlación: «Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe”. Aquí se percibe que toda la iniciativa salvífica viene de Dios, pero esta iniciativa, lejos de limitar nuestra libertad y nuestra responsabilidad, más bien hace que sean auténticas y las orienta hacia las obras de la caridad.

 La cuaresma, con las tradicionales indicaciones para la vida cristiana, nos invita precisamente a alimentar la fe a través de una escucha más atenta y prolongada de la Palabra de Dios y la participación en los sacramentos y, al mismo tiempo, a crecer en la caridad, en el amor a Dios y al prójimo, también a través de las indicaciones concretas del ayuno, de la penitencia y de la limosna.

4. Prioridad de la fe, primado de la caridad

La fe, don y respuesta, nos da a conocer la verdad de Cristo como Amor encarnado y crucificado,la única realidad que vence el mal y la muerte. La fe nos invita a mirar hacia el futuro con la virtud de la esperanza.
Por su parte, la caridad nos hace entrar en el amor de Dios que se manifiesta en Cristo; el Espíritu Santo nos hace partícipes de la abnegación propia de Jesús: filial para con Dios y fraterna para con todo hombre (cf. Rm 5,5).

La relación entre estas dos virtudes es análoga a la que existe entre dos sacramentos fundamentales de la Iglesia: el bautismo y la Eucaristía. El bautismo (sacramentum fidei) precede a la Eucaristía (sacramentum caritatis), pero está orientado a ella, que constituye la plenitud del camino cristiano.

Queridos hermanos y hermanasos deseo a todos que viváis este tiempo precioso reavivando la fe en Jesucristo, para entrar en su mismo torrente de amor por el Padre y por cada hermano y hermana que encontramos en nuestra vida.
Vaticano, 15 de octubre de 2012. 
BENEDICTUS PP. XVI

sábado, 2 de febrero de 2013

El Amor de Dios en mi vida




Hoy voy a hablar de mí vida un poquito, con vuestro permiso, ya sabéis que con un clic se cambia de página, y no pasa nada. Pero, lo hago impulsado por un buen amigo internauta, que nos  pide a los miembros del “Movimiento seglar Amor de Dios”, que transmitamos en la red nuestras experiencias y difundamos así nuestra forma de vivir las enseñanzas que nos dejo el fundador de la congregación de las Hermanas del Amor de Dios, el Beato P. Usera, en cuyo colegio de Cádiz he sido profesor durante más de veinticuatro años.

El día de la Paz me invitaron mis compañeros a hablarle a los niños del colegio de mi voluntariado en Cáritas, y estas fueron mis primeras palabras a esos niños:

En primer lugar quiero agradecer a vuestros profesores y mis compañeros la invitación para hablaros de mis actividades como voluntario, y para empezar os diré que en realidad yo ya empecé a ser voluntario aquí, en este colegio, aprendí mucho, yo tenía mi título y mis conocimientos, pero aquí aprendí a transmitirlos; a veces no entendía bien a las Hermanas, creía que eso de la puntualidad, tarar al alumno con cariño, estar siempre alegres, etc., eran cosas de monja…

Hasta que leí al P. Usera directamente, y entonces supe que él era un pedagogo extraordinario, y traté de seguir sus enseñanzas: “decir la verdad y hacer el bien; el amor de Dios hace sabios y santos, etc.” Él viajó por Europa para conocer y aprender los métodos de enseñanza mas avanzados (estamos en el S.XIX), quería que sus colegios fueran los mejores, sus profesores los mejor preparados, y todo para ponerlo al servicio de los alumnos, además de ser también su forma de servicio a Dios y a la religión. Y no sólo eso, era un hombre ilustrado y buscada lo mejor para su patria, para ello formó a sus monjas como maestras, quería que sus misiones estuvieran al nivel de las europeas y americanas. En definitiva quería dar lo mejor de sí mismo a los niños y los pobres para cambiar aquella sociedad atrasada en una sociedad culta, preparada, y pacífica.

Y esta es, para mí la mejor aportación para llegar a la paz: que cada uno debe esforzarse en dar lo mejor se sí en beneficio propio y de los demás, de la sociedad en que vive. Debemos exigir, sí, pero primero exigirnos a nosotros.