domingo, 26 de julio de 2015

¡Caridad no, caridad nunca!



http://observador.pt/opiniao/caridade-nao-caridade-nunca/

La extraña ideología de los que abominan de la justicia que dicen exigir y que exigen la caridad de la que dicen abominar.

El problema de algunos gobernantes, griegos y no sólo, no es político, ni financiero, sino espiritual. Se describe con pocas palabras: odian la caridad, pero quieren vivir a su costa. Hay personas, partidos políticos y países que mueren de esta dolencia, que es el progresiva, degenerativa y mortal. Es un vicio como las drogas, y se contagia.

Hay en la esencia de las ideologías extremistas una profunda aversión por la caridad. Nadie que milite en ellas y sea consciente de sus contravalores, acepta, por más miserable que sea, un óbolo. Sería vil, vergonzoso, indigno. Para comprobar que es así, basta escuchar los eslóganes que, puño en alto, ora con la mano cerrada, ora con la palma abierta, se suelen oír en ciertas manifestaciones: ‘¡No queremos limosnas!’’

Exigen justicia pero, al mismo tiempo, reivindican lo que no les es debido. Dispensan favores, pero quieren fondos a los que, como saben, no tienen derecho. ¡O sea, abominan de la justicia que dicen exigir, al mismo tiempo que exigen la caridad que dicen abominar! Decididamente, la coherencia no es su fuerte.

Esta abominable ‘caridad’, que nada tiene que ver con la homónima virtud cristiana, es, pues, un vicio políticamente incorrecto. Es algo que una mente evolucionada y altruista no sólo desdeña sino que debe despreciar, como antes se decía en las cantigas de escarnio y mal decir.

¿Por qué? Porque esta tal ‘caridad’ son quimeras de señoras que, a costa de los pobres, organizan tómbolas, mesas petitorias, sorteos, banquetes de gala y fiestas que, según los extremistas de costumbre, sólo sirven para la promoción y exhibición social mediática de los protagonistas. Porque esta ‘caridad’ es la mano llena de anillos que, con lupa, por precaución higiénica, deja algunos trozos en las manos sucias del incómodo mendigo. Porque, concluyendo y resumiendo, la ‘caridad’ es el disfraz de la hipocresía de quien finge tener preocupaciones sociales cuando, en realidad, quiere que se mantenga el estatus quo que genera estas injusticias que nos gritan. Por todo esto, y lo que queda por decir, la ‘caridad’ es tan detestable para los iluminados extremistas.

Aunque esa visión de la caridad sea una triste caricatura, que olvida la inmensa beneficencia de que la verdadera virtud es responsable en todo el mundo, una crítica tal puede tener, más por vía de excepción que por regla, alguna objetividad. Pero no se puede hablar mal de la caridad y, después, exigirla en provecho propio. Tal vez sea criticable la actitud de quien entiende que el amor al prójimo son casinos y canastas, ¡pero no es menos caricatura la figura de quien exige ayudas, al que no tiene dinero, al mismo tiempo que afirma detestar las limosnas! Puede haber alguna duplicidad en el propósito de solidaridad social en un elegante baile de debutantes, pero quien dice abominar de los favores y anda siempre pidiéndolos, no es menos hipócrita.

¿¡Pedir!? No, quien así piensa y actúa no pide nada, porque cree que tiene derecho a todo. Por eso, estas ideologías, teóricamente anti caridad pero, en la práctica, mendicantes, tienen un estilo propio: la arrogancia. Este idioma salvaje, que también se encuentra en otras partidos y figuras políticas, es común a los extremismos opuestos, lo que explica extrañas alianzas entre fuerzas partidarias diametralmente contrarias (o tal vez no) como, por ejemplo, el odioso pacto Hitler-Stalin. Son matrimonios en régimen de separación de bienes ideológicos, pero, en comunión de poderes e intereses adquiridos. Uniones políticamente contradictorias pero donde no hay problemas de comunicación, porque hablan todos la misma lengua y alimentan los mismos odios de estimación. Más allá  de la misma ansia de un poder totalitario, comparten, en casta comunión, el mismo estilo ofensivo, prepotente, arrogante. Por eso, quien así se defiende, ¡No pide, exige! ¡No hable, Grita! Nunca dice ‘por favor’, y nunca dirá ‘obrigado’.

Es esto, en una palabra, lo que más duele a esos revolucionarios de uno u otro extremo: La humildad de tener que pedir una ayuda a la que, como saben, no tienen derecho. Si hay quien, hinchado de orgullo, considera insoportable la humillación de tender la mano a la caridad, no lo haga, pero entonces honre sus compromisos, pagando lo que debe. Y después, viva con lo que fuere suyo. Nadie está obligado a pedir, y nadie tiene que dar lo que no es debido a quien ni siquiera es capaz de reconocer, o de agradecer, la ayuda que le da.

