domingo, 26 de mayo de 2013

Se le abrió una puerta que no piensa volver a cruzar



Hoy tenía trazas de que iba a ser un día normalito, además es viernes, y teníamos ganas de ir pronto a casa, terminando así una semana ajetreada, además con mal tiempo.

Pues no, había una persona que requería todos los cuidados hasta el último minuto mientras dependiera de nosotros, por lo que se prolongó la mañana, y  además teníamos que hacer otro trabajito extra. R. es una mujer ante todo inocente y atemorizada, una víctima inocente, una víctima desde niña, de la que abusan en su propia casa, como abusarán de sus propios hijos, hasta que son recogidos por la Junta. Ha vivido en la calle un tiempo hasta que un amigo la recogió, pero no le evitó volver a consumir lo que sea, según sus posibilidades.

Su amigo tiene que cumplir una condena y ahora ella se encuentra libre para recuperarse. Cuando decidió venir a pedir ayuda a la trabajadora de cáritas se le abrió una puerta que no piensa volver a cruzar, porque ha comenzado a expresarse por sí misma, a querer dejar atrás los más de treinta años que ha estado sometida a unos y a otros, separada de sus hijos, por los que llora al recordarlos.

Va a romper con el pasado, y lo ha demostrado ya atreviéndose a ir sola a C. sin estar segura de saber coger el autobús, para entrevistarse con la trabajadora que le ayudará a seguir un programa de rehabilitación y reinserción, y viene satisfecha de haberlo logrado por sí misma. Quiere empezar cuanto antes, quiere ser una persona “normal”, no tener que esconderse más.

Lo logrará, porque ya mira a los ojos, no se acobarda, tiene inseguridad y nervios, como no podía ser de otra manera, pero tiene voluntad, y yo creo que quiere recuperar a sus hijos, ahora los va atener más cerca y podrá verlos más a menudo.

Llegó a una hora ya avanzada un hombre muy sencillo y callado, con dos bultos a sus espaldas, lo recibí y me dijo que ya había hablado la trabajadora del albergue donde él se encontraba con la nuestra, lo invité a sentarse y a un café y no hablamos más. Pero como era el último, al salir, la trabajadora le dijo a R. en voz alta. “mira, R., puedes darle a este hombre las gracias, este hombre ha dejado voluntariamente la plaza en el albergue para que tú puedas ir hoy mismo a ocuparla (en aquel albergue hay plazas para mujeres, aquí no);  a él no le ha importado venirse aquí”.


Con este colaborador anónimo son muchos los que han contribuido en la conclusión feliz de las gestiones para que R. tenga un sitio seguro para iniciar su etapa de recuperación. Que tenga mucha suerte, pero sobre todo ánimo y perseverancia para alcanzar la meta que desea.

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