sábado, 29 de junio de 2013

¿Puede la belleza ser más bella?




 Por José Luís Nunes Martins                  
publicado em 29 Jun 2013 - 05:00

La consciencia del don me obliga. Por eso en portugués decimos sabiamente: obrigado. Lo que me ha sido dado me compromete.

El mundo es una pregunta. Es la respuesta.

Muchos son los que exploran lo que hay en las montañas, en los mares y en los desiertos… pero son pocos los que llegan a descubrir la divinidad que tiene a la vuelta de su corazón.

Cada vida es un don. Tiene que aceptar esa verdad que se esconde hasta en las cosas más sencillas. Cada hombre tiene algo de extraordinario así como cada cosa tiene su lugar. Despreciar a una persona, o cualquier  trozo de mundo, es ignorar que hasta el más pequeño de los fragmentos de un espejo partido consigue reflejar la luz del sol e iluminar la oscuridad.

Aquel que se preocupa tanto  de su prójimo como de sí mismo, perdonándole como se perdona a sí mismo, conoce el valor de la vida y el camino para la felicidad. Nunca es complicado. Se trata, en la mayor parte de los casos, de conseguir respetar al otro, aceptándolo como igual y no como alguien de una humanidad diferente. Hay corazones ciegos, al mismo tiempo que los ojos ven.

En este lugar sagrado de nosotros mismos, donde los instantes no se miden, reside una idea muy simple: cada hombre es del tamaño de su fe; las desesperanzas que consigue vencer; no del tamaño de sus años, posesiones o ambiciones… Sólo quien reconoce que la vida le llegó a las manos como un puro presente puede llegar a comprender  la esencia del amor. Su absoluta gratuidad.
La consciencia del don me obliga. Por eso en portugués decimos sabiamente: obligado. Lo que me ha sido dado, me compromete.

No vivir bien. Esa es la consecuencia de uno de los mayores miedos ante la muerte. Se teme, no tanto lo que hay después sino lo que puede no haber acontecido antes.
Tener la propia muerte cerca nos obliga a vivir mejor en nuestra vida, con una urgencia absoluta que a penas nos permite valorar lo importante. Sólo quien cree que va a vivir aquí para siempre (como si la vida eterna fuese esta) se permite el lujo irresponsable de despreciar una hora de las suyas; los demás, aquellos que son conscientes de que el tiempo es limitado, pueden, cara a cara con su muerte, abrazar lo mejor de esta vida y, cuando les llegue el fin no le temerán… porque se habrán dado a sí mismos una vida buena, bella y verdadera… que no acaba con la muerte. Una vida bien vivida es eterna, a pesar de la muerte.

Aceptar el don de la vida implica honrar con la felicidad a Quien es el supremo talento.

Hay que aprender a moderar los juicios, sin condenar ni despreciar nada con precipitación. La realidad es efímera y la mayor parte de nuestras certezas son a penas transitorias, mundanas. Muchas tristezas nacen de las prisas. Pero no hay mayor desgracia que la de aquel que, en el amor, no se entrega todo…de quien no está dispuesto a dar su vida por aquello en lo que cree…

Una vida sin nada por lo cual valga la pena morir, tampoco es digna de ser vivida.

Hay que respirar paciencia. Respirar la verdad de que la vida nos llega en cada segundo…respirar, percibiendo que cada respiración es una simple onda de vida que nos ilumina el interior.

¿Puede la belleza tornarse más bella? Sí, por el amor. El don de quien da, de la misma manera que recibe.

En el amor, el más sabio  y atrevido no es el que se defiende bien y ataca al que se rinde y entrega…


martes, 25 de junio de 2013

No he llegado aquí por casualidad



“No he llegado aquí por casualidad”…”por cobarde no me quitado la vida”…y sin embargo ahora, gracias al trato y a las palabras recibidas, ya se sentía con ganas de seguir viviendo.

Esta confesión sincera conmueve, sin duda, pero también habla de algo trascendente, de una mano que nos guía suavemente; cuanto más tercos y obcecados nos volvemos, cuando parece que ya no tenemos otro recurso ni otra salida, de pronto surge el auxilio, nos ciega una luz cálida y benefactora, y al instante entramos en el sosiego reparador.
Así recuperamos la confianza en nosotros mucho mejor, después del reencuentro con nuestro Amigo y protector, sintiéndonos seguros, fuertes, colmados para empezar a dar lo mejor de nosotros mismos. Y quién sabe si así nosotros mismos nos convertimos en la mano suave que el Amigo común tiende a otro que también se encontraba perdido y sin rumbo. La Providencia, es el cuidado amoroso con que Dios cuida y gobierna a los hombres…aprendimos de pequeños.

