José Luís Nunes Martins
En la mayoría de los casos, la ansiedad es una respuesta racional y sensible a los acontecimientos y contextos extraños, inciertos y arriesgados de esta nuestra vida.
El ser humano es frágil, nuestra atención constante y la capacidad de previsión son armas que tratan de proteger nuestra integridad, tanto a nivel exterior como interior.
Mientras tanto, nuestra imaginación e inteligencia tienden muchas veces a complicar lo que, en realidad, es sencillo. Lo cual nos hace pagar un alto precio, ya que nuestra paz se ve afectada siempre que nos enredamos en confusiones que no existen sino dentro de nosotros, pero su creación no depende solo de nuestra voluntad.
La verdad es que poseemos mucha información, pero es muy poca y casi irrelevante su ayuda en la toma de decisiones concretas de nuestra vida.
Pero, la sociedad sigue un ritmo tan acelerado que no hay tiempo para descansar. Parece imposible que alguien consiga parar, pensar y sentir, disfrutar o sufrir… Como si nuestra existencia aconteciese dentro de un tren que anda si parar. Todo es pasajero, momentáneo… hasta el descanso nunca puede ser más que eso mismo.
Hay quien pierde su autenticidad, otros hasta la identidad, pero la mayoría vive en confrontación constante con esta dimensión dolorosa de la vida. La inquietud permanente de una presa expuesta no se puede distraer, para que su depredador no la cace.
La amenaza es constante porque todo puede cambiar en un breve instante.
Algunos colocan su felicidad en la expectativa de la admiración y amor de los otros, pero como no controlan ni las necesidades ni las esperanzas de los otros, esta sed de ser amado se torna una inquietud sin fin. Algunos, cuando sienten que el afecto de otro se les escapa, intentan impedirlo rudamente, como si fuese posible obligar a alguien a amar a cualquiera, menos aun a quien lo toma por un escalón para una satisfacción egoísta.
Pero, casi todos pasamos el tiempo ansiosos y… preocupados para que eso no se perciba. Qué bueno sería que todos asumiésemos nuestras ansiedades cotidianas.
La ansiedad es un síntoma de la existencia. Vivimos exactamente dentro de los misterios de un mundo extraño, desordenado y amenazador.
Tal vez la solución sea parar. Descansar. Y aceptar la ansiedad como parte de la vida. Después, en la distancia, comprender sus causas concretas en cada uno de nosotros y tomar su existencia no como una derrota, sino como algo inevitable que incluso puede ser aprovechado sirviendo a nuestros intereses más profundos.
La confianza hace disminuir la ansiedad. Abrazándola con la firme certeza de que, aunque parezcamos ridículos, no perderemos la dignidad. Nunca.
Para sorpresa de muchos que se creen maduros y sabios, solo cuando, amando, somos capaces de dejar de ser el centro de nuestro mundo y de nuestras preocupaciones podremos ver mejor lo que somos y la razón de nuestros miedos.
Vivimos en la historia, pero no somos lo que nos sucede, somos la respuesta que damos a lo que sucede. Esa es nuestra historia. Eso es lo que somos.
Somos una narración sin espacio para éxitos y fracasos, porque está llena de vida. Y la vida es una fusión de alegrías y tristezas, donde podemos elegir ir aprendiendo a confiar, a amar y a ser felices, amando.
Somos mucho más que gotas de agua que nada pueden contra la corriente, olas y mares. A veces, la ansiedad es sencillamente la señal de que es tiempo de que descansemos y dejar que nuestro espíritu flote sobre las aguas. Confiado.
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