Así como la semana empezó tormentosa, y hasta bronca, con
la misma rapidez se ha despejado, y no
sólo despejado, se ha tornado muy fértil.
¿A qué se debe el cambio? Sin duda, casi nada ocurre por una
sola causa. El lunes fuimos atropellados por una serie de causas negativas y
produjeron una tormenta considerable. Gracias a la pericia y experiencia
supimos mantener la calma necesaria para que el barco no se hundiera. Pues lo
mismo ocurre ahora, a qué se debe que nuestro trabajo esté dando frutos
inesperados, sin duda confluyen otra serie de causas, en este caso positivas.
Pero, ¿cómo puede ser que algo ocurra por casualidad? Eso yo
no me lo creo. He dicho ya que hay un terreno cultivado, nosotros somos, como
decía Santa Teresa, los jardineros, pero quien hace de verdad fructífero el
terreno es esa agua con la que regamos cada día las plantas, el agua que
alimenta las obras de la caridad.
Por eso a nosotros mismos nos sorprende la Providencia
cuando a uno que le gusta leer y no ve bien, otro le regala dos pares de gafas,
unas para lejos y otras para cerca, sin habérselas pedido; o cuando a aquel
otro, que vive pobremente y solo, de pronto le regalan una tele con todos los
cables necesarios para poder verla.
No cabe la menor duda, no es cuando nosotros nos lo
proponemos, cuando nosotros queremos, hay cosas que no están en nuestra mano
que sucedan, ni a quienes le han de suceder, para eso está la Providencia, que
a todos nos conduce suavemente para dar sus frutos; basta ser dóciles, dejarse
guiar, tener paciencia, seguir cultivándose uno y labrando nuevos campos.
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