Los suicidios de adultos que recurrieron a tratamientos con hormonas
del sexo opuesto, o se someterán a cirugías de cambio de sexo, es 20 veces superior
a lo normal.
Por muy poco – 109 votos a favor
contra 106- el parlamento aprobó ayer la ley que permite a cualquier joven de
16 años determinar, sin necesidad de recomendación médica, su género. O sea,
cambiar en el registro civil su nombre propio –de masculino a femenino, o
viceversa- y considerar como suyo el sexo correspondiente. Sólo cuando fuese
mayor de edad, a los 18 años, estará autorizado a requerir intervenciones
quirúrgicas y médicas que simulen el sexo con el que se identifica; pero, en realidad,
no cambia de sexo, solo altera su apariencia anatómica.
La ideología de género entiende
que la identidad sexual es algo esencialmente subjetivo y no determinado física
y biológicamente, y que la apariencia sexual/morfológica debe ser la que corresponda
a esa identidad. El cuerpo humano es masculino o femenino, pero el género
admite más de cincuenta modalidades: ‘gender
fluid’, ‘gender variant’, ‘genderqueer’, ‘gender questioning’, ‘gender
nonconforming’, ‘agender’, ‘bigender’, ‘cisgender’, ‘cisgender male’,
‘cisgender female’, etc. No existiendo ningún fundamente objetivo del
género, este depende solo de la propia decisión, que pude optar por la
identidad sexual que entienda más adecuada a su personalidad. Más aún, no solo
tiene plena libertad para determinar su género, sino también el derecho a ser
tratado, a todos los efectos sociales, como tal.
¿Pero, cuál es la opinión de los
especialistas en la materia? El Colegio Americano de Pediatras, a través de su
presidente, Michelle A. Cretella, y de su vicepresidente, Quentin Van Meter,
realizó un estudio, exclusivamente científico, sobre la transexualidad juvenil.
Sus conclusiones fueron resumidas por Javier Fiz Pérez, en artículo publicado
el pasado 1 de marzo, en el ‘site’ Aleteia, del grupo mediático europeo Media
Participations:
La sexualidad humana es una
característica binaria, biológica y objetiva. Los genes XX e XY son
identificadores genéticos de un estado normal de salud, no de un trastorno. Lo
que es natural, en el plano genético humano, es ser hombre o mujer. La
sexualidad humana está proyectada de manera binaria, con una interconexión
evidente con la reproducción y multiplicación de nuestra especie.
Nadie nace con género. Todo ser
humano nace con sexo biológico. Nadie nace con la consciencia de sí mismo como
hombre o mujer. Esa conciencia se desarrolla con el tiempo y, como todo proceso
de desarrollo, puede ser influenciada por las percepciones subjetivas de la
infancia. Las personas que se identifican
con ‘la sensación de pertenecer al sexo opuesto’, o ‘a algún punto
intermedio, no forman un tercer grupo sexual, porque continúan siendo, en
términos biológicos, hombres o mujeres.
Cuando un niño, biológicamente
saludable, piensa que pertenece al sexo biológico opuesto, padece un problema
sicológico y no físico, una disfunción de género, reconocida como un trastorno
mental, en la más reciente edición del Manual de Diagnósticos y Estadísticas,
de la Asociación Americana de pediatría (DSM-V), en una entidad no confesional.
El bloqueo de las hormonas de la
pubertad provoca la ausencia de pubertad, inhibiendo, así, el crecimiento y la
fertilidad de un niño que, antes de una intervención de esa naturaleza, era
biológicamente saludable.
La gran mayoría de jóvenes -98%
de los chicos y 86% de las chicas- que, durante la infancia y juventud,
tuvieron problemas de identificación con su sexo biológico, aceptan, después de
la pubertad, su sexo biológico. Los datos son del DSM-V, una guía clínica para
sicólogos y psiquiatras.
La utilización de hormonas
sexuales del sexo opuesto tienen riesgos para la salud: altera la presión
arterial, causa la formación de coágulos en la sangre, provoca AVC y cáncer.
En adultos que usaron hormonas
del sexo opuesto, o se sometieron a una cirugía de cambio de sexo, las tasas de
suicidio son 20 veces superiores que en personas que no se sometieron a esos
tratamientos, ni hicieron esas operaciones.
La suplantación de sexo biológico
por cirugías y productos químicos no es normal, ni saludable, al contrario de
lo que se dice a estos jóvenes con estos problemas.
Según las estadísticas, la
identificación de los jóvenes con el sexo opuesto es un trastorno de la
personalidad que, en el 92% de los casos, después es superado. Se pregunta
entonces: ¿Por qué razón el parlamento portugués, sin ninguna autoridad
científica en la materia, quiere facilitar que los adolescentes, que aún no han
alcanzado la madurez psíquica y sexual, ni la mayoría de edad, que todavía no
pueden beber en público bebidas alcohólicas, ni siquiera votar, puedan
precipitar una decisión que tendrá gravísimas repercusiones en su salud física
y mental?!Más penoso es saber los suicidios de adultos que recurren a
tratamientos con hormonas del sexo opuesto, o se hubieran sometido a cirugías
de cambio de sexo, es 20 veces superior al normal. Siendo así, esta nueva ley
no es solo temeraria, sino potencialmente homicida.
La Iglesia es particularmente
sensible al inmenso sufrimiento de los jóvenes que padecen disfunción de género
y de sus familias. Prueba de eso son las innumerables instituciones católicas
especialmente dedicadas a su apoyo. Pero también sabe que la complacencia con
esas disfunciones no es el camino que mejor sirve a esas personas, que deben
ser ayudadas, psíquica, clínica y espiritualmente, a aceptar la versas sobre su
identidad sexual y a amarse a sí mismas como realmente son, que es también como
Dios las ama. La Iglesia enseña que su condición –como, además, cualquier
orientación sexual- en nada disminuye su dignidad, ni impide su realización
humana y sobrenatural.
A pesar de los lamentables casos
de pedofilia, afortunadamente ya castigados con la merecida severidad y -¡se
espera!- definitivamente superados, la Iglesia católica tiene un especial aprecio
por los jóvenes, que estos reconocen y retribuyen: las Jornadas Mundiales de la
Juventud son la mayor concentración periódica
mundial de gente joven. Este año, el Papa Francisco convocó a los
jóvenes de todo el mundo a un sínodo que se realizará en Roma y que será,
ciertamente, una jubilosa celebración más de la vida. Al contrario, por aquí la
extrema izquierda parlamentaria insiste en lo que San Juan Pablo II llamó ‘la
cultura de la muerte’: si la ley que promueve la interrupción voluntaria del
embarazo fomenta la muerte de los niños aún no nacidos, la eutanasia favorece
el homicidio de los enfermos, de las personas de edad, esta nueva ley hace de
los jóvenes víctimas potenciales.
https://observador.pt/opiniao/uma-lei-perigosa/
No hay comentarios:
Publicar un comentario