No tiene por qué ser humillante pedir una limosna que se necesita desesperadamente, a no ser que sea algo a lo que se tiene derecho. No se tiene por que agradecer lo que es dado en justicia porque, en ese caso, quien da no tiene sino una obligación. Pero, si la dádiva no fue concedida en condiciones inmorales, ni es debida por una razón legítima, es entonces un auténtico don y, por eso, sería acto vergonzoso que no fuese reconocida como tal.

Puede ser muy triste para alguien, para algún partido o para algún gobierno, pedir limosna, pero es mucho peor recibirla de mala voluntad, no saber agradecer lo que, no constituyendo una obligación jurídica o moral, fue dado por favor. Por pura caridad.


sábado, 25 de julio de 2015

Felices los que lloran




                                                    Ilustração de Carlos Ribeiro


Aunque parezcan pedazos de soledad, las lágrimas son gotas de amor que nacen a pares.

Las tristezas no son aflicciones. La tristeza es lo que queda después de la desgracia del momento. Estar triste dura.

Los naturales tormentos de la vida nos enseñan que ser feliz es una forma de vivir en las profundidades inmutables de la existencia, no en las superficies y apariencias agitadas y pasajeras de la vida.

La fragilidad humana lleva a que a veces tengamos que experimentar lo que creemos ser la desaparición de nuestra felicidad… perdemos y sentimos las pérdidas. Perdemos lo que tenemos, pero no lo que somos. Amar es darse. Los que nos amaron se nos dieron. No se pierden porque existen en nosotros. Soy también aquel que me amó. Que me ama.

El dolor es un mal. A veces, llega a través de la culpa. Cuando no comprendemos bien lo que sentimos y lo que  pensamos. Cuando decimos lo que era para callar o hacemos silencio de lo que era para decir. Cuando no escogemos bien lo que hacer o cómo hacerlo.

A veces, la pesadumbre es profunda. Tantas veces la propia libertad  parece ser nuestro castigo. Cuantas más opciones tenemos delante, mayores serán después los arrepentimientos.

Más profunda que la pena es la ‘saudade’ verdadera. La pena es una impresión de disgusto que se clava en el corazón. La ‘saudade’ es mucho más dulce pero, como espada, mucho más dura, afilada y larga. Parece destruir lo que celebra. Se trata de una de las tristezas más hondas… la de haber perdido lo que se tuvo, la de continuar amando lo que ya no está aquí con nosotros. La que continua siendo dos después de dejarnos de sentir el otro.

Hay quien, aunque triste, escoge alimentarse de la luz. Y quien, en la misma situación, prefiere alimentar las sombras. Un amor ausente duele, pero el sufrimiento sólo existe porque el bien no ha desaparecido. Está allí. No ha sido destruido u olvidado, pues, en ese caso, no se sufriría, porque habría desaparecido también la razón por la cual sufre.

La ‘saudade’ es un bien por el cual se sufre.

Una ‘saudade’ que se extingue es señal de un amor que no existió. Los amores que acaban nunca son verdaderos…

La vida es una alegría profunda. Un misterio. Un milagro.

No hay tristeza pura… porque fluctúa siempre en ella una certeza de paz: la certeza de un más allá que existe.

Todas las luchas son lutos… y los lutos son señales de la verdad y de la tristeza que quien es feliz…

El luto es una gravidez al contrario. Un proceso lento por donde la materia se va convirtiendo en espíritu. Enriqueciéndonos por el amor del que nos hace creadores.

El consuelo de quien llora es la certeza de que cuando se ama… la felicidad está en todo y es para siempre.

Las lágrimas son silencios que abren nuestros ojos a la luz.

jueves, 23 de julio de 2015

¡Los dioses deben estar locos!



http://observador.pt/opiniao/os-deuses-devem-estar-loucos/

Después de la diva Amalia, el dios Eusebio dio entrada en el panteón delos héroes de la patria. Para completar las tres ‘f’ del antiguo –fado, futbol y Fátima- ¡ya solo faltaban los tres pastorcitos!

Con pompa y circunstancia, los restos mortales de Eusebio da Silva Ferreira dieron entrada en el panteón nacional de Santa Engracia, donde fueron solemnemente depositados. A la consagración del gran futbolista nacional, que tanta veces honró a Portugal, asistieron el Jefe del Estado y, en representación del órgano de la soberanía responsable de este último homenaje al gran atleta, el presidente de la Asamblea de la República.

No se pone en duda el valor del jugador de futbol y sería de muy mal gusto tejer consideraciones menos laudatorias sobre su persona, que merece todo el respeto y gratitud. Pero tal vez no sea desproporcionado, sin ánimo de ofender o siquiera pellizcar su memoria, cuestionar la justicia del acto que, por decirlo así, divinizó a Eusebio. Po tanto, el panteón es, como su etimología prueba, el templo de todos los dioses, el santuario de aquellos que, por sus hechos históricos, de la ley de la muerte se fueron librando, en el acertado decir del poeta. O, como determina la ley vigente aprobada en el año 2000, dos “ciudadanos que s distinguieron por  servicios prestados al país, en el ejercicio de altos cargos públicos, altos servicios militares, en la expansión de la cultura portuguesa, en la creación literaria, científica y artística o en la defensa de los valores de la civilización, en pro de la dignificación de la persona humana y de la causa de la libertad”.

