En este centenario de las apariciones en la Cueva de Iría y
de la revolución comunista rusa, no se
puede dejar de reconocer que la ‘conversión’ de Rusia, después de su
consagración a María, impuso Fátima al mundo.
En 2017 ocurrieron muchas efemérides, pero tal vez ninguna
sea tan significativa como el centenario de las apariciones de Nuestra Señora
de Fátima. Un aniversario que guarda una misteriosa relación con otro
centenario que, seguramente, no será olvidado en el otro extremo del continente
europeo: los cien años de la revolución comunista, en Rusia.
Según el relato escrito por Lucía, la vidente que puso por
escrito, por orden del obispo de Leiria, el relato de las apariciones, el 13 de
julio de 1917 fue revelado el ‘secreto’ en que se hacía una alusión a Rusia.
Después de haber sido profetizada una nueva guerra mundial, fue dicho también a
los pastorcitos que, “para impedirla, iréis a pedir la consagración de Rusia a
mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora en los primeros sábados de mes.
Si atendieren mis pedidos, Rusia se convertirá y tendrá paz; si no, esparcirá
sus errores por el mundo promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia, los
buenos serán martirizados, el santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias
naciones serán aniquiladas, por fin mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo
Padre consagrará a Rusia a mí, que se convertirá y será concedido al mundo
algún tiempo de paz”.
Las apariciones de Fátima ocurrirán en plena primera Guerra
Mundial, que los pastorcitos conocían a través de varios soldados portugueses,
coterráneos suyos, que estaban combatiendo en Francia. Pero, niños analfabetos
como eran, ignoraban la existencia de la lejana Rusia que, por aquellas fechas,
sufría un doloroso proceso revolucionario, que más tarde resultó la tristemente
famosa Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. ¡Por eso, cuando en la
aparición del 13 de julio de 1917, fue dicho que Rusia esparciría sus errores
por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia y que varias
naciones serían aniquiladas, nadie podía siquiera imaginar que “errores” serían
esos, ni las naciones que serían aniquiladas, ni mucho menos por qué tendría el
Papa que consagrar a Rusia a María para que esta se convirtiese! ¡Por eso, la
aparición en que estas profecías fueron reveladas ocurrió el 13 de julio de
1917 y la llamada revolución de Octubre, que instauró el régimen comunista,
tuvo lugar el día 25 de ese mes, pero corresponde al día 7 de noviembre del
calendario occidental, o sea, cuatro meses después de la referencia a la
necesidad de la consagración a María, para la conversión de aquel país!
Gracias al trabajo de José Milhazes (El mensaje de Fátima en
Rusia, Aletheia, 2016), se sabe hoy que, en la prensa rusa, no fueron
conocidas, en 1917, las apariciones de la Cueva de Iría, ni mucho menos la
referencia a Rusia y a la necesidad de su consagración, como condición previa a
su conversión. Mejor dicho, ante un periodo de gran turbulencia política, sería
imprudente cualquier pronóstico en relación a su futuro a medio o largo plazo
y, por eso, desproporcionado cualquier apelación a su cambio político, o sea, a
su conversión. Como esta revelación formaba parte del “secreto”, la vidente que
sobrevivió a los dos pastorcitos más jóvenes, solo a ella se refirió en 1942,
por insistencia del entonces obispo de Leiria y porque para el caso se sintió
autorizada por Dios.
Muchas fueron las consagraciones hechas a Nuestra Señora
pero, según la propia vidente, solo la que el 25 de marzo de 1984 realizó San
Juan Pablo II, en unión con el obispado mundial, fue válida. Es verdad que
algunas personas cuestionaron esa última consagración, pero la hermana Lucía
fue perentoria en este propósito, declarando que aquel “acto solemne y
universal de la consagración correspondía a los deseos de Nuestra Señora”, en carta de 8 de
noviembre de 1989, víspera de la caída del Muro de Berlín... Por eso, como
entonces expresa y formalmente declaró el cardenal Tarsicio Bertone, que iba a
ser Secretario de Estado de la Santa Sede con el papa Benedicto XVI, “toda
discusión, así como otro pedido posterior, carece de fundamento”.
Nótese que la caída del Muro de Berlín y el pacífico
desmoronamiento de la URSS fue de forma absolutamente imprevisible y del todo
sorprendente. Nadie había previsto entonces el desmoronamiento de la Unión
Soviética, ni la liberación de todos los países del Pacto de Varsovia. Es
irónico que esta alianza político-militar, constituida por la URSS y por sus
satélites, tuviese por nombre la capital polaca, cuando fue Polonia el primer
país comunista en librarse del yugo soviético, gracias a la acción pastoral y
diplomática de San Juan Pablo II, así como a la valiente actuación de Lech
Walesa y de su sindicato libre, Solidaridad. No deja de ser paradójico que el
comunismo haya sido derribado por el proletariado, o sea, por aquellos que se
suponía que serían protagonistas y principales beneficiarios del régimen...
En 1917, los principales enemigos de Fátima no fueron los
ateos, ni los comunistas, sino los católicos, que solo tardíamente, después de
una minuciosa y exhaustiva investigación, reconocieron la credibilidad de las
apariciones marianas. Como decía el Cardenal Cerejerira, “no fue la Iglesia la que
impone Fátima, sino que fue Fátima la que se impuso a la Iglesia”. En este
centenario de las apariciones en la Cueva de Iría y de la revolución comunista
rusa, ya nadie puede negar, aunque sea ateo o agnóstico, que la ‘conversión’ de
Rusia, después de su consagración al Inmaculado Corazón de María, impone Fátima
al mundo.
http://observador.pt/opiniao/os-dois-centenarios-de-2017/