JOSÉ LUÍS NUNES MARTINS
Él llevaba siempre la
fotografía de ella en la cartera. Era un tesoro que admiraba varias veces al
día. Una prueba concreta de que ella había existido y existía, de que no era
una mentira o ilusión.
En la fotografía, ella
estaba lindísima, con una sonrisa acogedora y una mirada llena de luz que
iluminaba todo… aunque los vacíos que iba llenando fuesen cada vez mayores.
Aquel hombre sentía que su
amor se hacía pedazos cada día, a cada hora… a cada instante. Como una cascada sobre un abismo. Pero la
amaba, nunca dejó de amarla, aún cuando la muerte lo llevaba a dejar de creer.
Su corazón parecía haber sido el lugar escogido por el bien y por el mal, para
medirse en él la fuerza de la luz y de las tinieblas.
De noche, en casa, la
saudade le llama a la puerta, hasta derrumbarlo… así que entraba, un dolor
profundo le seguía todos los pasos y
pesaba, cada uno, más y más. Cuando el sueño llegaba para silenciarla tristeza,
la saudade llenaba el cuarto y se acostaba en la cama antes que él, esperándolo
con su abrazo frío. Era una soledad tan concreta que, sólo, él la podía ver y
oír.
Quería tanto que ella, desde
el lado de la muerte, pudiese verlo…
La certeza de que el paraíso
no tendría sentido sin ella lo animaba, por momentos, aquella inmensa noche,
aún más inmensa cuando él perdía la esperanza… y, a pesar de no poder sentir a
su amada, ella le daba sentido.
Deseaba que la misma muerte
que la había llevado, lo llevase también a él… o para al lado de ella, o para
una nada cualquiera donde ya no hubiese dolor. Pero no quería ser cementerio.
Tenía que hacer honor a lo que había prometido: ¡conquistar, en este mundo, la
vida eterna!
Sabía bien, muy bien, que uno
de los peores momentos de la batalla es la espera, pero estaba seguro de la
felicidad… desde el día en que decidieron amarse, perdonarse y esperar uno por
el otro.
El hombre murió un día
triste de lluvia.
Murió… y fue luego a
arrodillarse a la cabecera de la cama donde ella esperaba por él, hace tanto
tiempo…
Lo que ella no esperaba fue
el beso caliente con que él la despertó, para siempre.
(Ilustração de Carlos
Ribeiro)
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