miércoles, 30 de noviembre de 2011

Presencia



Vamos a descansar hoy un poco, y nos vamos de excursión......



La naturaleza delata
Tu presencia,
unas veces descaradamente,
humildemente, otras
y a veces se oculta
enigmáticamente.
En cualquier caso
Tu siempre estás
Detrás de unos ojos atentos,
De unas manos generosas
De unos pies decididos
Que no se apartan del camino.
Tu presencia se multiplica
En la alegre floresta,
En la verdura refrescante,
En las elevadas montañas;
En los graciosos animalillos
En los salvajes y fieros.
Todo es para deleite
de nuestros ojos
que no ven tu divina providencia
entre tanta belleza y abundancia,
ojos velados para tu misteriosa presencia.
Dame, Señor, la gracia
De unos ojos limpios,
Que miren sin malicia ni prejuicios,
Que me permitan contemplar
tus misterios
Y me acerquen a tu divina
presencia,
Sin perecer.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Un frenazo providente en una carrera a ninguna parte.



Hoy he tenido una nueva experiencia, a estas horas de la noche no se me ha borrado la imagen, ni creo que se me vaya a borrar tan fácilmente. Me ha dejado marcado, y cuanto más pienso en ella más me conmueve. No tenía ni la menor idea de lo que se puede sentir viendo entrar en la sala del juicio, esposado, a una persona que conoces, con la que has tenido un trato frecuente y agradable durante meses, ver su cara, sentir cómo te mira, sorprendido, porque no te espera, o avergonzado de que le veas en ese estado. Al fin me decidí a preguntar a una persona que estaba también a la puerta como nosotros, ¿viene por Jesús? Sí, contestó, soy su psiquiatra de la cárcel; tuve que esperar un rato más, porque salieron los abogados, para volverla a preguntar: Perdone que le moleste: ¿cómo se encuentra moralmente Jesús? No supo qué contestarme, sólo me dijo: “yo creo que lo que peor le ha sentado es aparecer esposado y que lo veamos”. ¡Vaya por Dios!, ¿hice bien en ir o en dejar que me viera?
Ya no tiene remedio, al menos era yo la única persona conocida, que no fuera funcionario o tuviera que estar allí por obligación, y que había ido sólo por él, por hacerle compañía y decirle de alguna manera que algún amigo se acoraba de él.
Mi compañera me comentaba si era de veras necesario que esposaran a las personas, que eso era muy fuerte. Yo le contesté que la policía tenía que defender a la sociedad, nosotros éramos en cambio la misericordia, y tenemos a veces que ver a alguien llevar su cruz sin que podamos evitarlo. Entonces ella me contestó: claro, claro, nunca saben cómo va a reaccionar una persona.
¡Qué importa el motivo por el que Jesús está en prisión! Cuando estuvo con nosotros siempre fue una persona servicial, agradable, interesada en todo tipo de temas, respetuoso, excelente compañero ya que compartía toda su información, que no era poca, y disfrutaba sinceramente de nuestra compañía. ¿Qué le ha podido pasar desde que se fue para cometer un delito que le va a costar unos años de cárcel? Quizá lo sepamos algún día en el que él nos cuente su pasado al que no retornará, porque ya ha asumido su pasado más remoto aún vivo y traumatizador.
¡Ánimo, Jesús, y lucha por tu liberación, que la cárcel es una etapa necesaria quizá para alcanzarla!

domingo, 27 de noviembre de 2011

Con la caravana a cuestas




Hoy, por fin, le toca el turno a T. aunque ya unos meses que nos visita, no había encontrado ni el momento ni el modo de comentar cómo son las visitas de T. No sé bien si será porque ella habla tanto y tan deprisa que no me permite asimilar cuanto dice, porque es en verdad un torbellino de sentimientos e imaginación, y como lo dice con tanta gracia, te distrae ella misma y no le das la importancia que tiene a lo que dice. Quizá ella misma no es consciente de la trascendencia de todo lo que dice. También protesta mucho de todo, y esto lleva a ser prevenido para no seguirle el juego, no sea que vaya a pensar que siempre tiene razón. Yo me he atrevido varias veces a pararle un poco los pies aconsejándole que no use un lenguaje tan agresivo, para no ganarse enemigos ni complicarse la vida. Baja el tono, murmura algo como si no se creyera del todo lo que le digo, pero acepta y sonríe un tanto descolocada.

