José Luís Nunes Martins
Cuando contemplamos el camino que estamos recorriendo, comprendemos mejor nuestra vida. Basta un análisis simple de los innumerables obstáculos a los que hemos tenido que hacer frente para que podamos, sin duda, aprender algo más sobre nosotros mismos.
¿Qué nos ha movido? ¿Qué hizo que nuestro ánimo no desfalleciese? ¿Qué nos atrajo? ¿Qué es lo que nos ha perjudicado en el pasado? ¿Vamos a la búsqueda o huyendo?
¿Quién ha construido nuestro camino? ¿Recorremos uno ya hecho o uno nuevo y original? ¿ Vamos por las sendas de la multitud o nos arriesgamos solos, inaugurando nuevas rutas que resultan menos confortables pero que fueron las nuestras?
Mirar el pasado es comprendernos. Somos lo que elegimos hacer con lo que se nos ha dado. Para juzgar a alguien es esencial saber lo que ha hecho y por qué lo hizo. Somos lo que fuimos y, también, lo que no hemos conseguido llegar a ser.
No podemos cambiar los hechos del pasado, pero debemos mirarlos de forma cada vez más sabia. A veces, su valor se invierte, hasta el punto de que juzgar algo como desastroso después resulta una bendición, así como lo que una vez fue visto como un don ahora es visto como una tragedia.
Los errores del pasado tienden a repetirse a menudo mientras temamos mirar solo hacia adelante. Culpar o disculpar el pasado tampoco es solución. No es buena señal tropezar siete veces en la misma piedra.
Cometemos errores, muchos errores. Pero ninguno será mayor que seguir nuestra vida como si nunca hubiésemos errado.
No debemos dar la espalda a nuestro pasado, porque nadie llega donde quiere si no supiera de donde viene.
El pasado no ha pasado, siempre será parte de nosotros, cada vez mayor.
Dar la espalda al futuro es una forma simple de aprender con lo que hemos sido y con lo que somos.
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