Reconozco que empiezo a sentir cierta
inquietud, o miedo, sin eufemismos ni evasivas. Comprendo, por otra
parte, que son casos aislados, de personas incapacitadas para el
autoanálisis, y por supuesto para la autocrítica; tampoco admiten
con agrado la ayuda que precisan para analizar las causas de su mala
situación.
Pero lo cierto es que se nota cómo el
ambiente se va enrareciendo, las quejas suben de tono, y muchos se
creen justificados para agredir, verbalmente por el momento, a las
instituciones y a las personas que, disfrutando de ingresos, no
ayudan a las personas que viven en la calle o carecen de ingresos
suficientes. Se oyen amenazas como “esto va a ser peor que Grecia”,
o lees asombrado en la prensa del día que Sánchez Gordillo asalta
un supermercado para llevar comida a los necesitados.
Hoy he vuelto a dejar la oficina con la
cabeza cargada y el corazón un tanto entristecido, porque se grita
demasiado, se acusa a diestra y siniestra, a la iglesia de manera
desconsiderada porque se está en un servicio que ella presta
desinteresadamente; a todas las instituciones porque ni dan bastante
ni como ellos quisieran. Mal momento, ahora muchos quieren solucionar
todos los problemas de todos, y así se consideran justificados, o
mejores que los demás.
Sí, malos tiempos se avecinan, la
cizaña que hace tiempo viene creciendo en nuestra sociedad, con el
consentimiento o por la indolencia de muchos, amenaza con
apoderarse del sembrado; cuando nos hemos decidido a arrancarla
vemos que, como nos dice la parábola, se causa enorme daño al
sembrado, muchos son los que no distinguen ya entre la cizaña y las
espigas. Estamos en ese tiempo de espera e incertidumbre, procurando
que el sembrado se fortalezca, y esperando al final una abundante
cosecha que nos libre a todos de la ruina y la desolación que
nosotros mismos habríamos causado.
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