Pablo Garrido Sánchez
Una pregunta
¿Quién es JESÚS de Nazaret? Pasan los años y contamos
décadas de práctica cristiana con tiempos comunitarios y particulares de
oración; hemos asistido a charlas, retiros, ejercicios espirituales o reuniones
multitudinarias en las que se predicaba a JESÚS de Nazaret. Es probable que en
algún momento hayamos realizado algún compromiso testimonial, y con todo
todavía procede mantener vivo el interrogante básico: ¿Quién es JESÚS de
Nazaret? La proximidad a JESÚS no evita la pregunta: “¿Quién es éste, que hasta el
viento y el mar le obedecen?” (Cf. Mt 8,27). Sabemos que los discípulos más
cercanos a JESÚS obtuvieron un conocimiento cierto, suficiente y misterioso. La
condición humana y divina de JESÚS nos sitúa siempre ante el misterio.
El PADRE conoce al HIJO (Cf Mt 11, 27)
El establecimiento de esta premisa, el PADRE es quien
realmente conoce al HIJO, no es habitual tenerla en cuenta; y sin embargo JESÚS
lo advierte en distintas ocasiones. Es el PADRE el que dispone la venida de su
HIJO a este mundo (Cf. Jn 3, 16). JESÚS reconoce que”nadie puede ir a ÉL, si
el PADRE que está en los cielos no le concede
esa gracia” (Cf. Jn 6, 44). A
Pedro le dice que el conocimiento expresado sobre ÉL le viene dado por el PADRE
(Cf. Mt 16,17). El creciente, necesario e ilimitado conocimiento sobre JESÚS
nos es dado por el PADRE mediante la efusión del ESPÍRITU SANTO (Cf. Jn 16,8).
Cualquier aproximación hacia JESÚS mantiene un horizonte de eternidad, por lo
que lejos de nosotros el desánimo por el conocimiento escaso y parcial que
podamos reconocer hasta estos momentos. Es posible, que los más avanzados en la
vida del espíritu puedan decir con el apóstol: “todo lo considero pérdida
comparado con el conocimiento de CRISTO, mi SEÑOR” (Cf. Flp 3,8) La
insaciabilidad por conocer a JESÚS de Nazaret es un buen indicador del progreso
dentro de la vida cristiana, porque el que está necesitado de conocimiento es
que de algo ya participa, pero tiene anchura y profundidad para acoger más de Aquel
que se le vuelve necesario. En esta disposición de ánimo proseguimos en nuestra
búsqueda.
Títulos
Hasta los treinta años, en el carné de identidad de
JESÚS podría leerse: Nacido en Belén, domiciliado en Nazaret, hijo de José y de
MARÍA, de treinta años de edad, y artesano de profesión.
A los treinta años, JESÚS, inicia su misión
evangelizadora, que le ocupa unos tres años. Durante este tiempo, JESÚS se hace
llamar “Hijo del hombre”, y los seguidores se dirigen a ÉL como Maestro.
Durante tres años, JESÚS predica el Evangelio del
Reino, mostrando una autoridad moral y espiritual sorprendente. Acompaña su
misión con señales, prodigios y milagros, creando expectación en unos y rechazo visceral en
otros. Las autoridades tanto civiles como religiosas no soportan por más tiempo
la actividad misionera, pues a unos y otros les parecía que peligraban sus
propias seguridades. El desenlace de los acontecimientos sabemos cómo fue: en
la Cruz; pero el destino que el PADRE tenía para su HIJO era otro. JESÚS “con
su sangre, había comprado para DIOS, hombres de toda raza, lengua, pueblo y
nación” (Cf. Ap 5,9); por lo que fue
constituido SEÑOR y CRISTO (Cf. Hch 2,
36). Estos dos títulos, SEÑOR y CRISTO,
aparecen durante la vida pública en círculos restringidos, afirmándose en toda
su extensión después de la Resurrección.
El evangelio de san Juan recoge otros títulos
referidos a JESÚS que profundizan en su identidad a la luz de la Resurrección.
En verdad JESÚS es la Luz y la Vida del mundo (Cf. Jn 1, 4). De la misma
manera, “ÉL es el Pan bajado del Cielo que da la vida al mundo” (Cf Jn
6, 33), “JESÚS es el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6). JESÚS es la fuente de la
Resurrección para el hombre en particular y para la humanidad en su conjunto
(Cf. Jn 6, 44; 11, 25)
La ejemplaridad
Todavía encontramos personas que reconocen guardar un
recuerdo ejemplar de sus mayores. Otras veces la interiorización de modelos de
comportamiento provienen de otras personas más alejadas del estrecho círculo
familiar, escolar o de amistad.
Principalmente son los mayores aquellos
que han quedado en la armadura de nuestra memoria como modelos de
comportamiento. Quienes tienen la primacía en el campo de la ejemplaridad son
los padres: el padre y la madre. Si esta base se altera, queda comprometido
todo el edificio que alberga y sostiene los patrones de comportamiento. La
ejemplaridad proveniente del entorno y admitida en el fuero interno, no
dispensa de la reelaboración personal de los contenidos asumidos; más aún, es
absolutamente necesario que la persona
revise y dé asentimiento más o menos definitivo a lo que de forma
intuitiva percibe en alguien que se erige como modelo de comportamiento. Los
ejemplos se pueden multiplicar, pero consideremos el comportamiento heroico de
una persona que salva la vida de alguien que se está ahogando en medio de una
tempestad, como ocurre con cierta frecuencia; será algo admirable que muchos no
podremos imitar porque las facultades físicas no nos lo permiten, pero sigue
siendo objeto de encomio y admiración. Pensemos en la vida de silencio y
ascesis de un cartujo: es algo admirable, pero parcialmente integrable en la
vida de la mayoría de las personas.
Los modelos de identificación son patrones
descubiertos hace tiempo por la psicología evolutiva, y poco cotizados en estos
momentos. En el ambiente de banalidad que nos envuelve, han caído también los
modelos de identificación con la propagación de forma especial de la ideología
de género, que promueve una mezcla caótica de elementos fundamentales, que al final
desestructuran a la persona en su misma raíz.
Seguimiento
El círculo de seguidores abarca más que a
los Doce. Ésta es una institución con unas características particulares, que
fundamenta a todo el conjunto de discípulos cuyo radio potencial de captación
alcanza a todo hombre de cualquier época y lugar. La llamada de JESÚS al
discipulado es tan universal como su propio Mensaje.