OPINIÓN DE JOSÉ LUÍS NUNES
MARTINS
En los tiempos en que se
levantaban catedrales, muchos fueron los hombres que soñaron y trabajaron por
algo, aunque supieran que nuca lo irían a ver terminado. Aceptaban con humildad
que su propio valor residía, no en ellos, sino en la grandeza de lo que
construían. Luchaban por la edificación de una cosa que solo sus hijos o sus nietos
verían construido. Sí se preocupaban de no buscar otro provecho sino el de saber
que habían hecho su parte del camino.
Corresponde a cada uno de los que
tienen la responsabilidad de representar a su comunidad decidir de acuerdo con
lo que fuera mejor para todos. Los que ya son miembros activos y los que han de
ser, para con los cuales tienen el deber de dejar las condiciones necesarias
para que puedan vivir bien y que, en paz, busquen su felicidad y la de sus
descendientes.
Pensar solo en sí mismo y en sus
intereses, o tener un horizonte solo hasta la fecha de las próximas
elecciones debía ser considerado un
crimen.
El planeta es la más bella de las
catedrales. Tenemos el deber de no contribuir
a su destrucción, aunque puede que no lleguemos a ver el final de esa
obra.
Los mares, el cielo y la tierra
son dones que tenemos la obligación de preservar, aunque esa obra no se
concluya en el tiempo de nuestros días.
El que no se acuerda de aquellos
que nos confiaron el mundo en que vivimos, y no tiene presente a aquellos que
ha de venir después de nosotros, olvídese de que el mundo es aún más de ellos
que nuestro.
(ilustração de Carlos Ribeiro)
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