domingo, 1 de abril de 2018

“Son demasiado pobres nuestros ricos”


por Mia Couto, in ‘Pensatempos’



(Lo incluyo aquí por su interés, para completar y centrar las críticas a la emigración desde África. El enemigo principal lo tienen en casa… donde parece que no los quieren.)
La mayor desgracia de una nación pobre es que, en vez de producir riqueza, produce ricos. Pero ricos sin riqueza. En realidad, sería mejor llamarlos no ricos sino adinerados. Rico es quien posee medios de producción. Rico es quien genera dinero y da empleo. Adinerado es quien simplemente tiene dinero. O cree que lo tiene. Porque, en realidad, el dinero lo tiene a él.
La verdad es esta: nuestros “ricos” son demasiado pobres. Aquello que tienen, no les pertenece. Peor: aquello que exhiben como suyo, es propiedad de otros. Es producto del robo y de negocios turbios. No pueden, además, estos nuestros adinerados disfrutar con tranquilidad todo cuanto han robado. Viven con la obsesión de que les roben. Necesitan de fuerzas policiales de altura. Pero las fuerzas policiales a la altura acabarán por lanzarlos a ellos en cadena. Necesitaban un orden social en que hubiera pocas razones para la criminalidad. Pero si ellos se enriquecen es gracias a ese mismo desorden. 

El mayor sueño de nuestros nuevos ricos es, al final, muy pequeñito: un coche de lujo, unos efímeros brillos. Pero el lujoso vehículo no puede soñar mucho, sacudida por los socavones de las avenidas. El Mercedes o el BMV no pueden hacer uso completo de sus brillos, ocupados como están en esquivar la carrocería, muy convexa por calles muy cóncavas. La existencia de calles buenas dependería de otro tipo de riqueza. Una riqueza que sirviese a la ciudad. Y la riqueza de nuestros nuevos ríos nació de un movimiento contrario: del empobrecimiento de la ciudad y de la sociedad.

Las casas de lujo de nuestros falsos ricos son menos para ser habitadas que para ser vistas. Se hicieron para los ojos de quienes pasan. Pero al exhibirse, así, llenas de adornos y vistosidad, acaban atrayendo codicias ajenas. Por más guardias que tengan a la puerta, nuestros pobres ricos no evitan el recelo de las envidias y de los hechizos que esas envidias provocan. El Fausto de las residencias no los vuelve inmunes. ¡Pobres de nuestros ricachos!
Son como la cerveza que sale a presión. Son hechos en un instante pero la mayor parte son espuma. Lo que resta de verdadero es más el recipiente que el contenido. Podían producir ganado o vegetales. Pero no. En vez de eso, nuestros adinerados hechos bajo presión crean amantes. Pero las amantes (y/o los amantes) tienen un grave inconveniente: necesitan ser sostenidos con el mínimo dispendio. El mayor inconveniente es aún la ausencia de garantía del producto. La amante de uno puede ser, mañana, amante de otro. El corazón del cultivador de amantes no tiene sosiego: quien traicionó sabe que puede ser traicionado.

Mia Couto, escritor mozambiqueño, es uno de los autores africanos en lengua portuguesa más conocidos de la actualidad. Ha ejercido como periodista y realizó estudios de medicina y biología. Su principal ocupación, sin embargo, es la escritura desde que en 1986 logara un gran éxito con su antología Voces adormecidas.

https://www.revistapazes.com/sao-demasiado-pobres-os-nossos-ricos-por-mia-couto/


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