La tradición monárquica era la de concentrar en la misma sepultura los miembros de la realeza fallecidos. Primero, en la Iglesia de Santa Cruz, en Coimbra, donde yace D. Alfonso Henriques y que también es panteón nacional; después, en el monasterio de Batalha, donde fueron sepultados los reyes e infantes de la dinastía de Avis; más tarde, en los Jerónimos, donde reposan los soberanos de la era de los descubrimientos; y, por último, en San Vicente de Fora, donde se encuentran los restos mortales de los monarcas de la cuarta dinastía. También en el Escorial fueron enterrados muchos de los reyes de España, como en la cripta de la Iglesia de Capuchinos, en Viena, aún hoy son sepultados los miembros de la familia de los emperadores de Austria y reyes de Hungría. Pero los grandes de la corte no eran acogidos, por regla, en estos depósitos privativos de las familias reales.

Con la república y la democratización de las costumbres, las antiguas sepulturas reales dieron lugar a los más populares panteones nacionales. Inicialmente, Santa Engracia estaba exclusivamente destinada a los restos mortales de los grandes bustos de la historia política nacional. Se entendía pertinente que en ese templo fuesen recibidos los grandes estadistas, como los Jefes de Estado. Después, se franqueó el ingreso a personajes que, aunque notables, nunca hubieran ejercido funciones de representación nacional. Así se explica, por ejemplo, que figuras como Sofía de Mello Breyner Andersen, mucho más justamente, y Aquilino Ribeiro, de modo más discutible, hayan sido trasladados para el panteón lisboeta. Pero aún se ha ido más lejos, abriéndose las puertas de ese olimpo a las figuras populares, como Amalia Rodrigues y, ahora, Eusebio da Silva Ferreira.

Perdido, así, el carácter sublime de aquel altar de la patria, se pone en cuestión el criterio que preside la elección de los notables que en él deben ser recibidos. ¿Basta que sean famosos, entendiendo que lo son  no sólo aquellos que se designan por el servicio efectivo al país, sino también los que fueran más populares? Carlos Lopes, Rosa Mota, José Cid, Marco Paulo, José Mourinho y Cristiano Ronaldo son, indiscutiblemente, figuras públicas de gran relieve y de reconocido mérito, ¿¡pero son también héroes nacionales!?

Cumple al Estado homenajear a todos los ciudadanos que se distinguieran a su servicio, pero no del mismo modo. Tiene todo sentido dedicar a la gran Amalia una calle o una avenida del país que tanto cantó y prestigió, pero sería desproporcionado concederle el doctorado honoris causa en Química Orgánica. También es justísimo que se de el nombre de Eusebio a un estadio deportivo, a una escuela o academia futbolística, pero no sería razonable concederle la Torre y Espada, que está reservada para los que se distinguen, por su bravura, en acciones de guerra.

La justicia no es una virtud de tratar a todos por igual, sino dar a cada cual lo que le compete. Es muy justo que se homenajee a Amalia Rodrigues, pero no con una póstuma bota de oro. Se debe ciertamente honrar la memoria de Eusebio da Silva Ferreira, pero no con un disco de platino. Tiene sentido que las grandes figuras políticas nacionales, o sea, aquellas que fueron efectivamente protagonistas de nuestra historia colectiva, sean consagradas en el templo de los dioses patrios. ¿Pero la simple fama o popularidad de los cantantes más eximios, o de los atletas más premiados, es suficiente para esa consagración histórica?

De prevalecer esta tendencia parlamentaria de confundir el panteón nacional con el Olimpia, de París, o con el estadio de Maracaná, en Río de Janeiro, Santa Engracia corre serios riesgos de convertir el panteón popular de tres ‘efes’ del antiguamente: fado, futbol y Fátima. ¡Mejor dicho, después de Amalia y de Eusebio, ya sólo faltan allí, con todo mi respeto y sincera devoción, los tres pastorcitos!


domingo, 19 de julio de 2015

Sólo un Mundo de Amor puede Durar la Vida Entera.


Miguel Esteves Cardoso,

in 'Jornal Expresso' 

http://www.citador.pt/textos/so-um-mundo-de-amor-pode-durar-a-vida-inteira-miguel-esteves-cardoso

Hay cosas que no son para comprender. Esta es una de ellas. Tengo una cosa que decir y no se como he de decirla. Mucho de lo que sigue puede ser, por eso, incomprensible. La culpa es mía. Lo que fuere incomprensible no es tampoco para comprenderlo. No es por falta de claridad. Seré mucho más claro. Yo mismo soy poco consciente de lo que tengo que decir. Pero tengo que decirlo.

