lunes, 16 de abril de 2018

Una ley peligrosa





Los suicidios de adultos que recurrieron a tratamientos con hormonas del sexo opuesto, o se someterán a cirugías de cambio de sexo, es 20 veces superior a lo normal.

Por muy poco – 109 votos a favor contra 106- el parlamento aprobó ayer la ley que permite a cualquier joven de 16 años determinar, sin necesidad de recomendación médica, su género. O sea, cambiar en el registro civil su nombre propio –de masculino a femenino, o viceversa- y considerar como suyo el sexo correspondiente. Sólo cuando fuese mayor de edad, a los 18 años, estará autorizado a requerir intervenciones quirúrgicas y médicas que simulen el sexo con el que se identifica; pero, en realidad, no cambia de sexo, solo altera su apariencia anatómica.

La ideología de género entiende que la identidad sexual es algo esencialmente subjetivo y no determinado física y biológicamente, y que la apariencia sexual/morfológica debe ser la que corresponda a esa identidad. El cuerpo humano es masculino o femenino, pero el género admite más de cincuenta modalidades: ‘gender fluid’, ‘gender variant’, ‘genderqueer’, ‘gender questioning’, ‘gender nonconforming’, ‘agender’, ‘bigender’, ‘cisgender’, ‘cisgender male’, ‘cisgender female’, etc. No existiendo ningún fundamente objetivo del género, este depende solo de la propia decisión, que pude optar por la identidad sexual que entienda más adecuada a su personalidad. Más aún, no solo tiene plena libertad para determinar su género, sino también el derecho a ser tratado, a todos los efectos sociales, como tal.

¿Pero, cuál es la opinión de los especialistas en la materia? El Colegio Americano de Pediatras, a través de su presidente, Michelle A. Cretella, y de su vicepresidente, Quentin Van Meter, realizó un estudio, exclusivamente científico, sobre la transexualidad juvenil. Sus conclusiones fueron resumidas por Javier Fiz Pérez, en artículo publicado el pasado 1 de marzo, en el ‘site’ Aleteia, del grupo mediático europeo Media Participations:

La sexualidad humana es una característica binaria, biológica y objetiva. Los genes XX e XY son identificadores genéticos de un estado normal de salud, no de un trastorno. Lo que es natural, en el plano genético humano, es ser hombre o mujer. La sexualidad humana está proyectada de manera binaria, con una interconexión evidente con la reproducción y multiplicación de nuestra especie.

Nadie nace con género. Todo ser humano nace con sexo biológico. Nadie nace con la consciencia de sí mismo como hombre o mujer. Esa conciencia se desarrolla con el tiempo y, como todo proceso de desarrollo, puede ser influenciada por las percepciones subjetivas de la infancia. Las personas que se identifican  con ‘la sensación de pertenecer al sexo opuesto’, o ‘a algún punto intermedio, no forman un tercer grupo sexual, porque continúan siendo, en términos biológicos, hombres o mujeres.

Cuando un niño, biológicamente saludable, piensa que pertenece al sexo biológico opuesto, padece un problema sicológico y no físico, una disfunción de género, reconocida como un trastorno mental, en la más reciente edición del Manual de Diagnósticos y Estadísticas, de la Asociación Americana de pediatría (DSM-V), en una entidad no confesional.

El bloqueo de las hormonas de la pubertad provoca la ausencia de pubertad, inhibiendo, así, el crecimiento y la fertilidad de un niño que, antes de una intervención de esa naturaleza, era biológicamente saludable.

La gran mayoría de jóvenes -98% de los chicos y 86% de las chicas- que, durante la infancia y juventud, tuvieron problemas de identificación con su sexo biológico, aceptan, después de la pubertad, su sexo biológico. Los datos son del DSM-V, una guía clínica para sicólogos y psiquiatras.

La utilización de hormonas sexuales del sexo opuesto tienen riesgos para la salud: altera la presión arterial, causa la formación de coágulos en la sangre, provoca AVC y cáncer.

En adultos que usaron hormonas del sexo opuesto, o se sometieron a una cirugía de cambio de sexo, las tasas de suicidio son 20 veces superiores que en personas que no se sometieron a esos tratamientos, ni hicieron esas operaciones.

La suplantación de sexo biológico por cirugías y productos químicos no es normal, ni saludable, al contrario de lo que se dice a estos jóvenes con estos problemas.

Según las estadísticas, la identificación de los jóvenes con el sexo opuesto es un trastorno de la personalidad que, en el 92% de los casos, después es superado. Se pregunta entonces: ¿Por qué razón el parlamento portugués, sin ninguna autoridad científica en la materia, quiere facilitar que los adolescentes, que aún no han alcanzado la madurez psíquica y sexual, ni la mayoría de edad, que todavía no pueden beber en público bebidas alcohólicas, ni siquiera votar, puedan precipitar una decisión que tendrá gravísimas repercusiones en su salud física y mental?!Más penoso es saber los suicidios de adultos que recurren a tratamientos con hormonas del sexo opuesto, o se hubieran sometido a cirugías de cambio de sexo, es 20 veces superior al normal. Siendo así, esta nueva ley no es solo temeraria, sino potencialmente homicida.

La Iglesia es particularmente sensible al inmenso sufrimiento de los jóvenes que padecen disfunción de género y de sus familias. Prueba de eso son las innumerables instituciones católicas especialmente dedicadas a su apoyo. Pero también sabe que la complacencia con esas disfunciones no es el camino que mejor sirve a esas personas, que deben ser ayudadas, psíquica, clínica y espiritualmente, a aceptar la versas sobre su identidad sexual y a amarse a sí mismas como realmente son, que es también como Dios las ama. La Iglesia enseña que su condición –como, además, cualquier orientación sexual- en nada disminuye su dignidad, ni impide su realización humana y sobrenatural.

A pesar de los lamentables casos de pedofilia, afortunadamente ya castigados con la merecida severidad y -¡se espera!- definitivamente superados, la Iglesia católica tiene un especial aprecio por los jóvenes, que estos reconocen y retribuyen: las Jornadas Mundiales de la Juventud son la mayor concentración periódica  mundial de gente joven. Este año, el Papa Francisco convocó a los jóvenes de todo el mundo a un sínodo que se realizará en Roma y que será, ciertamente, una jubilosa celebración más de la vida. Al contrario, por aquí la extrema izquierda parlamentaria insiste en lo que San Juan Pablo II llamó ‘la cultura de la muerte’: si la ley que promueve la interrupción voluntaria del embarazo fomenta la muerte de los niños aún no nacidos, la eutanasia favorece el homicidio de los enfermos, de las personas de edad, esta nueva ley hace de los jóvenes víctimas potenciales.

https://observador.pt/opiniao/uma-lei-perigosa/


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