Hoy me voy a permitir publicar una reflexión que hice cuando el recién elegido Papa Francisco nos dijo aquello de que hay
que salir a la periferia…yo pensé que “se había pasado”, lo digo con todo
respeto, que como Papa debería expresarse con más moderación, porque hay muchas
maneras y estadios o niveles de vivir la fe… Hoy parece que nadie se molesta
con la espontaneidad de nuestro Papa, bien es verdad que sabe lo que dice y cómo
decirlo, y en poco tiempo se está ganado el respeto, la admiración y el afecto
de todos. Esto es lo que escribía yo entonces:
Hábilmente, y muy sutilmente, el mal se ha ido instalando en
nuestras conciencias, le hemos dado la preferencia al Bien hasta con simpatía,
hasta que poco a poco el mal ha ocupado el lugar preferente en todos los actos
de nuestra vida, personal y social, no podemos esquivarlo fácilmente, nos
obliga a un ejercicio constante de concentración para no caer rendido a sus
pies, por agotamiento, estrés o aburrimiento.
Es por eso que no me siento con fuerzas para seguir la
consigna del Papa Francisco: “salir a la periferia, ser testigos de la
misericordia de Dios”, en solitario si es preciso. Me atrae más el desierto, la
soledad y el silencio. Lo digo muchas veces a mis amigos y compañeros, y lo
digo en serio, que lo que me apetece es hacerme ermitaño; buscar a Dios en los
pequeños actos, renunciar por completo a cualquier apetencia mundana.
Veo el mundo actual cada vez más como un nuevo Babel, por la
soberbia y el engreimiento de muchas personas, unas con motivos, mundanos claro
esta, y otras sin motivos, ni mundanos ni espirituales; unos saben mucho y
dominan astutamente a una masa de consumidores, otros, sólo porque manejan más
o menos diestramente un sin fin de aparatos se creen sabios. No pueden caber
tantos “superhombres” en este mundo, ya resulta difícil ser original, por eso
cada día más se oyen ideas disparatadas;
pero sin duda lo peor es cuando se pretende hacer pasar por bueno lo que es malo,
sin tener en cuenta las consecuencias, lo que les importa a muchos es un instante
de placer para aplacar su insatisfacción permanente. Y ya se está llegando al límite,
sin ningún impedimento, ni oficial ni personal, sin comprobar antes en la
propia intimidad ni consultar a la conciencia, se lanzan ideas que alientan un
paganismo moderno: se defiende el asesinato de niños no nacidos, o de los
enfermos incurables…¿A quién se ofrece este sacrificio de inocentes, o en
nombre de quién? ¿Del hombre sano y agraciado? ¿de la ciencia o de la economía?...
Nunca llegué a dejar de creer, pero reconozco que durante muchos
años hice mucho daño a la Iglesia, hoy me alegro de haber regresado a la casa de
mi Padre, gracias al cual se respira un aire limpio en medio del mundo, se
sacia de una vez la insatisfacción permanente y arriesgada que supone vivir sin
Dios, se empieza a vivir la vida eterna y se van acumulando bienes en la economía
de la salvación. Ahora ya no me siento solo ni echo de menos tantas cosas, sólo
echo de menos la compañía de los que han elegido el buen camino y me enseñan
con su ejemplo a servir mejor a la única causa que merece todo mi empeño: Dios.
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