sábado, 9 de noviembre de 2019

¿Es el siglo XXI la era del 'todo vale'?



José luís Nunes Martins


Cada vez es más difícil mover el corazón de alguien. Las personas tienen las puertas y ventanas cerradas de tal modo que ni el viento puede circular por los corredores de su intimidad.

Tal vez por golpes acumulados, demasiadas adversidades, poco descanso, deseos mal alimentados, esperanza de que todo cambie en un instante milagrosamente, son muchas las posibles causas que pueden llevar a alguien  un estado de vida interior casi vegetativo.

Lo que sucede en la práctica es que hay una multitud de gente para quien todo es igual. No hay grandes valores ni razón para la haya.

El único criterio que preside las elecciones que hacen en la vida es el suyo, con balanzas, pesos y medidas muy personales. Los demás son exactamente igual: otros, que nada tienen que ver con mi vida, que, además, es mía y solo mía. Siendo así, creen, pueden hacer lo que les parezca bien, todo tiene valor porque lo consideran así.

Para estas personas, engañar, traicionar o decir la verdad es solo una cuestión de perspectiva, por lo tanto el valor depende solo de quien juzga. Todo es relativo.

Parece así que el siglo XXI es el siglo del ‘todo vale’. O de nada vale. Claro que a cada momento se considera que esto es mejor que aquello, pero al día siguiente ya pueden ser iguales o de valor inverso… al final, la coherencia también es algo  con valor muy relativo para estas personas.

No le importa a quien piensa así que tal cosa se trate de un error absoluto, de principio a fin.

En esta vida, muy pocas cosas son relativas. La existencia de cada uno de nosotros es un misterio que nos sobrepasa por completo, hasta el punto de que muchos lo toman como algo que no importa explorar.

En esta vida, depende mucho de las relaciones que creamos y mantenemos con el otro. Como si sin el otro yo nunca conseguiré ser.

Sería mucho mejor que nos consideráramos dioses capaces de decidir sobre el valor de todo. Qué bueno sería también que nos mantuviésemos atentos a los otros y a los que nos pueden enseñar y ayudar. Algunos, mediante su ejemplo de alegría profunda por encima de todo, otros tal vez por sus malas elecciones, buenas intenciones fracasadas, contritos y arrepentidos, consciencia apesadumbrada o perdida…

Lo fundamental es la humildad de abrir el corazón al mundo y a los otros, a los mares y al cielo, manteniendo siempre muy viva la esperanza de que mañana mismo puede ser el mejor día de nuestra vida.

Si no esperas nada de la vida, porque crees que nada te puede sorprender, porque ya lo sabes todo, entonces ya estás muerto y lo que piensas y sientes son solo sombras.

Es bueno sentir el viento correr por las escaleras y corredores de nuestro corazón. Por donde también pasan los que invitamos a vivir en él.




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