T., es muy especial, es fuerte, con una voz tremenda, se esfuerza por caer bien y es muy generosa con cualquiera. Disfruta contándonos sus problemas, dándonos su opinión y contándonos numerosas anécdotas de su vida. Es todo un personaje, hay pocas cosas que no conozca y ha corrido mil aventuras, como legionario ha tenido que superar numerosas pruebas; ha pasado también por la cárcel, fruto de negocios y conductas peligrosas; ha tenido y tiene una vida agitada y dura, muchas peleas, físicas y verbales.

Ahora vive en una caravana desde hace tiempo, cobra una pequeña pensión que no le permite mantener el coche, la caravana, comer y vestir. Pero T. a toda costa quiere que le solucionen sus problemas, se queja constantemente de las pocas ayudas que se ofrecen a las personas de la calle. Tiene un corazón enorme, se preocupa por lo que pasan todas las personas sin hogar, yo creo que si le dejaran era capaz de atender ella sola a todas. El alcalde es el peor, los servicios sociales son poco o nada eficaces. No soporta que la gente ande pidiendo o pase hambre, acoge en su caravana a cualquiera que esté necesitado, vamos, que de lo que tiene da. Por este lado la entiendo, no le cabe en la cabeza que las instituciones, que tienen tanto, no sean capaces de socorrer a todos los necesitados.

Las reivindicaciones de T. son casi ilimitadas y se repiten un día y otro, señal de que no avanzamos; esto es motivo de que haya que contener a T., y a pesar de su energía he de confesar que se contiene para no explotar cuando viene agobiada por un asunto de juzgados o por el apremio del pago de un recibo. Sobre todo reclama el derecho a un camping barato donde pueda aparcar su caravana y disfrutar de unos servicios esenciales, sobre todo de una toma de corriente eléctrica para hacer funcionar el frigo, porque el generador le trae problemas de ruido y económicos. Cierto que su ingenio es también muy agudo y se vale para solucionar muchos pequeños problemas y es capaz de hacer cualquier chapuza, incluso se siente capaz de arreglar un coche. Como nos ha contado más de una vez es un auténtico superviviente, lo fue cuando estuvo de legionario y lo es ahora como persona sin hogar, bueno con un hogar móvil: su caravana. A esto añádele una dosis de buen humor y entonces tenemos también otra muestra de su capacidad de supervivencia y la facilidad que tiene para ganarse la simpatía a primera vista.

No he mencionado una de sus principales preocupaciones, incluso quiere denunciar a la Junta, porque no le concede el derecho a operarse para convertirse en lo que ella quiere ser, una mujer completa. En cualquier caso yo le deseo que encuentre la paz consigo misma primero y seguro que la transmitirá a los demás, así la vida será más amable con ella.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Poesía para vivir




No había tenido la oportunidad de charlar con un poeta hasta hoy. Un poeta total, poque todo lo convierte en poesía, habla lo justo y necesario para comunicarse y enseguida ya está su espíritu transformando todo lo que ve y oye en lenguaje poético.
Llegó como todos, natural, educado, se toma su café, bueno, no le di tiempo de tomárselo porque no sé como salió el tema de la poesía, y fue olvidarse él su café, sacar un portafolios y ofrecerme la lectura de una poesía suya. Como pude lo escuché en medio de conversaciones ajenas y me gustó su sonido.
Él no estaba a gusto por el ruido y las interrupciones, así que yo le prometí que al día siguiente por la mañana quedaríamos en una terraza para charlar tranquilamente.
Me permitió estar presente en la entrevista con la trabajadora social, y tal como comenzó la entrevista sacó un folio y se puso a escribir, mientras escuchaba a la trabajadora y contestaba a sus preguntas. Poco antes de terminar, él había compuesto un retrato de la trabajadora. Increíble, y además muy perspicaz.
Digo compuso porque viéndole hacer me pareció un artista total: ve con unos ojos azules, claros, limpios, inmensos, posa su mirada suavemente sobre las personas y enseguida su mano obedece a su espíritu delicado y clarividente, escribe con letra de artista un retrato casi real.

