9 de maio de 2015
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Ilustração de Carlos
Ribeiro
Más que un penoso
recuerdo, el arrepentimiento es la amarga pena (duro castigo) que siente una
buena conciencia después de darse cuenta de haber llevado a cabo un mal gesto. El
arrepentimiento, más que un simple sufrimiento es, en su esencia, una voluntad
de reparar de forma eficaz y diligente el mal del que fue protagonista. El
pasado no se altera, pero el futuro siempre puede ser diferente. Impidiendo la
repetición del error y haciendo lo posible por ser digno de perdón… todo esto,
aunque el mal gesto haya sido resultado de una intención equivocada o de un
simple desliz.
Hay quien acumula
errores en forma de vicios. Llegando incluso a considerar como mera formalidad
una sencilla petición de disculpa o un acto de cualquier otra penitencia más
pesada, algo que supone un costo, pero que, ponderadas todas las variantes…
vale la pena… realizan la maldad contando de antemano con la penitencia que
(según creen) la anulará…
Todos tenemos algo de
esta gran hipocresía. En vez de reparar nuestros errores, sólo los distanciamos
en intervalos de tiempo con… aparente consciencia. Llega a haber quien prefiere sentir pesados remordimientos
a tener que decidir hacer alguna cosa para remediarlo.
Sólo el verdadero
arrepentimiento puede poner fin a una serie de desgracias. Esas tienden a
sucederse, en la medida en que después de la primera, todas las demás no
acostumbran a ser , a los ojos de su autor, sino una forma de dividir la misma
culpa en más de un gesto… se piensa que el mal no se multiplica, sino que, través de esa repetición, se divide y hace
menor. Pero en verdad, se acrecienta culpa tras culpa, en el intento de
justificar una supuesta inocencia.
El arrepentimiento no
hace las culpas peores, sólo las coloca al descubierto, tal como son: malas.
Uno de los efectos del
arrepentimiento es la humildad que se introduce en la existencia de quien la
asume. Después de todo, si cometemos un error una vez,
¿por qué razón no lo
volveremos a hacer? Más que pesarnos el pasado, nos pesa también lo que podemos
hacer aún peor… siendo que la delicadeza de esta sabia admiración de nuestra
fragilidad permite evitar muchas faltas graves.
El arrepentimiento, por
sí solo, no absuelve a nadie. Sólo la víctima de la maldad la pude perdonar. Pero
tal cosa no tiene ninguna relación con la existencia del arrepentimiento… quien
perdona puede hacerlo a quien está arrepentido o no. El que es perdonado, sólo lo
es si estuviera arrepentido…
En buena parte de los
casos, el perdón proviene de quien se reconoce incapaz de conocer los por qués
del otro y así se obliga a no condenar, amándolo en vez de juzgar.
También hay quien no
perdona para que al castigo del arrepentimiento se sume aún más dolor… una
especie de condenación que hace evidente el daño causado… pero, claro, a veces,
es sólo una venganza.
Hay incluso quien no se
perdona a sí mismo, a pesar de saber la verdad de su propio arrepentimiento.
El arrepentimiento
supone no sólo el sufrimiento de la culpa por la autoría del mal, sino también
la voluntad consciente de entregar todo el futuro a reparar la falta cometida… Al arrepentirme trazo un
esbozo del ser en el cual me debo convertir.
El arrepentimiento nos
hace mirar para atrás a través del peso
de la falta cometida. Sólo una tensión firme hacia delante nos puede hacer
recuperar la verticalidad. Solamente un compromiso serio y determinado nos
puede hacer mover en el sentido del bien futuro, a pesar del mal pasado.
Cuando fallamos debemos
tender la mano y pedir perdón… pero, de la misma forma que un mendigo suplica
una limosna sabiendo que no es una obligación para nadie, así también quien
pide perdón nunca lo debe hacer como algo garantizado o justo… por más sincero
y profundo que sea su arrepentimiento.
Perdonar es perdonar,
conceder un don, dar más de lo que es corriente. Donar algo sublime. Gesto
divino, hace sufrir a quien lo concede, mucho más que a quien lo recibe… Quien
perdona acaba por compartir un sufrimiento que no era suyo… pero pasó a serlo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarCada crónica es un auténtico retrato interior, que destaca un aspecto u otro, tanto de nuestras grandezas como de nuestras miserias, de nuestros ideales o de nuestros fracasos. Pero el genio del artista no se queda ahí, es sugerente, motivador, además no se cansa, y puede hacer que consigas poner tu propia pose, tu lado bueno permanentemente… al revés que el de Dorian Grey, nuestro retrato mejorará con el tiempo y las acciones. Muito obrigado, José Luís.
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