José luís Nunes Martins
La vida está
hecha de innumerables pérdidas. Todos los días nuestro camino continúa mientras
hay algo que tenemos que dejar atrás. Es duro vivir, porque es difícil perder.
Ciertos días, las pérdidas son enormes, casi siempre inesperadas.
¿Qué se puede
hacer ante una pérdida? O nos adaptamos hasta reencontrarnos plenamente en la
vida con lo que nos queda, o rehusamos aceptar una vida sin eso que nos fue
arrancado.
Luto es el tiempo
urgente y necesario que debemos vivir después de la pérdida de una persona muy
querida, a fin de que todos los momentos bellos que compartimos con ella se
transformen en dulces y suaves recuerdos… Un proceso semejante a una especie de
gravidez, pero en sentido contrario: del mundo exterior hacia el interior.
A veces, el
intento de revertir la pérdida, se niega el luto, la vida pasa a ser un lugar
donde existe, persiste y crece el vacío que se acepta. Por más fuerza que se
tenga en el inicio, acaba por quebrar a cualquiera… y llega el momento en que
una especie de aflicción trata de apoderarse del alma.
Si miramos la
cuestión a cierta distancia, comprendemos que tenemos dos opciones: o la
persona acepta la pérdida y quiere, a pesar de todo, construir un futuro o no
acepta y rehúsa mirar hacia adelante, porque la pena le pesa demasiado y, así,
siente la necesidad de vivir como si fuese un castigo.
El luto es una
guerra que se pasa lejos de la mirada de los otros. En el interior de quien
cree que su ser querido partió del mundo exterior, pero permanece entero en su
corazón.
Hay personas a
las que su tristeza es tan profunda que las amordaza, impidiéndoles hablar
sobre su dolor, lo que les provoca doble sufrimiento. Algunos estarían
dispuestos a hablar, si tuviesen con quien hacerlo…
El sufrimiento es
una señal de existencia de amor, solo sufrimos porque amamos. Y si es el amor
la causa del sufrimiento, solo él puede curar.
Debemos aceptar
las pérdidas, vivir el sufrimiento, sin dejar nunca de caminar y estar atentos
a todas las cosas buenas que los días nos ofrecen. A veces también es tiempo de
llorar de alegría por lo que nos sucede y por lo que conseguimos.
No te sientes esperando
que el pasado te alcance, no te sientes esperando que el presente se altere a
causa de tú dolor, no te sientes esperando que el futuro de cuelgue al cuello.
Haz tu camino. Hoy.
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