Con su permiso os hago partícipes de las poesías que me leyó (no quiero ser egoísta, y de este modo justificar también el título de esta colaboración)

Destino

Fuimos como la luz
que hoy no brilla en el faro
como un mar sin arrecife
y barco naufragado;
Fuimos quimeras y chimeneas
en un fuego apagado
como agua sin corriente
y sin torrente
y campo arado
fuimos como un universo
en un cielo olvidado
sol que no calienta
y viento sin tornado.
(Adolfo)

Si te marchas de mi

Si tú te marchas de mí
no dejes jamás tu perfume de mujer
ni tu olor plegado a los rincones, o, casi una mirada
tuya fija en los rincones
de las rosas en los jardines
No regreses jamás con quejas de anteriores silencios
o tus obsesiones en lágrimas como siempre.
Háblame de los viejos hechos
Di tú una palabra no conocida en ti
algo parecido al viento...
usa tu memoria siempre para llegar a mi
escápate,
a donde el mar cubre
los cuerpos
y descubre el mar en los acantilados
hacia los mares inalcanzables
Desplázate en círculos
y tú me encontrarás
donde me has dejado.
(Adolfo)



Tardes de este invierno

Ante mis ojos va agonizando la tarde
en ese humilde dolor de la espera
Se va ennegreciendo el cielo con sabor
a tardes viejas, los árboles se desnudan
en su quietud fría y tensa.
Y sus hojas muertas se las lleva el viento formando
mantos blancos,
en esas tardes negras de este frío invierno
y que hasta el alma a mi se me hiela
Las gentes en sus casas sueñan despiertas
las aves en sus nidos también se enredan
en este frío invierno, de tardes secas,
con infinitas ansias de primavera
Duerme ante mi el sosiego y el silencio duerme
la tarde se va haciendo larga y tensa
sólo el rumor, y el ronco huracán del mar
aún embravecido ante mí en los acantilados viejos
nos despereza, y el rumor de las olas en la arena.
La tarde se va muriendo
entre las olas y las sombras
y el viento
cruel lamento de tierras y mares
de este frío invierno.

(Adolfo)

A un amor perdido

Ahora a mi se me escapa el sueño y la vida
esa vida en tus recuerdos
y, yo ya no sé, si tú eres realidad o quimera
se me agrietan las paredes de mi alma
sin yo recordar tan siquiera tu nombre,
ni tus sueños y, como un loco en la noche
a mí se me confunden tus recuerdos
y, en mi cabeza confusa se olvidan
hasta el sabor de tus besos
mujer fantasma sin nombre alguno
en la realidad del tiempo
Retira de mi tu cuerpo
y deja a la noche que ella
destinen sus destinos y el mío
y, en sus manos, y más oscuras de recuerdos
en tinieblas, como confusa,
en mi cabeza
y que yo pueda olvidar
tus bellos ojos de mujer.

(Adolfo)



jueves, 17 de noviembre de 2011

Primavera eslava




No había pronunciado una palabra desde que llegó, sólo protestó un poco cuando entraban otros que habían llegado más tarde que él para hablar con la trabajadora social. Estaba un tanto inquieto, pero no por eso dejaba de escuchar atentamente lo que hablábamos los demás. Me sorprendió cuando al terminar su entrevista, cerca ya de la una de a tarde, se acercó a mí y me dice sin más preámbulo: “yo no soy como ese señor que decía que él no era católico, pero que sí era cristiano; yo soy católico y lo he sido toda la vida”, incluso se emocionó.

