El Evangelio es, etimológicamente, la buena nueva, pero no faltan
personas que piensan que es un rumor sin fundamento o, peor aún, una “fake
news” más.
El Evangelio es,
etimológicamente, la buena nueva, pero más de dos mil años después de la
resurrección de Jesús de Nazaret, todavía hay quien piensa que esta buena
noticia es más una “fake news” o, por lo menos, un rumor sin fundamento.
En verdad, la primera referencia
a la Pascua cristiana fue un falso rumor. Cuando un periodista de
investigación, María Magdalena, fue a hacer un reportaje donde el cuerpo de
Jesús había sido sepultado la antevíspera, verificó que el sepulcro estaba
vacío. Regresó entonces precipitadamente a Jerusalén, donde dio la noticia como
una bomba: “¡Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han
puesto!” (Jo 20, 2).
Era cierta la ausencia del
cadáver, pero no la suposición de que había sido robado, aunque pareciera ser
esa la única explicación posible para su misteriosa desaparición. Por otro
lado, la reportera y su equipo, ignorando donde estaba el cuerpo ausente –“no
sabemos dónde lo han puesto”- suponen, equivocadamente, que alguien lo había
llevado a un lugar desconocido. Aunque fuese lógica su deducción, se precipitan
en la conclusión. Es este, además, un vicio muy común en cierto periodismo:
concluir a partir de una apariencia ilusoria.
Pedro y Juan no creyeron la
sorprendente noticia que les fue transmitida por María Magdalena y, por eso,
decidieron ir con ella al sepulcro... Sólo cuando vieron que era el mismo
sepulcro y que el cadáver, efectivamente, no estaba allí, la creyeron, pero no
en la resurrección. Como Juan aclara, “aún no entendían la Escritura, según la
cual Él debía resucitar de entre los muertos” (Jo 20, 9).
La Iglesia debe tomar una actitud
crítica en relación a cualquier rumor de algo aparentemente sobrenatural. En
principio, es de la más elemental prudencia no creer, aunque sea dicho con la
mejor buena fe. Pero también sería imprudente negar esa posibilidad, “porque a
Dios nada le es imposible” (lc 1,37). ¿Qué hacer entre tanto, cuando surge el
rumor de una supuesta aparición, o de un supuesto milagro? Lo que Pedro y Juan
hicieron: analizar los hechos. Sólo si fueran dignos de crédito, pueden ser
después reconocidos, por la Iglesia, como señales extraordinarias de la
providencia divina.
No obstante las tres veces que
Jesús de Nazaret había profetizado su pasión, muerte y resurrección al tercer
día, los apóstoles resistieron lo más que pudieron a esta buena nueva. De
hecho, el día que aconteció la resurrección, no creyeron a María Magdalena, ni
a las otras mujeres que, como ella, habían ido al sepulcro, ni a los discípulos
que, de camino a Emaús, tuvieron un encuentro sorprendente con el resucitado.
Sólo creyeron cuando lo vieron con sus ojos. Pero como, aún viéndolo,
permanecían en la duda, Cristo no sólo los invitó a tocar sus manos y sus pies,
sino también comió, en su presencia, un trozo de pescado asado (Lc 24, 42-43).
O sea, la resurrección de Jesús pasa de mero rumor a verdadera fe cuando,
después de vencida la duda persistente de los apóstoles, gana la consciencia de
un hecho, o sea, de una evidencia incontrovertible.
Pero, ni todos los rumores de aquel
tiempo se confirmaron. San Juan da cuenta de que entre los primeros cristianos
corría el rumor de que, el discípulo que el Señor amaba, no moriría: “corría
entonces entre los hermanos que aquel hermano no moriría. ¿Jesús, por el
contrario, no dice a Pedro: ‘No morirá’, pero ‘si quiero que él quede hasta que
venga, qué te importa?” (Jn 21, 23) ¡O sea, el mismo que da cuenta del rumor es
también el que lo desmiente! Moral de la historia: el cristiano debe tener una
fe inteligente y, por eso, no debe ser crédulo, ni ingenuo.
Más allá de los rumores, a lo que
es preciso oponer un espíritu razonablemente crítico, también hay también las fake
news’, que son noticias falsas puestas en circulación a propósito por quien tiene
el poder. Tampoco faltaron hace dos mil años…
Es Mateo quien dice: “Algunos de
los guardias fueron a la ciudad e informaron a los príncipes de los sacerdotes
de todo lo que había sucedido. Habiéndose reunido ellos con los ancianos,
después de reunirse en consejo, dieron una gran suma de dinero a los soldados diciéndoles:
‘Decid: sus discípulos vinieron de noche y, mientras estábamos dormidos, lo
robaron (…)’. Ellos, recibido el dinero, hicieron como les habían indicado. Y
esta noticia se divulgó entre los judíos y dura hasta el día de hoy” (Mt 28,
11-15) Comenta, a este respecto, San Agustín: “¡Astucia miserable! ¿¡Presentan testimonio
dormidos!? Verdaderamente estás durmiendo tú mismo, al imaginar semejante
explicación” (Enarrationes in Psalmos, 63, 15).
Es significativo que esta noticia
falsa sea el resultado de “una gran suma de dinero” porque, también ahora, los
grupos económicos que controlan los medios de comunicación social, ‘compran’ ‘fake
news’ a periodistas menos escrupulosos, tal vez incluso con la velada amenaza
del despido. Algo semejante ocurre en las redes sociales: Mark Zuckerberg
reconoció, en su reciente audiencia por el congreso norteamericano, que
facebook había cometido un error, al bloquear un anuncio de un curso de
teología católica en la universidad franciscana de Steubenville. En esa
ocasión, el senador republicano Ted Cruz lo confrontó también con el hecho de
que más de dos docenas de páginas
católicas habían sido suprimidas por facebook. Puede ser que su supresión se debiera
a un problema técnico y no a una actitud premeditada contra la Iglesia
católica, incluso porque millones de cristianos usan, sin restricciones, esa
sede social, principalmente para compartir su fe.
Las ‘fake nws’ no son solo
noticias falsas, son también noticias asesinas, porque aquel que es mentiroso y
padre de la mentira es también homicida (cf Jn 8, 44): cuando no puede matar
por la guerra, por el aborto o por la eutanasia, mata por la mentira, como el
marxismo y la ideología de género. Por el contrario, el Evangelio no es solo
una noticia verdadera, es también y principalmente una buena nueva liberadora:
solo la verdad nos hará verdaderamente libres (cf Jn8, 32).
https://observador.pt/opiniao/a-boa-nova-os-boatos-e-as-fake-news/
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