Una
abuela inagotable, tanto en sus fuerzas como en cuidar de su familia.
¿Cómo puede una abuela que viene de
muy lejos a trabajar a España, y lo más que encuentra es un trabajo
para cuidar a un señor mayor un tanto “malaje”, año tras año
ya van seis, en
cuya casa vive interna pero sin derecho a comida, mandar la mayor
parte de sus ganancias a sus siete hijos y sus numerosos nietos allá
en la R. D.?
Yo
supongo que esto tendrá que ver con algo milagroso, tiene que tener
muy dentro de su corazón a cada uno de sus hijos y nietos para
resistir estas condiciones de vida, alejada físicamente de los
suyos, día y noche cuidando de un señor extraño, poco amigable,
por muy poco salario.
Aunque,
también el milagro está en que ella vive con cien euros al mes,
para pagar las medicinas, porque es diabética e hipertensa, en lo
que gasta más de treinta euros al mes, algo le dará también al
nieto que la acompaña a cáritas. Los dos presentan un aspecto
absolutamente normal, y su trato es sumamente agradable. El resto de
todo lo que gana, la mayor parte, la envía a su numerosa familia en
la R.D, cada mes, y aún pide que no le falte el trabajo.
De
cualquier modo el milagro puede que esté en esa forma de entender la
vida las personas mayores, capaces de sacrificarse, de renunciar a
todo - palabras que hoy causa risa o desprecio - por
sus hijos, y lo hacen sin quejarse, sin pensar en sí
mismos, convencidos
de que eso es lo que tienen que hacer. ¡Bendito sea Dios!, le digo
al despedirlos, yo se lo digo para agradecer a Dios
haber conocido a una persona extraordinaria, pero ella contesta con
las mismas palabras, aceptando la voluntad de Dios con buen talante.
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