Esta ha sido otra lección que he recibido con enorme satisfacción, y que prueba una vez más lo diferentes que somos los humanos aún en las mismas circunstancias, por lo que no podemos acercarnos a nadie con prejuicios, haciendo ver que somos muy listos y ya sabemos lo que le pasa o lo que piensa, e incluso le ofrecemos una solución estupenda para él.

Lo difícil es ser creyente en las circunstancias en que vive Jaroslav. Hace poco tiempo que vino a España, y vino a España porque en Checoslovaquia no hay trabajo para los mayores de cincuenta años, él se aproxima a los sesenta; sólo hay trabajo para jóvenes y para emigrantes de todos los países y razas, dice con enorme tristeza. Qué portentosa es la fe que transforma la miseria en esperanza, cuanto más firme, más humilde, y es fuente de virtudes que hacen al hombre más comprensivo y más sabio para afrontar las adversidades de la vida.

Jaroslav no ha caído en la desesperanza, ya que en su país no le ofrecían un futuro digno se vino a España; ha trabajado de temporero en el campo, siempre sin contrato y cobrando una miseria. Así lleva más de dos años recorriendo España de norte a sur, y no le ha dado tiempo de dedicarse a conocer sus derechos y a conocer la sociedad española. Dice que lo han tratado mejor en el norte que en el sur, refiriéndose a los curas, allí siempre le han dado algo, aquí no, dice; incluso una señora le recriminó que pidiera en la puerta de una Iglesia, en vez de pedir ayuda en cáritas o buscar un trabajo, él le contestó amablemente que le diera ella un trabajo, que es lo que desea con toda su alma, para no tener que pedir y sentirse humillado. Todavía se producen estas escenas tan poco cristianas, en la misma puerta de una iglesia o incluso en algún equipo de cáritas, aunque por suerte sea una excepción.

Me dio mucho gusto hablar con Jaroslav, un buen hombre, muy honrado, muy trabajador; lleva poco tiempo en España y vive un poco automarginado, me dio la impresión, pero más por falta de conocimiento de la realidad y los españoles que por deseo propio; le preocupa enormemente el trabajo, no se mete demasiado en conversaciones y no le gustan los excesos verbales. Ya más relajado nos manifestó su deseo de encontrar un poco de sosiego para descansar y asearse, porque la calle trae demasiados inconvenientes con la ropa y el aseo. Salía satisfecho de la entrevista porque la trabajadora social le había dado un día para estar en el albergue donde se podía asear y descansar para emprender cuanto antes el camino en busca de trabajo. Todavía se alegró más cuando le dijimos que podía quedarse un tiempo, que aquí había un comedor social estupendo donde no sólo comería sino que tendría posibilidad de aseo y de mudarse de ropa. El hombre a penas daba crédito a lo que oía y respiraba aliviado.

Al día siguiente parece que ha cambiado el panorama para Jaroslav, se diría que ha recibido un premio, tan gozoso se siente por la ayuda recibida, exhibe con una alegría casi infantil la tarjeta de demanda de empleo, como si hubiera adquirido un salvoconducto para alcanzar una meta esperada, no se le había pasado por la imaginación que le serviría además para solicitar una ayuda de cuatrocientos euros, estaba loco de contento y agradecido a la trabajadora social que le había facilitado tan provechosa información, así como de que yo lo hubiera acompañado a la oficina de Empleo, lo cual le facilitó el entendimiento con la trabajadora.
No he visto mayores muestras de agradecimiento y tan sinceras, sin duda que es una inyección de ánimo para desechar cualquier duda que uno pudiera tener en la utilidad de este voluntariado, no exige muchos requisitos, basta con saber escuchar y actuar con naturalidad, sin esperar nada a cambio, que la recompensa llegará por sí sola.

Que descanses Jaroslav, y te repongas lo suficiente para encontrar ese trabajo que te lleva a mal traer por los caminos de España, sin darte tiempo a conocer el terreno que pisas, a conocer a la gente que tratas y a echar raíces en alguna parte, donde puedas disfrutar de la vida de nuevo. “Primavera eslava”, eso significa tu nombre, me dijiste, espero que tu nombre exprese la realidad de tu vida en estos momentos.

viernes, 11 de noviembre de 2011

¿Inocencia, o exceso de confianza?



