Parece que tuve suerte, buscando entre los textos que colecciono encontré mejores palabras para expresar cómo es esa Iglesia Santa, acogedora, eterna...
Cardenal Raúl Silva Henríquez: "La Iglesia que yo amo"
La
Iglesia que yo amo es la Santa Iglesia de todos los días.
La
encontré peregrina del tiempo, caminando a mi lado.
La
tuya, la mía, la Santa Iglesia de todos los días.
La
saludé primero en los ojos de mi padre, penetrados de verdad.
En
las manos de mi madre, hacedoras de la ternura universal.
No
hacía ruido, no gritaba, era la biblia de velador,
Y
el rosario y el tibio cabeceo del Ave María.
La
iglesia que yo amo, la Santa Iglesia de todos los días.
Antes
de estudiarla en el catecismo,
me
bañó en la pila del bautismo, en la vieja parroquia Santa Ana.
Antes
de conocerla ya era mía, la Santa Iglesia de todos los días.
Era
la iglesia de mis padres y la iglesia de la cocinera.
La
Rosenda lloraba las cebollas, rezando el Padre Nuestro iba a misa la
María,
Me
llevaba de su mano a la Iglesia Santa de todos los días.
En
la aventura del mundo que crecía, con Pablo y con Pedro y Teresita,
La
Iglesia Santa de todos los días.
Jesucristo,
el Evangelio, el pan, la eucaristía, el Cuerpo de Cristo humilde
cada día.
Con
rostros de pobres y rostros de hombres y mujeres,
que
cantaban, que luchaban, que sufrían.
La
Santa Iglesia de todos los días.
A
los 10 años se dice, a los 12 misioneros, a los 13 y los 14,
vitrales
increíbles de mil rostros y voces llamadas.
Vino
el obispo y el sacerdote, la palabra que oraba y penetra las raíces
de la vida.
Juntaba
pueblos, despertaba a los dormidos,
Llamaba
a la oración añorados perdones de constricción,
Remecida
de testigos, la iglesia comunión argüía, incomodaba,
Convidaba
a la basta corriente de la paz,
A
los riesgos misioneros,
A
las selvas del Congo,
Al
seguimiento del amigo.
La
iglesia del corazón limpio,
La
iglesia del camino estrecho,
La
bella iglesia de la vida,
La
Santa Iglesia de todos los días.
Y
el Papa de nuestra fe, en mi corazón joven,
Apretando
a la justicia, traduciendo las bienaventuranzas,
abriendo
bastos horizontes, prolongando nuevas andanzas
y
rostros ignorados y pueblos heridos, de quemantes abandonos,
el
Papa de todas las lenguas, de urgentes problemas,
de
infinitas confianzas, el Papa de la Iglesia de todos los días
y
los mandamientos de su sabiduría.
Y
lo que no estaba, ni está , ni estará oficialmente inscrito y
reservado,
El
pueblo de la iglesia sin fuerza, la iglesia ancha de las 100 mil
ventanas
Y
el aire del espíritu católico circulando en libres espirales
Y
los pobres construyendo catedrales de paja, desperdicio y leño,
Con
ojivas de pizarreño y lo mejor de su pobreza.
Escuchen
que vienen por las calles la iglesia de las grandes y pequeñas
procesiones,
La
iglesia heroica de amor, la vieja heroica de amor entre rezos y
devociones,
Desde
sus andas multicolores, los santos le preguntan sus perdones,
Porque
crió los hijos que no eran suyos y rezó por muertos que la
humillaron
Y
vivió tan pobre sin voto de pobreza y dio la mitad de lo que no
tenía.
Va
en procesión feliz detrás del anda,
Los
santos la miran desde su baranda distinta en su tecnología,
Esta
humilde iglesia de todos los días.
Amo
a la iglesia de la diversidad, la difícil iglesia de la unidad.
Amo
a la iglesia del laico y del cura, de San Francisco y de Santo Tomás,
La
iglesia de la noche oscura y la asamblea de la larga paciencia.
Amo
a la iglesia abierta a la ciencia, y esta iglesia modesta con olor a
tierra,
Construyendo
la ciudad justa, con sudores humanos,
Con
el credo corto de los apóstoles.
Amo
a la iglesia de los padres y los doctores,
De
algunos sabio de hoy en día que escriben libros para los hombres y
no
se quedan en librerías.
Amo
a la iglesia de aquí y ahora,
La
iglesia pobre de nuestro continente,
Teñida
de sangre, repleta de gente
De
pueblos antiguos sin voz y derrotados
Amo
a la iglesia de la solidaridad
Que
se da la mano en santa igualdad.
Amo
a esta iglesia que se acerca a la herida de su Cristo.
La
iglesia de Puebla y Medellín, de Dom Elder, de Romero y Luther King,
que
vienen de la mano de Moisés, David, Isaías y Exequiel.
Amo
a la iglesia que va con su pueblo sin transigir la verdad,
Defiende
a los perseguidos y anhela la libertad.
Amo
a la iglesia esperanza y memoria,
A
la iglesia que camina y a la iglesia de la santa nostalgia,
Sin
la cual no tendrían futuro.
Amo
a la iglesia del verbo duro y del corazón blando.
Amo
a la iglesia del derecho y del perdón.
La
iglesia del precepto y de la compasión,
Jurídica
y carismática, corporal y espiritual,
Maestra
y discípula,
Jerárquica
y popular.
Amo
a la iglesia de la inferioridad, la pudorosa iglesia de la
indecibilidad.
Amo
a la iglesia sincera y tartamuda,
A
la iglesia enseñante y escuchante,
La
iglesia audaz, creadora y valiente,
Y
a la santa iglesia convaleciente.
Amo
a la iglesia perseguida y clandestina,
Que
no vende su alma al dinero omnipotente.
Amo
a la iglesia tumultuosa ya la iglesia de surcos milenarios,
Amo
a la iglesia testimonial y a la iglesia herida de sus luchas
interiores y exteriores.
Amo
a la iglesia por conciliar que va de la mano respetablemente de la
Santa iglesia tradicional.
Amo
a la iglesia de la serena ira,
A
la iglesia de Irlanda y Polonia, de Guatemala y de El Salvador,
A
la iglesia de los postergados y a la iglesia de la multitud de
marginalizados.
No
quiero una iglesia de aburrimiento, quiero una iglesia de ciudadanía,
De
pobres en su casa, de pueblos en fiesta, de espacios y libertades,
quiero ver a mis hermanos aprendiendo y enseñando al mismo tiempo,
iglesia de un solo Señor y Maestro
Iglesia
de la palabra y de los sacramentos.
Amo
a la Iglesia de los Santos y de los pecadores
amo
a esta Iglesia ancha y materna
no
implantada por decreto,
la
Iglesia de los borrachos sin remedio,
de
las prostitutas que cierran su negocio el Triduo Santo.
Amo
a la Iglesia de lo imposible
la
Iglesia de la esperanza a los pies de la mujer,
la
Santa Madre María.
Amo
a esta Iglesia de la amnistía,
la
Santa Iglesia de todos los días.
Amo
a la Iglesia de Jesucristo,
construida
en firme fundamento,
en
ella quiero vivir
hasta
el último momento.
Amén.
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