miércoles, 10 de abril de 2013

Una vida lo más discreta posible




Diez años lleva en España, unos pocos trabajando en Madrid, esperando regularizar su situación en España, pero al terminar sus contratos de forma brusca no consigue su regularización. Para evitar problemas con la policía se viene al sur, y entre nosotros lleva viviendo otros pocos años.

Lleva una vida lo más discreta posible, hasta donde la vida en la calle y la satisfacción de sus necesidades elementales se lo permiten, esperando de nuevo ser contratada por alguien, aunque sea sin cobrar, sólo le interesa arreglar los papeles para poder buscarse la vida con arreglo a su cualificación, ya que tiene carrera universitaria. Antes de venir a España fue geóloga y se dedicó a la búsqueda de agua subterránea allá por zonas geográficas próximas a Afganistán. El hundimiento de la Unión Soviética y la llegada del capitalismo, dice, supuso la pérdida de numerosos empleos y el comienzo de una emigración forzosa.

Además es una persona muy sensible, le encantan los niños, sufre cuando oye cómo algunas madres son capaces de abandonar a sus hijos. Escucha más que habla, pero participa en la conversación con sus gestos, y a veces habla para desahogar un poco sus sentimientos. Su aspecto es el de una persona cuidadosa y limpia, precisamente escogió San Fernando porque aquí hay un comedor social diario, que ofrece también posibilidades de aseo y vestuario.

Muchas personas así se merecen un mínimo trabajo y un mínimo salario, como base para aspirar a mejorar por sí mismos y para beneficio de la sociedad. Pero esta sociedad está completamente perdida, la crisis está desbordando la capacidad de los políticos, la enormidad de la crisis hace cada día más pequeños y ruines a nuestros gobernantes; aunque no sólo podemos culpar de tantas desgracias a los políticos, la sociedad ha perdido los valores de las generaciones anteriores que supieron alcanzar una prosperidad nunca antes disfrutada.

No hemos sabido  conservar la herencia recibida, no nos mostramos agradecidos, nos hemos vuelto unos hijos soberbios de nuevos ricos y pedimos más que damos. A mí me da la impresión de una sociedad caótica,  huérfana de Dios; aunque sepa que Él está siempre presente y nada ocurre sin su conocimiento, pero, esa seguridad precisamente me hace desear que venga, que se haga presente y desaparezca el caos reinante.

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