“Soy un cobarde, me da pánico dormir en la calle”…otra vez  vuelvo a escuchar estas palabras. Pero son cada vez más las personas que se convierten en personas sin hogar de la noche a la mañana; personas que han estado años trabajando, casados, y de pronto se ven sin una cosa y sin la otra; pero es que tampoco son personas que tengan algún vicio o sean unos psicópatas, unos maltratadores, a veces es más bien lo contrario, son las auténticas víctimas de la situación que lo despoja de su bienestar anterior. Entonces no es una persona que pueda soportar la inclemencia de la calle. “Si oigo un ruido me asusto”,”yo no puedo vivir en la calle”. Es de nuevo un niño chico, pero ahora con treinta, cuarenta, cincuenta y tantos, o más.


Yo creo que habría que habilitar edificios,  no como los albergues al uso, sino un mero refugio para estas personas donde pasar los primeros momentos de perplejidad y angustia, sanatorios de almas destrozadas, nuevos hospitales o fundaciones reales que acojan a las víctimas de las epidemias modernas que afectan al espíritu: abandono, soledad, incomunicación...

sábado, 22 de junio de 2013

Tener o no tener



Por José Luís Nunes Martins

Publicado el 22 de junio 2013 - 05:00

Nunca somos lo que tenemos.

En este mundo hay la esencia y la apariencia. La primera es profunda, sólida, y es donde reside el ser; la otra, es superficial, efímera, funcionando como una capa que se encuentra a medio camino entre las esencias.

El tener es el dominio de la apariencia. Alcanzado un umbral de supervivencia, ¿que puede esperar un hombre que le aporten además sus bienes? Podrá acreditar que la felicidad le llega a través de su acumulación, pero, claro, nunca se saciará, porque siempre habrá algo más que aún no tiene… Razón por la cual esa carencia refuerza su sufrimiento (innecesario): el  deseo de obtener lo que no se tiene…pocos perciben que los bienes atrapan más que ayudan. Pocos hombres se ven más y mejores.

La superficialidad de tanta gente es la señal de su mayor miseria: la inautenticidad. 

Hay quien vende su identidad al tener, quien abdica de lo que es (o podía ser) para cambiarlo por unas cuantas monedas de plata que, pronto se gastan, perdiendo así el tener y, más importante, el ser – su esencia. La vida no es un hambre de cosas, sino un tiempo para ser feliz. El dinero nunca es nuestro, somos a penas gestores de pequeñas cantidades que, en determinadas alturas de la historia, nos va llegando a las manos. Sólo eso. Nada más. 

La forma como administramos el dinero que llamamos nuestro nos marca el ser. Nos hace. A unos siervos, a otros…señores…de sí mismos y de sus bienes. Tenemos esta vida, y podemos tener muchas cosas, pero somos más que todo esto.

Nuestra verdadera riqueza no es de este mundo. Las máscaras nunca son bellas. La belleza auténtica viene de dentro, del ser, nuestra imagen del mundo es una espejo de nuestro corazón. 

Nuestras lágrimas vienen de los sueños, y de  lo que esperamos; la luz y la sonrisa de nuestros ojos, también.




martes, 18 de junio de 2013

ENCUENTRO DE VOLUNTARIOS DE CÁRITAS. ARCIPRESTAZGO DE SAN FERNANDO


17 de junio de 2013

Una vez más nos reunimos los voluntarios de Cáritas de San Fernando, creo que sobreviviendo bastante bien a la crisis; mantenemos nuestra actividad, cada uno en su parroquia, recibiendo las aportaciones necesarias para hacer frente al aumento incesante de familias en demanda de ayuda; y yo me atrevo a decir que también refleja este encuentro el aumento de ganas de seguir luchando al lado de las familias y personas que sufren el zarpazo de la crisis.

El Director Arciprestal agradeció nuestra presencia y dio la enhorabuena al nuevo Delegado Diocesano de Cáritas, nuestro Arcipreste, el P. Alfonso, que además nos daba la primera charla: Fe y caridad.

Comenzó invitándonos a leer de nuevo la parábola del Buen Samaritano, y nos recomendó no darla por sabida, sino que descubriéramos las miradas que pueden darse en el ejercicio de la caridad. Aplicándolo a la crisis, nos damos cuenta enseguida que las miradas que predominan hasta en las conversaciones más cotidianas son de carácter económico, o numérico, echando en falta el lado humano, cómo afecta a las personas que la sufren en primera persona.
En nuestra labor de cada día en cáritas quizá aplicamos más la mirada de la eficacia, si podremos o no afrontar el reparto de víveres este mes o el próximo, en definitiva seguimos primando en la acogida lo asistencial frente a la escucha, el compartir, acompañar, promocionar. Cáritas no es una ong. Utilizó la misma expresión del Papa Francisco para decirnos cómo debe ser la atención a los necesitados: Cáritas es la caricia de la Iglesia.
Por eso hemos de tener siempre presente los voluntarios que  somos Iglesia, la Iglesia que sirve a los más necesitados.
De ahí que nuestra actitud es testimonial, porque nos dejamos interpelar por la pobreza, nos descubre al verdadero Jesús en el pobre y es la causa de nuestra conversión, entonces compartimos la pobreza con ellos. Igual que Cristo se hace carne para poder salvar al hombre, nosotros compartimos la pobreza con los pobres de nuestra comunidad, para rescatarlos de la pobreza o de la indignidad.
Si lo hemos entendido bien, tenemos que cambiar de vida, vivir sencillamente, tenemos que hacer presente a la Iglesia en la sociedad y denunciar las desigualdades, las injusticias.
Para ello hemos de renunciar a la mundanidad, porque, “no somos del mundo”, y si Cristo vino a servir, también nosotros servimos a nuestros hermanos necesitados, aunque sepamos que este servicio supone un riesgo, riesgo a no ser comprendidos, incluso perseguidos. Tenemos que ser y parecer, que lo que hagamos no contradiga nuestro ser cristianos.

En segundo lugar intervino Sebastián Gómez Almazo, Responsable de Cooperación Internacional de Cáritas Diocesana, para hablarnos de La cooperación internacional en Cáritas. “Para nuestro bienestar, otros pagan los costos”, pero casi nadie se para a pensar cómo ocurre esto, y de la misma manera renuncia a conocer las verdaderas causas de la crisis.  Por eso nosotros debemos plantearnos qué debemos hacer hoy para construir otro mundo diferente donde no se produzcan crisis tan injustas.
Para construir de manera diferente debemos adoptar nuevas formas de compromiso, sin olvidar que somos esperanza, para lo cual debemos dejarnos interpelar por la realidad y poder así discernir lo más adecuado y conveniente.
Otra forma nueva de mirar la realidad de manera transformadora es verla en su dimensión universal y buscar la cooperación, sentirnos hermanos, compartir nuestro trabajo.
A menudo hacemos de nuestra parroquia nuestro territorio, pero para construir en comunidad hemos de trascender nuestro ámbito particular, poner en práctica la comunidad cristiana de bienes a escala universal, porque amar cristianamente es amar sin medida.
La dimensión universal de la caridad debe llevarnos al contacto con las Cáritas de otros países, conocer sus dificultades, o sus maneras de actuar. Destacó Sebastián algunas acciones significativas en la cooperación internacional: amor en la acción, sensibilización ante el conocimiento de los problemas, la cooperación fraterna, participar en proyectos de cooperación, participar en campañas de denuncia o para la promoción  de determinados valores.
Hoy ya se está llevando a cabo la cooperación internacional entre equipos de diferentes países. Cáritas Diocesana está empeñada en fomentar esta cooperación informando y aportando los medios a su alcance, y anima a las cáritas parroquiales a que se abran a la universalidad.

Tras las ponencias celebramos la Santa Misa, en la que el P. Alfonso, como arcipreste, agradeció en nombre de todos los párrocos de San Fernando la labor de las Cáritas parroquiales, resaltando la importancia del ministerio de la caridad, que expresa la preferencia de la Iglesia por los pobres, e invitó a todos los fieles a participar en esta labor que tanto prestigio aporta a la Iglesia.


Concluimos el encuentro con una merienda cena compartida hasta las diez y pico…A pesar del frío que hacía en el patio a esas horas, disfrutamos de una agradable compañía y compartimos animadamente unos con otros, conocimos a nuevos voluntarios lo cual anima de veras a seguir, confiados en que hay relevo, necesario en algunos equipos, que ya están un poco mayores…

sábado, 15 de junio de 2013

El don de saber dejar irse



Por José Luís Nunes Martins


publicada el 15 de junio 2013 - 05:0


No todos son capaces de vivir plenamente, son muchos los que no comprenden que se vive en mareas de apego y desapego.

Es preciso aprender a vivir. La calidad de nuestra existencia depende de un equilibrio fundamental en nuestra relación con el mundo: apego y desapego. En esta vida, la ponderación, la proporción y la sutileza son siempre mejores que cualquier arrebato. Pero lo esencial es aprender que la existencia está hecha de dádivas  pérdidas.

Por eso, quien reza debe pedir y agradecer: todo es, verdaderamente, un don. Todo pasa…importa pues prepararnos para la pérdida, aunque tantas veces no sea oportuna…Alegrías y dones. Sólo hay felicidad en un corazón donde habita la sabiduría y la paciencia de los tiempos y los momentos, la paz de quien sabe que son tantos los porqués y para qués que sobrepasan la capacidad de comprensión humana.

En la vida todo se recibe y todo se pierde.