Yo no me atrevo a juzgar, y cuantas más personas conozco, es tanta la variedad de comportamientos humanos y tantas y tan variada las razones que cada uno alega para actuar como actúa, que se me hace muy difícil juzgar por temor a caer en la ordinaria tentación de los prejuicios, y aquí, en este voluntariado, si algo sobra son los prejuicios, de otro modo cómo se podrá escuchar con la debida atención a quien está necesitado y su problema es único y sólo a él le preocupa , incluso le apremia. O cómo ofrecerle una ayuda adecuada si lo comparo con otras personas y le ofrezco una ayuda válida para otra persona pero no para ella; la sensibilidad está tan a flor de piel que una palabra dicha en un tono inadecuado, o utilizar una palabra en vez de otra, supone la pérdida de confianza y hasta provocar el desconcierto y una reacción agresiva por parte de la persona que acude en demanda de ayuda.

Sucedió una mañana cualquiera, puede que sea un espejismo propio de este enorme despiste social, de este caos de valores del relativismo imperante, sin ningún criterio para una selección conveniente y segura, de modo que algunas personas se pierden y dispersan, teniendo muy difícil un encuentro consigo mismo, con su verdad y con el sentido de su vida.

Entra un tanto precipitadamente en la oficina una señora de medina edad, de buen ver, de apariencia discreta, tirando de una maleta, no ve a nadie más que un sitio donde refugiarse, está como perdida. Nada más sentarse se echa a llorar, está visiblemente asustada. Como todos éramos hombres en la oficina, y la mayoría hombres hechos y derechos, pues todos tratamos de calmarla y animarla prometiéndole que su problema tendría una solución, como luego la tendrá.

He dicho todos hombres, me he precipitado, había una mujer, T., una mujer especial que al verla se volcó en la pobre señora, hablándole con dulzura y ofreciéndole su caravana para pasar la noche, esto después de hartarse a decir que no era justo que en San Fernando no hubiera un albergue para mujeres. De poco me valía a mí decirle a T. que hay albergues para mujeres en Cádiz, y otros pueblos cercanos, y que no se pueden ofrecer en un sitio todos los servicios, ni existe demanda suficiente.

Poco a poco esta buena mujer se va tranquilizando, le caemos bien y se siente acompañada, sobre todo le encanta cómo le habla T.,  mujer por voluntad propia, hasta nos pide permiso para sacarnos una foto con el móvil, y se dice entusiasmada, “esto tienen que verlo en La Palma”, a donde ella piensa ir mañana mismo.

Ha venido porque le han dicho que aquí le pueden decir donde podía pasar la noche, le asusta tener que dormir en la calle, y no tiene dinero. Entonces comienza a darnos alguna explicación de su presencia aquí, respondiendo a nuestra curiosidad natural de saber de dónde viene o de dónde es, dice que se encuentra aquí por un hombre, y sonríe, se vino de La Palma porque creyó haber encontrado un hombre con el que podría estar a gusto y no ha sido así. Ella se quedó un poco cortada, mirándome sonriente, y aclaró, “no he venido por trabajo, ya sabe, he venido por ocio”, pero no nos hemos entendido.

Seguimos charlando de todo mientras esperaba para hablar con la trabajadora social, pidió un vaso de agua, se tranquilizó y reía abiertamente y agradecía las atenciones, sobre todo de T., que insistía en que la señora aceptara su invitación. Quizá T. está también demasiado sola, y busca una compañía agradable con la que desarrollar todas sus capacidades como anfitrión y con quien hablar. De todos modos la trabajadora social buscó una solución adecuada para que esta señora, de la que no recuerdo el nombre, pasara la noche segura y descansara antes de regresar a su casa.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Con buena luz




He tenido que repasar el mito de la caverna para justificar el título que le he dado al blog, y me ha parecido interesante seleccionar estos dos textos, que pueden ayudar a comprender por qué vemos las cosas de manera imprecisa si no tenemos una idea más amplia y firme, capaz de iluminar las cosas que percibimos con los sentidos.
El sentido común puede ser ese que nos ayuda a conservarnos, a no fiarnos de las apariencias y a no seguir el primer impulso. El Bien que imaginamos tan fácilmente, es el origen de todo, y hemos de descubrirlo en sus obras, para nuestro bien.

Dios sabe si esto es realmente cierto; en todo caso, lo que a mi me parece es que lo que dentro de lo cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la Idea del Bien. Una vez percibida, ha de concluirse que es la causa de todas las cosas rectas y bellas, que en el ámbito visible ha engendrado la luz y al señor de ésta, y que en el ámbito inteligible es señora y productora de la verdad y de la inteligencia, y que es necesario tenerla en vista para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público”.



Pero si alguien tiene sentido común , recuerda que los ojos pueden ver confusamente por dos tipos de perturbaciones: uno al trasladarse de la luz a la tiniebla, y otro de la tiniebla a la luz; y al considerar que esto es lo que le sucede al alma, en lugar de reírse irracionalmente cuando la ve perturbada e incapacitada de mirar algo, habrá de examinar cuál de los dos casos es: si es que al salir de una vida luminosa ve confusamente por falta de hábito, o si, viniendo de una mayor ignorancia hacia lo más luminoso, es obnubilada por el resplandor. Así, en un caso se felicitará de lo que le sucede y de la vida a que accede; mientras en el otro se apiadará, y si se quiere reír de ella, su risa será menos absurda que si se descarga sobre el alma que desciende de la luz”.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Hay casos que irritan más que otros



El bueno de A. es la sencillez en persona, un hombre de pueblo, sin malicia en sus pensamientos ni en sus palabras, además nunca se enfada.

Sin embargo la sociedad qué injusta es que permite que personas así sufran injusticias tan grandes, ¿Cómo se puede dejar a un hombre abandonado a su suerte por una empresa, o por el mismo Estado? Cada día entiendo mejor el lema de cáritas y hago bandera de él : “trabajamos por la justicia”, la justicia divina, que paga el mismo salario a los obreros que han comenzado la jornada por la mañana que a los que la comenzaron por la tarde. ¿cómo se puede entender que este hombre que sufre un accidente en un túnel, enterrado bajo un desprendimiento de tierras, con varias costillas rotas y la espalda y una pierna dañadas para siempre, no reciba una paga o le hayan facilitado un trabajo adecuado para él?

Ahora ya tiene casi la edad de jubilación y según la ley actual le faltan catorce meses para completar los quince años de cotización exigidos para poder cobrar una jubilación. Ha vivido un montón de años desde que sufrió el accidente sin ninguna cobertura social, deambulando de albergue en albergue, esperando alcanzar la edad de jubilación para poder cobrar la pensión no contributiva. ¡Valgame Dios! Hay casos que irritan más que otros, y tendrían que obligar a revisar las leyes, pero, ni siquiera los sindicatos tienen una propuesta para estos casos. Además también tiene que cuidarse de su diabetes.

A A. no le queda familia, no le espera nadie en ninguna parte. Le encanta el campo, ¡cuántas charlas he tenido con él hablando de las labores del campo, de los productos de aquí y de allá. De hecho ha sido feliz una temporada en que ha estado cuidando una casa en el campo, en Chiclana, pero, sufrió un pequeño accidente y no puede vivir el solo ni trabajar y tiene que volver al albergue. Hoy por fin, descansa en una residencia de la Junta, una vez conseguida la deseada jubilación.

A. era de los que acudía a nuestra oficina, en la calle Cortes, por las tardes, a charlar un rato y a jugar una partida al dominó si se terciaba, mientras otros buscaban empleo por Internet o se entretenían navegando y escuchando música. Yo jugué con él muchos días al dominó, éramos compañeros y tuvo mucha paciencia conmigo pues no entiendo muy bien el juego. También entonces hacíamos algunas manualidades en lo que llamábamos “Talleres Humanizar”, y la trabajadora social, publicaba una hojita con noticias y pequeños artículos; recuerdo que me pidió que fuera su corrector de estilo, porque ella era venezolana y no les convencían a “los jefes” algunos giros o frases.

He añadido este párrafo para que se vea cómo ha ido evolucionando nuestra actividad. Todavía recuerdo un detalle entrañable: también iba por allí un anciano chiclanero que nos sorprendió con la gran cantidad de poesías que recordaba de los tiempos de la guerra civil. El fue un anarquista convencido. Yo empecé a recoger por escrito dichas poesías, pero pronto fue otro acogido que le tenía un gran afecto al anciano el que recogía con entusiasmo las poesías que el hombre recitaba pacientemente una y otra vez. ¡Qué tiempos (hace tres años)!

Ya daba yo por concluida esta historia, pensando que A. ya no viviría más injusticias. Pero estaba en un error. La residencia que tanto tiempo había esperado A. no era el paraíso, ni siquiera un lugar de descanso, él es un hombre como hemos dicho que todavía tiene salud para valerse suficientemente por sí mismo, y de buenas a primeras se ve encerrado, teniendo que compartir habitación, y para colmo muchos de los ancianos tienen disminuidas sus facultades, un ambiente deprimente que no podrá soportar.

A. abandona la residencia para cuidar una casa, pero, de nuevo le persigue la desgracia, ha sido víctima provablemente de una estafa. Ahora A. está con nosotros de nuevo y estoy seguro de que recuperará la tranquilidad que tenía, pero tendrá que sacar fuerzas de flaqueza para encontrar un acomodo digno para él. ¡Ánimo A.!

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Un agujero en el cerebro




Su perra es su mejor compañera, pero no lo ha librado de una paliza que lo ha dejado con un ojo morado y un corte en la mano, recibido cuando trataba de defenderse del ladrón. Él estaba tan tranquilo en su cajero, intentando dormir, cuando alguien lo ataca sin más, bueno, esa es su versión, informaciones de “radio macuto” dicen que es que R. habla mucho, y estas son las consecuencias. En cualquier caso el agresor no debía haberse tomado la justicia por su mano, pero es la ley de la calle.

En la calle vive R. desde hace muchos años, salió muy joven de casa, un adolescente, rebelde, supongo, rebelde sin causa hasta destrozar su vida. Yo lo veía desde hacía mucho tiempo por el parque, empujando su carrito con todos sus enseres, y una radio sonando permanentemente, hacía su casa en un momento en cualquier banco del parque. Me acostumbré a verlo cada día, pues tenía que pasar por allí cuando salía y cada vez que volvía a mi casa, lo veía a legre y hablando con su perro. Tardé en dirigirme a él para preguntarle si sabía dónde podía pedir ayuda, y no sé bien por qué, porque yo mismo iba a cáritas. Cuando por fin hablé con él me dijo que sí, que sabía todo lo que tiene que saber alguien que sobrevive en la calle.

Desapareció durante una buena temporada y lógicamente pensé que se había ido a otra parte, o que le había pasado algo. Volvió a aparecer pero ya no estaba igual, su aspecto había empeorado sensiblemente, seguía dicharachero con su perro, pero se le notaba alguna tartamudez al hablar, y no articulaba bien las palabras. A pesar de todo saludaba respetuoso y hacía una mueca por sonrisa. Entonces empecé a preocuparme más por él; me reprochaba yo no tener la resolución necesaria para dirigirme a él y tratar de llevarlo a un centro donde recibiría los cuidados que necesitaba urgentemente.

Por fin un día se presentó en la oficina y me dio mucha alegría verlo, él también se alegró de verme, aquellos saludos casi diarios nos habían convertido en viejos conocidos que se alegran de verse y se estrechan la mano con agrado. Yo no sabía que R. tenía ya su ficha hecha desde hacía algunos años, una ficha que contiene datos nada tranquilizadores, datos que se irán ampliando en sesiones sucesivas hasta llegar a plantearse el regreso con su familia.

Como he dicho R. tiene un trato muy agradable, por su aspecto débil y su sonrisa, sus saludos respetuosos y detallistas se hace querer enseguida. No tiene una mala palabra, R., lo que le falta es disciplina y “palabra”; pero no tiene palabra porque ya no tiene voluntad, él es el R. que saluda, que quiere ser agradable, pero no pasa de ahí, no se puede tener una conversación normal con él, no tiene nada de qué hablar salvo de sí mismo. Promete fácilmente que se va a cuidar y va a hacer lo que le aconsejen, pero esto se repite cada vez que me encuentro con él.

Después de un tiempo sin verlo un día vino acompañado de un voluntario evangelista para pedirnos que lo admitieran en el hogar hasta que llegara la fecha de ingreso en una comunidad terapéutica. El aspecto de R. era lamentable, había tenido la enorme suerte de que lo hubiera encontrado este buen samaritano. Este buen samaritano nos dio una gran lección, una lección doble, porque recogió a R. y le buscó la posada adecuada, pero también porque él mismo había sido “usuario” (esta horrible palabra que ahora se usa) en otro tiempo, como R. ahora, con esta misma trabajadora social, supo aprovechar la oportunidad y ahora, agradecido, ayuda a otros que pasan por su misma experiencia.

A partir de aquí esperamos lo mejor para R. y confiamos en su recuperación definitiva. Pero, no será así, ha pasado poco más de un mes y aquí está de nuevo R., en la calle otra vez, con su perro. Aquí me vienen a la mente las palabras que repite la trabajadora social sobre los efectos de la droga: “hace un agujero en el cerebro y lo lesiona ya para siempre, impidiendo la recuperación por propia voluntad”. La verdad es que casos así provocan cierto desánimo, si no fuera que aquellas palabras no estuvieran compensadas con otras palabras que nos repetimos con frecuencia: “el usuario es responsable de su vida”, “no es el voluntario el que toma las decisiones, sino el usuario”. De cualquier modo las palabras no evitan que uno no llegue a acostumbrarse.

R. lleva ya otros cuantos meses en la calle, al salir del centro acudió a nosotros, yo me atrevería a decir que algo asustado, como si realmente hubiera vivido una situación terminal en la que uno sólo desea estar arropado, sentirse acompañado y querido. Digo esto porque es cuando hemos tenido algo más de conversación con R., a mi me permite estar presenta en sus citas con la trabajadora social, hemos logrado contactar con su familia, ha hablado con sus familiares, hemos llorado todos porque han hablado de volver a su casa. Pero, no pueden ayudarle económicamente, tiene que ser él el que consiga el dinero, por lo que se compromete a entregarle a la trabajadora una parte de sus ganancias, semanalmente o cuando pueda. Además promete que no va a beber más y se va a cuidar. Parece que hay una esperanza.

Nunca volvió R. por la oficina para cumplir con su compromiso de ir entregando parte de sus ganancias, ni es capaz de cuidarse. Pero, ¿es R. un desastre completo como se deduce de lo que llevo dicho? Yo creo que no, él habla con su perro, lo cuida y lo trata con un mimo que yo pienso que es una proyección de lo que él desea para sí, como le gustaría que lo trataran a él y como trataría él a los demás, si él estuviera en condiciones de mirar cara a cara a los demás. Pero él ya no se ve a sí mismo, no se mira ni se valora, hasta renunció al albergue cuando le dieron la paliza, porque su perro se quedaba sólo en la calle, el pobrecito, y además se lo podían robar. En este punto, al escribir esto, me siento mal, yo mismo no quiero seguir viendo a R., no podría resistir su mirada, no sé si soportaría que me volviera a dar un beso, porque no estoy a gusto tampoco conmigo mismo, porque no he hecho por R. lo que él no es capaz de hacer por sí mismo. Ya sé que estoy incumpliendo la regla del voluntario, pero no hay otra forma de expresar la impotencia y la limitación en la práctica de la caridad y la misericordia.

R. estará en cualquier parte, sin alcanzar su objetivo: volver a casa, recibir el perdón, recuperar el afecto y volver a vivir sin complejos.