martes, 26 de abril de 2016

Desahogo


Cada vez que me encuentro con mi amigo P. terminamos mirándonos a los ojos, asombrados, y concluyendo de la misma manera: ‘la que se avecina’. Es inevitable, porque hacemos cosas que siempre se hacían voluntariamente, desinteresadamente; en cambio  en la actualidad observamos detalles sospechosos que revelan que la buena voluntad está siendo utilizada, manipulada, integrándola paulatinamente en una ‘beneficencia pública’, administrada por el estado, y el supraestado, o sea, por la CEE.

Hay marcas comerciales que elaboran productos para el Banco de Alimentos, dichos productos no se pueden vender ni repartir fuera de las instituciones y onegs, entre las que se incluye a Cáritas. Las mismas instituciones gestionan la entrega de dichos productos especiales a las personas necesitadas, las cuales deben justificar mediante la entrega de documentos siempre actualizados que están en paro, o que sólo perciben una pensión y/o cualquier tipo de subvención, sea estatal o municipal. ¡No son funcionarios, pero lo parecen!

Deben llevar un control exhaustivo, de los papeles que los ‘usuarios’ –acogidos deben entregar y de la entrega que se hace de los productos. Cada entrega es individual y se registra hasta el último sobre de sopa o grano de arroz, cada mes, con la firma correspondiente de la persona que lo recibe. Toda la documentación ha de estar disponible para las Entidades Benefactoras, y si hubiera alguna irregularidad esa ong. podría perder el estatus de entidad colaboradora…
¿¡Pero colaboradora en qué y con quien!? Esa es la gran pregunta. Como hoy no hay tiempo para pensar, ni tampoco se recomienda, ni se alienta, ni se consiente tampoco el libre pensamiento, si no va de acuerdo a lo ‘políticamente correcto’, pues ¡estamos apañados! ¡Que Dios nos ampare!

La esenia de la acción caritativa (o dicho con esa impronunciable palabra ‘sociocaritativa’) : la gratuidad, la individualidad, la discreción y el acompañamiento,  ya no es posible llevarla a la práctica, porque está  sujeta y condicionada al control administrativo, más que al seguimiento de la caridad evangélica; que  como digo, entiendo que es totalmente voluntaria, personal, discreta y silenciosa.

¡Que es cosa de los tiempos, pues me cuesta mucho aceptarlo! No puedo soportar ver a la entrada de la oficina de cáritas un cartel que me recuerda quienes son los ‘benefactores’: una CEE, un tal Gobierno de España, como si fueran los que mandan ahí.  Dos grandes instituciones, sin duda, pero dos grandes mentiras, ya que deben velar por los derechos de todos los ciudadanos, y lo que hacen es, a la chita callando, ignominiosamente, aprovecharse del ‘tirón’ del voluntariado y de las onegs para acallar así el descontento social.

‘¡Cómo nos están preparando!’ Saben que esta crisis  es permanente, que  va a haber millones de pobres,  y es mejor tenerlos alimentados, callados y atendidos por ‘voluntarios’, que siempre serán más amables que los funcionarios. A esto debemos sumar la cantidad de leyes absurdas y contradictorias, discriminatorias algunas, más la cantidad ingente de normas que convierte a multitud de ciudadanos en potenciales delincuentes, objeto embargos, pago de intereses, de multas  de todo tipo e incluso de cárcel. (Hoy escuchaba en la radio a un periodista decir que es tal el abuso de las multas de tráfico de los ayuntamientos que había encontrado a una persona llorando, porque le había caído una de esas multas meramente recaudatorias…) ¡Y es solo un ejemplo!

Llevan preparándonos largo tiempo, y la sociedad va aguantando, o haciendo como que entiende y cree que progresa adecuadamente,  siguiendo las músicas encantadas de nuevos flautistas de Hamelling capaces de disfrazar la realidad según los deseos de cada cual.

Entonces me planteo seriamente donde me conviene desarrollar mi voluntariado, o cómo hacerlo al menos desde estas cáritas, si quiero que responda a la caridad verdaderamente evangélica.


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