Lo que quiero es hacer el elogio del amor puro. Me parece que ya nadie se apasiona de verdad. Ya nadie quiere vivir un amor imposible. Ya nadie acepta amar sin una razón. Hoy las personas se apasionan por una cuestión práctica. Porque da estilo. Porque son colegas y están allí mismo al lado. Porque se les da bien y no se complican mucho. Porque tiene sentido. Porque es más barato, por cuestión de la casa. Por motivo de la cama. Por motivo de los calzones y de los pantalones y de las cuentas de lavandería.

Hoy en día las personas hacen contratos pre nupciales, discuten todo de antemano, hacen planes y a la mínima mierdina entran luego en ‘diálogo’. El amor pasó a ser susceptible de ser acordado. Los amantes se tornan en socios. Se reúnen, discuten problemas, toman decisiones. El amor se transforma en una variante psico-socio-bio-ecológica de camaradería. La pasión, que debía ser desmedida, es en la medida de lo posible. El amor se tornó una cuestión práctica. El resultado es que las personas, en vez de apasionarse de verdad, quedan ‘prácticamente’ apasionadas.

Yo quiero hacer el elogio del amor puro, del amor ciego, del amor estúpido, del amor enfermo, del único amor verdadero que hay, estoy harto de conversaciones, harto de entendimientos, harto de conveniencias de servicio.

Nunca vi enamorados tan embrutecidos, tan cobardes y tan cómodos como los de hoy. Incapaces de un gran gesto, de correr un riesgo, de un rasgo de osadía, son una raza de ‘telefoneiros’ y comparsas de cantina, cuadrilla del ‘está bien, todo bien’, tomadores de becas, conseguidotes de compromisos, ‘bananoides’, ‘borra botas’, matadores del romance, romanticidas. ¿Ya nadie se apasiona? ¿Ya nadie acepta la pasión pura, la ‘saudade’ sin fin, la tristeza, el desequilibrio, el miedo, el esfuerzo, el amor, la enfermedad que es como un cáncer que nos come el corazón y que nos canta en el pecho al mismo tiempo?

El amor es una cosa, la vida otra. El amor no es para ser una ‘ayudina’. No es para ser el alivio, el reposo, el intermedio, la palmadita en las espaldas, la pausa que refresca, el punto de socorro de la tortuosa carretera de la vida, el nuestro "dá lá um jeitinho sentimental". Odio esta manía contemporánea por  sopas y descanso. Odio los nuevos ‘matrimonitos’. Para donde quiera que se mire, ya no se ve romance, griterío, malquerer, puñalada, abrazos, flores. El amor cerró la tienda. Fue traspasada al personal de la pantufla y de la serenidad. Amor es amor. Es esa belleza. Es ese peligro. Nuestro amor no es para que nosotros lo comprendamos, no es para ayudarnos, no es para hacernos felices. Tanto puede como no puede. Tanto hace. Es una cuestión de azar

Nuestro amor no es para amarnos, para llevarnos de repente al cielo, a tiempo aún de encontrar un bocadito de infierno abierto. El amor es una cosa, la vida es otra. La vida a veces mata el amor. La ‘vidina’ es una convivencia asesina. El amor puro no es un medio, no es un fin, no es un principio, no es un destino. El amor puro es una condición. Tiene tanto que ver con la vida de cada uno como el clima. El amor no se percibe, No es para percibir. El amor es un estado de quien se siente. El amor es nuestra alma. Es nuestra alma desatada. Desatada, corriendo tras lo que no sabe, no alcanza, no llega, no comprender.

El amor es una verdad. Es por eso que la ilusión es necesaria. La ilusión es bonita, no hace mal. Que se invente y mienta y sueñe lo que quiere. El amor es una cosa, la vida otra. La realidad puede matar, el amor es más bonito que la vida. La vida que se elige. En un momento, una mirada, el corazón queda prendado para siempre. Se ama a alguien. Por mucho tiempo, por muy difícil que sea, aunque sea desesperadamente. El corazón guarda lo que se nos escapa de las manos. Y durante el día y durante la vida, cuando no está ahí quien se ama, no es ella la que nos acompaña –es nuestro amor, el amor que se le tiene. No se entiende. Es señal de amor puro no entender, amar y no tenerse, querer y no guardar la esperanza, enfermar sin quedar dañado, vivir solo, triste, pero más acompañado de quien vive feliz. No se puede ceder. No se puede resistir. La vida es una cosa, el amor otra. La vida dura la Vida entera, el amor no.

Sólo un mundo de amor puede durar la vida entera. Y la vale también.

Miguel Esteves Cardoso, in 'Jornal Expresso' 

http://www.citador.pt/textos/so-um-mundo-de-amor-pode-durar-a-vida-inteira-miguel-esteves-cardoso


sábado, 18 de julio de 2015

El tiempo no es nuestro




                                                    Ilustração de Carlos Ribeiro

El amor no es una carrera contra el tiempo. No contra el mundo. Es contra nosotros. O mejor, contra lo peor de nosotros. El egoísmo.

