La blasfemia está de
moda pero, desgraciadamente, por los peores motivos. Hay quien defiende, en
nombre de la libertad de expresión, el derecho a la blasfemia y hay quien
entiende, por el contrario, que son criminales no sólo los que matan inocentes,
sino también los que ofenden el santo nombre de Dios. ¿Pero, sería razonable
criminalizar la blasfemia? Algunos creyentes, principalmente musulmanes, creen
que sí. ¿Y los cristianos?
En el catecismo de la
Iglesia Católica (CIC) se dice que la blasfemia “consiste en proferir contra
Dios –interna o externamente- palabras de odio, de censura, de desafío; decir
mal de Dios, (…) abusar de Su nombre”. Y que “la prohibición de la blasfemia se
extiende a las palabras contra la Iglesia de Cristo, contra los santos, contra
las cosas sagradas” (CIC, nº 2148).
La Iglesia católica
afirma que Jesús siendo Dios, debe ser dorado. Pero, sólo por la fe se puede
afirmar la naturaleza divina de Cristo y, como es obvio, no se puede
culpabilizar por no haber recibido esa gracia. Por eso, la fe es un don divino
gratuito y, por eso, nadie puede ser forzado a creer, o a venerar a alguien en
quien no cree. Ninguna persona debe ser forzada, por el poder político (CIC, nº
2108), a actuar contra la propia conciencia en materia religiosa (CIC, nº
2106).
Con todo, quien no cree
no puede, por se motivo, ofender a los creyentes o a sus creencias y, si lo
hiciera, debe ser responsable judicialmente, no porque su actitud constituye
una blasfemia, sino porque incurre en un delito de injurias o de difamación.
Los fieles no pueden ser discriminados por tener fe, como tampoco los
agnósticos y los ateos lo pueden ser por no creer.
Aquello que es
blasfemia para algunos creyentes, puede ser de fe para quien tiene otra
religión. Por eso, lo que lo cristianos profesan –que Jesús es Dios- es una blasfemia para judíos y musulmanes.
Pero decir que Jesús no es Dios, ni un profeta, como afirman los judíos, es una
blasfemia para cristianos y musulmanes, respectivamente. Que Dios es Alá y
Mahoma su profeta, como dice el Islam, es, por su parte, inaceptable para los
judíos y cristianos. Si lo que para unos es de fe, para otros es una blasfemia,
sólo en un estado confesional es posible la criminalización de la blasfemia.
Así era en Judea, hace dos mil años, y en los reinos de la cristiandad
medieval. Y así es, aún hoy, en los países en que está en vigor la ley
islámica. Criminalizar la blasfemia, en nombre de una religión, sólo es posible
criminalizando todas las otras creencias y aboliendo la libertad religiosa.
“Es también blasfemo
recurrir al nombre de Dios para justificar prácticas criminales, reducir pueblos
a la esclavitud, torturar o condenar a muerte” (CIC, nº 2148). O sea, quien
pretende justificar un crimen, invocando el nombre de Dios, blasfema. Ténganse
a esto los terroristas que, en nombre de Alá, asesinan a personas inocentes,
pero también judíos y cristianos lo hicieron en otros tiempos, aunque se espera
y desea que tal cosa nunca más vuelva a suceder.
Todas las creencias y
todos los creyentes e incrédulos merecen respeto, excepto si usaran el nombre
de Dios para legitimar un delito. Los asesinos de los atentados en Francia no
fueron menos culpables por haber actuado por motivos religiosos, ni algunas de
sus víctimas fueron menos inocentes por
causa de su manifiesta irreligiosidad. Cuando
la blasfemia se expresa en atentados contra la vida, o contra la libertad
religiosa, de pensamiento o de expresión de los ciudadanos, debe ser
susceptible de una sanción penal. No porque es una blasfemia, sino porque es un
crimen.
Cualquier persona tiene
derecho a creer, o no creer, en lo que quisiera, pero nadie tiene derecho a
atentar contra la vida o la libertad de seres humanos inocentes, mucho menos en
nombre de Dios.
Como también recordaba
el Catecismo, ¡Jesús fue injustamente condenado a muerte… por blasfemia! (CIC,
nº 574). ¡Es desgarrador y paradójico que, a lo largo de la historia
bimilenaria de la iglesia, algunos cristianos hayan matado a otras personas, en
nombre de Cristo, por el mismo crimen que Él, hace dos mil años, fue
inicuamente muerto!
Imponer por la fuerza,
una fe religiosa, o negar la vida o la libertad a quien no la profesa es,
también, blasfemar. Es crucificar de nuevo a quien, tenido por blasfemo, dio su
vida por la libertad de las conciencias de todos los hombres, sin excepción.
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