domingo, 15 de enero de 2012

De Santiago de Cuba a San Fernando

M. L. y R. son cubanos, llevan entre nosotros varios meses, bueno quizá sean ya un par de años, vinieron con la esperanza de rehacer su vida, para lo que contaban con la ayuda de algún pariente lejano en Galicia. Como esto no fue posible consiguieron ayuda de un compatriota que estaba por el sur, ofreciéndoles alojamiento y algún anticipo económico mientras buscaban un trabajo.

Y así es como conocimos a esta pareja; estaban muy preocupados y avergonzados porque tenían que pedir para sobrevivir, y eso, unos buenos trabajadores no podían permitírselo, enseguida añadían que ellos devolverían el favor en cuanto consiguieran un trabajo. Pero el trabajo se resistía; mientras, con la ayuda de la trabajadora social iban arreglando sus papeles y tramitaban la ayuda que le correspondía por emigrantes retornados a la península desde Cuba, según la normativa que sacó el gobierno para los hispanoamericanos descendientes de emigrantes españoles de otras épocas.

Pero como suele pasar, los gobiernos legislan y prometen subsidios, pero luego en la letra pequeña desgranan los requisitos, las excepciones y los tiempos, así nuestros amigos tienen que esperar a tener los papeles necesarios, hacer la solicitud, y mientras esperan, si nadie les echa una mano, se convierten en personas sin hogar y sin recursos. En su caso el único motivo para convertirse en personas sin hogar es el de ser emigrantes y extranjeros; en su país eran personas normales, habían tenido un trabajo cualificado, tenían su casa que habían construido con sus propias manos, pero la situación en Cuba era y es insostenible, entonces aprovecharon la oportunidad que se les presentaba de salir legalmente de la isla. Ellos tienen mucho cuidado de hablar mal del gobierno cubano, cuando a mi se me escapan las peores críticas ellos casi se asustan, se callan, incluso miran alrededor por si a acaso. Están aquí porque hay un acuerdo entre gobiernos, pero a ellos les quedan en la isla un hijo y la casa que R. construyó él mismo, que si no demuestra que viven en ella se la requisarán en pocos meses. Por esto tiene que volver en un plazo determinado y no tiene ni idea cómo va a conseguir el dinero para el vuelo ida y vuelta a Cuba, además, ¿podrá volver a España?

Aún recuerdo vivamente su emoción, sus muestras de agradecimiento cuando les dimos la primera bolsa de víveres de cáritas, se sentían ricos, con aquello tenían para vivir varios meses, era más del doble de lo que tenían en Cuba para un mes (a M. L. le encantan las galletas y los dulces). Además ya tenían para entonces un partidito, primero compartido y al poco tiempo ya quedaron ellos solos. Habían encontrado algún trabajo, R. hacía unas chapucillas y M. L. había encontrado una casa donde trabajar. Entre tanto le llegó la ayuda solicitada, vivían días de cierto optimismo, tanto que ya están preparando la venida de su hijo, aunque quedan muchos trámites y sobre todo el permiso para salir de la isla.

Yo tenía contacto frecuente con ellos, pero la estabilidad que han conseguido hace que sean más esporádicos; a veces nos encontramos por la calle y me dan las últimas noticias, que no siempre son buenas del todo, pero ahí van, ya no se les ve tan atemorizados, sólo les preocupa traer a su hijo; tienen otro hijo pero este está ya en un país del norte de Europa. R. uno de esos días está más decaído, ya no lo llaman para hacer chapucillas, menos mal que su pareja mantiene su trabajo, con el sueldo y la ayuda de cáritas pueden ir haciendo hucha para el viaje a Cuba o para traerse al hijo. De todos modos, Están más integrados, R. está esperando para hacer algún curso y así a ver si consiguen alguna ayuda más.

La última vez que los vi ya había ido R. a Cuba y había vuelto, y al poco estaba aquí su hijo también. Ojalá que se puedan establecer aquí como ciudadanos libres y puedan dejar atrás los miedos, las precauciones, incluso con el tiempo puedan ayudar al resto de los cubanos a ser libres también y a prosperar.

Tengo que terminar agradeciéndole a ellos sus muestras de agradecimiento sinceras, su forma de llamarme “maestro”, porque mi nombre es un tanto complicado; pero no sólo ellos, son cada vez más los que me honran con este nombre, ahora que deje la enseñanza, así me identifican y me halagan, desde luego. Quizá es un consuelo que recibo por tener que jubilarme anticipadamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario