Hoy he tenido una nueva experiencia, a estas horas de la noche no se me ha borrado la imagen, ni creo que se me vaya a borrar tan fácilmente. Me ha dejado marcado, y cuanto más pienso en ella más me conmueve. No tenía ni la menor idea de lo que se puede sentir viendo entrar en la sala del juicio, esposado, a una persona que conoces, con la que has tenido un trato frecuente y agradable durante meses, ver su cara, sentir cómo te mira, sorprendido, porque no te espera, o avergonzado de que le veas en ese estado. Al fin me decidí a preguntar a una persona que estaba también a la puerta como nosotros, ¿viene por Jesús? Sí, contestó, soy su psiquiatra de la cárcel; tuve que esperar un rato más, porque salieron los abogados, para volverla a preguntar: Perdone que le moleste: ¿cómo se encuentra moralmente Jesús? No supo qué contestarme, sólo me dijo: “yo creo que lo que peor le ha sentado es aparecer esposado y que lo veamos”. ¡Vaya por Dios!, ¿hice bien en ir o en dejar que me viera?
Ya no tiene remedio, al menos era yo la única persona conocida, que no fuera funcionario o tuviera que estar allí por obligación, y que había ido sólo por él, por hacerle compañía y decirle de alguna manera que algún amigo se acoraba de él.
Mi compañera me comentaba si era de veras necesario que esposaran a las personas, que eso era muy fuerte. Yo le contesté que la policía tenía que defender a la sociedad, nosotros éramos en cambio la misericordia, y tenemos a veces que ver a alguien llevar su cruz sin que podamos evitarlo. Entonces ella me contestó: claro, claro, nunca saben cómo va a reaccionar una persona.
¡Qué importa el motivo por el que Jesús está en prisión! Cuando estuvo con nosotros siempre fue una persona servicial, agradable, interesada en todo tipo de temas, respetuoso, excelente compañero ya que compartía toda su información, que no era poca, y disfrutaba sinceramente de nuestra compañía. ¿Qué le ha podido pasar desde que se fue para cometer un delito que le va a costar unos años de cárcel? Quizá lo sepamos algún día en el que él nos cuente su pasado al que no retornará, porque ya ha asumido su pasado más remoto aún vivo y traumatizador.
¡Ánimo, Jesús, y lucha por tu liberación, que la cárcel es una etapa necesaria quizá para alcanzarla!
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