Cristo no fue muerto por los judíos, sino por los
romanos, por Poncio Pilatos y sus soldados. ¿Cómo explicar entonces que el
primer Papa haya ido a vivir a la capital de la patria de los asesinos de
Jesús?
La pregunta puede parecer
banal, pero la respuesta ciertamente que no lo es. De hecho, todos los años,
con ocasión de la Pascua, cuando los cristianos evocan litúrgicamente la pasión,
muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, se recuerda lo que parece ser una
evidencia histórica: Cristo fue muerto por los judíos. Pero, lo fue de hecho?
La verdad histórica no
corrobora ese rumor bimilenario que, por supuesto, tiene incluso algo de paradójico
porque, en ese caso, serían tan judíos los asesinos como la víctima. De hecho,
Jesús siempre honró su condición de judío, así como las tradiciones históricas
y religiosas de su pueblo: fue durante la Pascua judía, cuando él
anticipadamente celebró con sus
discípulos, su pasión y muerte. Además, judíos eran también María, su madre, y
el respectivo esposo, José, así como sus primos, a veces mencionados en la
Biblia como sus hermanos. También los doce apóstoles eran todos judíos y, por
tanto, no tenía mucho sentido que ellos mismos atribuyesen a su pueblo la
responsabilidad histórica por la muerte del Mesías.
Por suerte se puede afirmar
que, aún no habiendo sido los judíos, como pueblo, los autores de la muerte de
Cristo, lo fueron en las personas de los ancianos, sacerdotes y escribas. Es verdad
que Jesús de Nazaret sufrió la oposición de ese grupo y que fue juzgado y
condenado por el sanedrín. Con todo, aunque lo hubieron considerado reo de la pena
máxima, no fueron ellos los que lo crucificaron, ni le dieron muerte, como
hicieron, poco después, a San esteban, el protomártir cristiano, dilapidado por
blasfemia, a las puertas de Jerusalén, por los fariseos, entre los cuales
estaba Saulo de tarso, el futuro San pablo.
Tampoco fue el rey Herodes
quien mandó matar a Jesús, aunque había sido el responsable del asesinato de
Juan Bautista, primo de Cristo. De hecho, el gobernador romano, sabiendo que
Jesús era conocido como de Nazaret y, por tanto, tenido por galileo, aunque
nacido en Belén de Judá, lo remitió a Herodes, para que él lo juzgase. El rey,
habiéndolo interrogado, no encontró en él culpa alguna y, por eso, lo devolvió
a su procedencia.
Por tanto, de acuerdo con
los relatos bíblicos y otras fuentes históricas, la responsabilidad jurídica y
moral por la muerte de Cristo debe ser atribuida a Poncio Pilatos que,
sabiéndolo inocente, lo condenó a ser flagelado y crucificado. Que Pilatos
tuviera conciencia de su responsabilidad en ese proceso inicuo queda probado
por las palabras que entonces profirió, mientras se lavaba las manos y sujetaba
su conciencia. De hecho, si se declaró inocente de aquella sangre es porque se
sabía responsable y quería eludir su culpa: como afirma un conocido adagio
jurídico, una disculpa no pedida indica una acusación manifiesta.
No fue sólo Poncio Pilatos el
principal responsable de la muerte de Cristo, también lo fueron los romanos,
los ejecutores de la pena capital, principalmente el centurión y los soldados
que crucificaron a Cristo entre dos ladrones. Tratándose de una cuestión tan
delicada, es evidente que el gobernador imperial no podía correr el riesgo de
que no fuse ejecutada de acuerdo con sus órdenes, lo que podría haber
sucedido si la misma hubiese sido
confiada a los judíos. De hecho, algunos de estos eran furiosos enemigos de Cristo, mientras otros
eran sus devotos seguidores: unos y otros, por su odio o devoción, podrían
contradecir, por exceso o por defecto, la ejecución de la pena. Los fariseos,
exagerando en los sufrimientos a infligir al condenarlo a pena capital; los
cristianos, aprovechando la ocasión para
liberar a su Maestro y Señor.
Por tanto, si fue el
gobernador romano quien decidió la condenación a muerte de Cristo y romanos
fueron también los soldados que cumplieron la sentencia, ¡fueron los romanos
quienes mataron a Jesús! Pero si así fue de hecho, ¿¡Cómo se explica que el
primer Papa quisiera establecerse, como obispo de Roma, en la patria de los
asesinos de Jesús!? Más aún, en la capital del imperio que, durante tres
siglos, perseguirá sin piedad a los cristianos!? Que Pedro quisiera hacer de Roma la sede de la
Iglesia universal, que por eso aún hoy se dice romana, parece lógico y sensato como sería, por absurdo, que la
autoridad palestina se instalase justo en frente de la sede del gobierno
israelita, o de su cuartel general…
Tal vez la elección de roma
para sede de la cristiandad haya obedecido a razones prácticas porque, siendo
la capital del imperio romano, estaría muy bien comunicada con todo el mundo
entonces conocido. Pero también puede obedecer a una razón más profunda: ¡para
que la culpa de los romanos, por la muerte de Jesús, no infamase para siempre a
la ciudad y a los habitantes de Roma, el primer Papa y sus sucesores incluso en
el presente quieren darle la singular honra de residir allí. Por esta razón, la
ciudad eterna, como ninguna otra, testimonia la misericordia del perdón y amor
de Jesucristo y de su Iglesia!
http://observador.pt/opiniao/afinal-matou-jesus-nazare/