La vida necesita del tiempo, pero no hay nada peor que posponer… muchos creen que el momento de amar puede ser otro. Que siempre habrá tiempo después del tiempo. Están equivocados. El tiempo no es nuestro y, por tanto, no está a nuestra disposición.

Podemos ir disfrutando del tiempo, pero nunca por derecho.

Somos libres en el tiempo, pero el tiempo no es nuestro. Somos responsables de lo que hacemos, lo que significa que debemos ser capaces de responder ante alguien. Incluso a solas, tenemos la obligación de tener claros los fundamentos de nuestras decisiones ante nosotros mismos… Pese a que muchas veces la verdad esté toda en una respuesta simple: -¡No sé!

Amar es caminar rumbo al fin de los tiempos, destruyendo esa puerta que separa este tiempo del otro. Lo que ha de venir. Aquel de donde todos llegamos aquí. Aquel a donde todos volveremos. Eso mismo, la eternidad que reposa bajo cada día. El antes del pasado. El después del futuro.

El que soy construyéndose en un diálogo dinámico entre yo y lo que existe más allá de mí, el otro y el mundo.

El amor me lleva al otro. Supero mis límites, del espacio y del tiempo. Porque me doy, paso a existir también en lo que me sobrepasa. Soy más. Sólo el amor permite la conquista de la eternidad. Sólo el amor resiste al nacimiento y  la muerte. Cualquier vida que nace, brota de un amor, de una entrega gratuita e incondicional de algo al espacio y al tiempo sin fin. Pero existir en plenitud sólo es posible si fuéramos capaces de entregar esta vida, toda. Sin esperar nada a cambio. Sin buscar otra recompensa que no sea la de saber que nos entregamos a la eternidad de la misma forma que la eternidad nos confió a este mundo.

El misterio de nuestra existencia pasa porque asumamos el No se. Por cuidarnos de no posponer nada importante. Por asegurarnos que hacemos lo que de bueno es posible, así que es posible. Creer que el mañana es cierto no  es una tontería, pero tampoco es una forma evidente de no merecer el hoy.

En muchas vidas el tiempo dura, dura y dura. Se expande. Tal vez por eso haya quien no sepa entender que no hay días iguales. Que sólo porque un día sucede al otro, eso no es garantía que le sea semejante. Ser, existir, es vivir y dar vida. Dar vida. Dar vida. Darse al mañana como si no hubiese mañana.

Sentir el hoy. Olvidar el pasado, pero asumirlo. No soñar con el mañana, sino construir el mejor mañana de que fuéramos capaces.
Si todo puede acabar hoy mismo, por eso importa agotar lo que somos y queremos ser sin escatimar esfuerzo… importa que sepamos que también es posible que duremos mucho en el tiempo por aquí. Nuestra vida no nos pertenece. Somos una parte de todo. No el centro. No estamos vivos, somos vida. Una vida llena de misterios, pero de belleza sublime. Pueden las lágrimas y el sufrimiento parecer una eternidad… pero sólo el bien no tiene fin.

No siempre somos capaces de comprender el bien que somos, el bien que nos acontece, el bien que hay en todo.

El amor nos hace renacer cada vez que parece maternos. Hacer un camino es construirlo donde no existe y es necesario. Existir es dar vida a la vida. Todo lo demás es… nada. Decir que no al amor es negarse a sí mismo. Es privarse de sí. Anularse. Hacerse nada.

No sabemos de qué tiempo llegamos, ni a qué tiempo vamos. Pero llegamos y vamos. No sabemos ni cuando, ni donde. Pero nuestra esencia no deja margen para dudas: no somos ni una casualidad ni algo sin sentido.

Importa comprender y vivir la profundidad del tiempo. Tal cual es. Tal cual somos. Infinitos.


 Somos más que tiempo. Mucho más.

domingo, 12 de julio de 2015

Excelente señora



Hay una característica especial de la Dra. Maria de Jesus Barroso Soares que merece ser destacada: su condición de cristiana

Incontables testimonios han evocado ya a la Dra. Maria de Jesus Barroso Soares, con ocasión de su reciente defunción. Muchos recordarán a la actriz y declamadora, bastantes trazarán el perfil como fundadora y militante del Partido socialista, casi todos ensalzan su empeño político y social, de manera especial como presidenta de la fundación Por la Dignidad y vencedora del premio Fe y libertad, del instituto de Estudios Políticos de la Universidad Católica Portuguesa. Recordada además en su cualidad de mujer del ex presidente de la República, Dr. Mario Soares. Particularmente emotivo fue el homenaje que le prestaron los alumnos y docentes del Colegio Moderno. Todos estos atributos ayudan a comprender la riqueza de su polifacética personalidad, pero no explican suficientemente la excelencia de su persona, sobre todo en la última etapa de su vida.

Hay, por supuesto,  una característica especial de su existencia que destaca por su trascendencia: su condición de cristiana. Aunque bautizada al nacer, vivió muchos años alejada de la Iglesia, a la que volvió hace aproximadamente veinticinco años. Fue por tanto, en cierto modo, una convertida, una católica de última hora. Pero, como la parábola evangélica enseña, la tardanza de su regreso n nada perjudica la calidad de su fe, ni disminuye su mérito sobrenatural.

Sólo conocidas las circunstancias en que ocurrió su conversión al catolicismo: una gran aflicción familiar la llevó, en un gesto casi desesperado, a recurrir a Dios. El milagro acabó por realizarse: no sé si lo de la cura solicitada, que puede haber ocurrido por causas naturales, pero sí lo de su inesperado regreso a la fe cristiana.

Tal vez parezca dudosa una conversión verificada en una situación que, por decirlo así, es más emocional que racional. ¿¡Pero, podrá extrañarse alguien de que la creencia que, precisamente, se identifica con la cruz, sea por la misma cruz encontrada!? Nada más lógico y natural, porque la realidad del sufrimiento, propio o ajeno, interpela la conciencia con cuestiones que sólo la fe en Dios logra responder de forma satisfactoria. O no, porque tampoco faltan casos de personas que, ante una experiencia semejante, reniegan de la fe y se vuelven contra el Creador.

 Aunque ese inesperado dolor haya sido la ocasión de un cambio tan radical y duradero, no fue su causa. Un encuentro fortuito también puede ser el inicio de un gran amor, pero nunca será su principal razón de ser.

Por tanto, un momento de angustia puede suscitar una súplica instantánea, como un grito en forma de prez, pero una opción que perdura para toda la vida no puede tener sólo un fundamento tan fugaz. Fue necesario que esa breve intuición  trascendente fuese después  explicitada intelectualmente. Es lo que, de forma análoga, sucede cuando alguien se apasiona: la emoción inicial debe, en una segunda etapa, madurar en términos racionales y afectivos. Si este proceso no sucede, el fuego inicial se gota en sí mismo, como una pasión abortada, que nunca llegará a ser un verdadero amor.

La conversión no es obra de un instante, sino empresa para toda la vida. Puede haber un momento exacto de deslumbramiento, pero ese nuevo horizonte nunca está totalmente reconocido. Por eso, ni todas las verdades de la fe, o sus consecuencias morales, son inmediatamente percibidas por el converso, que deberá después recorrer un largo camino de progresiva explicitación  de la doctrina en la que cree. Una actitud menos esclarecida, o aparentemente incoherente, debe ser, por tanto entendida con la indulgencia que una fe incipiente requiere. En este sentido, la conversión es, para todos los creyentes, un proceso continuo que, en verdad, sólo se concluye con la visión beatífica.

El fantasma de Jean Barois aún ensombrece las conversiones tardías, que algunos quieren creer menos creíbles, porque se verifican en el crepúsculo de la vida. Para algunos, la vejez puede ser sinónimo de demencia o de debilitamiento de la voluntad, pero no fue el caso, porque en vísperas del accidente que sufrió, la Dra. Maria de Jesus Barroso Soares aún participó activamente en Estoril Political Fórum, con aquella discreta pero lucidísima inteligencia que la caracterizaba y que siempre la acompañó.

En buena hora la llamó el Señor, pero no sin antes experimentar, de algún modo, su pasión. La vida humana, aún en el sufrimiento, no puede ser intencionadamente abreviada, ni debe ser artificialmente prolongada más allá de su término natural. Ese doloroso final tiene un sentido catártico porque, como oportunamente recordó Mons. Feytor Pinto, la muerte de esta excelente señora “fue un momento de liberación, al encuentro de Dios”. Por tanto, para los cristianos la muerte es una experiencia pascual, o sea, el paso de esta vida hacia la vida eterna.



sábado, 11 de julio de 2015

El don de sufrir


José Luís Nunes Martins
https://www.facebook.com/jlmartins?fref=ts


                                                    Ilustração de Carlos Ribeiro


Muchas veces la fe es el único fundamento del valor…

Nadie desea el sufrimiento. Pero muchos buscan alcanzar aquello que sólo a través del cual se consigue… cara a cara con las adversidades de la vida hay que seguir adelante, ya que el buen camino nunca se hace hacia atrás, hacia donde ya está hecho, ni para los lados, que no llevan a ningún lado.

A veces tenemos que inventar nuevos gestos de amor. Como en los momentos más felices de la vida, llegará el día en que será el motivo de nuestras lágrimas. Aún así, siempre vale la pena, por más dolorosa que sea esa pena, luchar por la felicidad más profunda… no porque el resultado esté garantizado, sino porque la lucha en sí ya es una victoria.

Somos del tamaño de lo combatimos. ¿Qué mérito puede haber en luchar y vencer algo débil? ¿Qué deshonra puede sentir quien lucha contra algo mucho más fuerte?

Nuestros dones no son derechos que nos han sido dados, sino deberes para ser cumplidos. Cueste lo que costare. Sólo así seremos alguna cosa, sólo así llegaremos a ser quien somos. Al final, cada uno de nosotros es sus obras.
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Esta vida es breve. Muy breve. Hay un lugar aterrador donde acaban los egoísmos de este mundo engañador. Todos, un día, nos veremos en esa tierra de desesperanza, pero sólo algunos de nosotros pondrán el ahínco de persistir con su fuerza en aquella esperanza simple que siempre tendrá un mañana, después de cualquier noche… por más fría, oscura y larga que ella sea. Esta vida es breve, pero tal vez sea solo parte de otra, que no tiene fin. A esa, tal vez, sólo llegue quien tiene el coraje de experimentar todo el amor que hay el aire que respiramos, que nos inspira… nos alimenta… y que devolvemos siempre… siempre.
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Tener un verdadero don no significa que se consiga hacer algo bueno, es esforzarse por hacer el bien, una vez tras otra, sin cuenta, siempre. Un talento no es nada sin la voluntad, la fuerza y la persistencia para hacerlo vencer sobre nuestra naturaleza humana.
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No es raro encontrar a quien creemos débil pero  en verdad es un guerrero admirable, así como es corriente que, bajo la apariencia de un hombre valiente se esconde sólo lo que queda de un espíritu débil y mezquino que todo lo hace por aparentar y nada por los otros o, al menos, por sí mismo…
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Los fuertes casi nunca saben que lo son. La verdadera fuerza nace de la humildad… un arte que comienza por guardar en silencio la lucha contra todas las tempestades del desasosiego que ensombrecen su corazón. Ahí, en el escenario del mayor de todos los combates… ahí, donde cada uno de nosotros vive la verdad de forma personal y absoluta… ahí… en ese mundo donde sólo la verdad vence a la mentira.
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Hay también quien es capaz de vencer el mayor mal, como si eso fuese la cosa más fácil del mundo…
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En la vida, tal como en nuestra intimidad, cuanto mayor fuera la luz, mayor será la sombra… pero esa sombra se extiende siempre para el lado errado del camino.

domingo, 5 de julio de 2015

Al final, la ecología no es sólo paisaje


http://observador.pt/opiniao/afinal-a-ecologia-nao-e-so-paisagem/

Mientras los ecologistas quieren un hombre deshumanizado en un mundo salvaje, la nueva ecología del Papa Francisco propone, en Laudato si, un mundo renovado a partir de una humanidad redimida.

La ecología, al final, no es sólo paisaje y bicharrada. Es lo que el Papa Francisco dice, en otras palabras, en su más reciente encíclica, Laudato si, esto es, Alabado seas.

Muchos han quedado, con razón, sorprendidos con los conocimientos ecológicos del romano pontífice. De hecho, en esta su segunda encíclica, Francisco no solo demuestra ser un profundo conocedor de la problemática ambiental, sino que ofrece una nueva comprensión global de la naturaleza, de su origen y finalidad a la luz de la razón, de la religión cristiana y, en particular, de los principios de su doctrina social de la iglesia.

La conciencia ecológica es tan antigua como el pensamiento judeo cristiano. Al primer matrimonio le es dado el mundo por herencia, y al pueblo escogido le es prometida una tierra nueva. La bendición de Abrahán se expresa en términos ambientales, pues su descendencia será tan numerosa como las estrellas del cielo y las arenas del mar (Gn 22, 17). Muchos salmos (8, 136, 148, etc.), como el cántico de los tres jóvenes(Dn 3, 51-90), explicitan el modo como, a través de una peculiar liturgia universal, el cosmos glorifica al Creador. San Francisco de Asís, de quien el actual Obispo de Roma tomó su nombre, enseña que las criaturas irracionales, las plantas y los seres inanimados, deben ser respetados, incluso amados con sentimientos fraternales. Un místico castellano del S.XVI, San Juan de la Cruz, vio en la naturaleza un reflejo de la belleza divina en la que, de algún modo, el alma intuye a Dios.

Más recientemente, la cuestión ecológica, politizada por los partidos que se dicen verdes y por diversas organizaciones no gubernamentales, se presentan sobre todo como un poderoso lobby, que actúa a través de operaciones de gran impacto mediático, del que las acciones protagonizadas por Greenpeace son sólo un ejemplo.

En Portugal, los verdes no son más que una élite, o una variante cromática, o daltónica, de los rojos. No es el único caso porque, un poco por todas partes, la cuestión ecológica fue indebidamente apropiada por una cierta izquierda, que la usa como arma para arremeter contra el capitalismo, o lo que queda de él,  y la economía liberal y neo liberal.


Contra el uso y el abuso de los recursos naturales, los ecologistas defienden la preservación de la naturaleza como bien común de la humanidad, sea en acciones en pro de la selva amazónica o de las focas bebé, de las especies en vías de extinción o de la calidad del aire y de las aguas marítimas y fluviales. La catástrofe de Chernobyl dio un especial impulso a la agenda ecológica, que también se supone antinuclear.

¿¡Pero, y el hombre!? ¿¡Y la sociedad!? ¿¡Es que el respeto por la naturaleza no se aplica a la naturaleza humana que es, naturalmente, social!? Esta dimensión antropológica y política de la ecología es la que propone Francisco en Laudato si, como respuesta al capitalismo salvaje y al comunismo desenfrenado, pero también, podría ir más allá, al experimentalismo genético y a la ideología de género.

La “ecología integral” de francisco va, de hecho, mucho más allá del mero equilibrio ambiental, porque también se refiere, por ejemplo, a la ‘contaminación ambiental’, en el contexto de una innovadora ecología económica y social.

En un tiempo de redefinición de los conceptos básicos, como la familia y el matrimonio –recuérdese que el tribunal Supremo de justicia norteamericano acaba de aprobar, en todos los estados, el matrimonio entre personas del mismo sexo- tiene todo sentido proponer la familia natural –que no se considera en el fechado modelo de la familia tradicional- como matrimonio natural, constituido por la única unión que es naturalmente fecunda y se complementa, o sea, propiamente conyugal. El hecho de la inmensa mayoría, más del 90% de las uniones estables, en el mundo entero, se realizan entre personas de diferentes sexos, cualquiera que sea su cultura, religión o situación socioeconómica, permite afirmar que sólo este casamiento es genuinamente natural.

Tampoco es preciso recurrir a presupuestos ideológicos o de orden sobrenatural para reconocer el carácter violento y antinatural del aborto, al que el Papa Francisco igualmente se refiere en esta encíclica, al afirmar que ‘no es compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del aborto’, que falsamente se pretende equiparar a una mera ‘interrupción voluntaria del embarazo’.


Mientras los viejos ecologistas quieren un hombre deshumanizado, tal vez no muy diferente de lo imaginado por Georges Orwell y Aldous Huxley, en un mundo salvaje, la nueva ecología del Papa Francisco, apoyado en la ‘ecología humana’ de San Juan Pablo II y la doctrina social de la Iglesia, propone un mundo renovado a partir de una humanidad redimida.

sábado, 4 de julio de 2015

En manos de la vida

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                                                        Ilustração de Carlos Ribeiro

La tragedia llega casi siempre sin aviso. En los primeros momentos, parece que se trata del fin no sólo de nuestro mundo sino del mundo entero – como si nuestra desgracia fuese señal de que todo esta a punto de perder el sentido.  En esas circunstancias, cara a cara con la adversidad, sentimos que sólo puede andar feliz quien ignora lo que le va a suceder en breve.

Sigue enseguida la sensación de injusticia profunda. Sólo a mí me acontecen desgracia tras desgracia, intercaladas por periodos de pausa sólo para que la caída me duela aún más…  

Algún tiempo después, una serenidad más consciente y sensata nos revela que hay más gente como nosotros, que sufre como nosotros, algunos… mucho más.

No somos los primeros a quien le llega la noche en medio de un día tranquilo. Ni los últimos a quien todo parece sin sentido hasta que en la oscuridad se hace la luz y, por breves instantes, todo lo que estaba oculto se descubre… y, al final, tiene sentido.

Lo más terrible de las tragedias es que nadie tiene la culpa. No hay culpa, no hay disculpa.

Lo mismo ocurre en los mejores momentos. Casi siempre llegan sin grandes avisos y parece que todo lo ceniciento que había en el mundo  cobra color. Deseamos y sentimos que incluso los que están mal en breve estarán bien.

Pero la verdad es otra: nuestra existencia es un camino continuo. Con subidas y bajadas, pero que, en algún momento, deja de avanzar. El tiempo nunca se detiene. Conforme nos vamos distanciando, mejor comprendemos que las subidas y bajadas no son otra cosa sino  partes de nuestro camino. A largo plazo, la vida es más evidente: las alegrías y las tristezas son meras ilusiones de superficie. La realidad es que nos desplazamos a una velocidad constante, no hacia arriba y abajo, sino hacia a delante. Rumbo al misterio de lo que no tiene fin.

Mi vida no es un conjunto de sueños y pesadillas, sino un camino sencillo, que pasa por montes y valles, pero es más largo que ellos. Algo tan personal como definitivo.

Esta vida nuestra es excelente. No por los momentos que nos llenan de alegría, ni por los sufrimientos que tenemos que soportar… sino por la larga jornada entre los misterios absolutos del nacimiento y la muerte.

La verdad es la vida, la vida es mi camino, y es por este camino por donde se encuentra toda la verdad.

Vista allá a lo lejos, nuestra existencia es magnífica. Como una estrella cuya luz palpita, viviendo y muriendo a cada instante. En una lucha donde sólo la vida puede ganar. Porque la muerte es nada… y la nada,  nada puede.

Siempre seré algo más que mi alegría.

Siempre seré mayor que mi desgracia.