Amar es un apego natural pero también nos obliga a que dejemos al otro ser quien es, y a abrir la mano y permitirle que parta sin desear otra cosa sino que sea totalmente libre. Aprendiendo que tiene mucho más valor en el acto de quien decide quedarse que en aquel que sólo está por no poder partir.

Verdaderamente nada nos pertenece. Lo sublime del amor está ahí, en la entera libertad que no puede ser condicionada por ninguna otra fuerza que no sea por la propia voluntad. Todo amor es absolutamente libre. Y así es desde el primer al último instante… Una fidelidad que se agota en la rutina de un hábito deja de ser una virtud admirable para ser un vicio extraño al amor. Amar presupone una radical libertad de espíritu, de mente y de cuerpo, exactamente como un camino directo entre la cabeza y el corazón… En una vida decidida a hacer un camino de compromiso con la libertad de crearse a sí mismo.

Vivimos porque Alguien nos ama y nos tendió la mano, dándonos lo mejor de sí: la libertad para la creación, también de nosotros mismos a través de nuestros actos. Cualquier padre percibe que hay un momento en que es tiempo de ver a su hijo partir…y porque los arcos no siguen a las flechas, se queda…para que el hijo pueda ser mejor quien es.

Casi todo en este mundo es pasajero. Nada nos pertenece porque no somos de aquí.
Quien no sabe vivir, aplaza el instante y pierde ese don. En esta vida, aplazar es perder. Aquí y ahora tenemos el deber de pedir y de agradecer, también el de abrazar y el de dejar ir… el de aprender a vivir en esta tempestad de razones y emociones.

Dar es vivir y retener es morir. Pero no todos son capaces de vivir plenamente, porque son muchos los que no comprenden que la vida se vive en mareas de apego y desapego. Manteniendo los brazos bien abiertos…para abrazar, más también para dejar ir…como si el pecho fuese una ventana…por donde importa que la luz, el aire y los otros encuentren camino…

Vivir es amar mucho.

Amar significa que cada nuevo día renovemos de forma consciente nuestro camino, nuestro ser. La belleza mayor de un casamiento es que se hace de días y noches en que sucesivamente se elige la misma persona.

Nacemos y morimos solos, por más que dos personas se amen, nunca dejan de ser dos vidas, dos voluntades –en un solo amor. Pero, como los pilares de un templo, nunca excesivamente próximos, porque es por los espacios que hay entre ellos por donde crecerá el amor que los une.

Ser y amar, en una entrega que implica abdicar de mucho más que de nuestros bienes. Significa acreditar con la vida, hasta  el punto de aceptar que siempre tenemos lo que precisamos. En una lógica de dar y recibir que sobrepasa nuestra comprensión.

Entretanto, ayudará  aprender a retener lo esencial y a dejar el resto…


jueves, 13 de junio de 2013

Hoy no ha sido un gran día



Imitando a la canción tendría que decir que “hoy no ha sido un gran día”. Pero no por lo que me pueda haber afectado a mí, sino por lo que tiene de revelador de una situación de desamparo absoluto.

Un hombre entra hoy en la oficina en un estado lamentable, echando por la boca lo que no puede  llevar a efecto por falta de voluntad, o sencillamente quizá por miedo. El miedo, mucho miedo, provoca una reacción desproporcionada. Este hombre cumplía ayer sus tres días de estancia en el albergue, y tuvo que dormir en la calle…

Estas son sus razones para esa actitud desproporcionada contra aquellos que le pudieron haber hecho algún bien: “porque se va a enterar (la trabajadora social), porque por su culpa estoy así, tuve que dormir en la calle y…mira como estoy. Yo no puedo estar en la calle”

¿Qué le ha podido ocurrir? ¿Sólo miedo, tuvo alguna mala experiencia con algunas personas por asuntos de dinero…? ¿Es miedo a las sombras de la noche…? Porque no sólo éramos la trabajadora y yo mismo sus peores enemigos…nos veíamos envueltos entre otros nombres que ni siquiera eran de San Fernando.

Ante el tono que iban adquiriendo sus palabras y la forma en que se presentó, descalzo, “¿por qué estas descalzo?, ve al Pan Nuestro que allí te darán unos zapatos, le dice un compañero, y él responde: “ya lo sé, mejor, y si me corto, mejor, además me los voy a cortar yo”… Abrió la trabajadora ante las voces y se encaró con ella, yo entonces busqué ayuda en la policía…

Por eso me siento mal, muy a disgusto conmigo mismo, y más cuando comenzó a amenazarme por lo que había hecho…avisar a la policía…Con la que, por otra parte, se vería después que tenía “cierta familiaridad”.

Quizá hubiéramos resulto el problema solos, quizá no, de cualquier manera no consigo liberarme de una cierta incomodidad, superar un sentimiento de incapacidad para ejercer el voluntariado con todas sus consecuencias…pero, tampoco es que  pretenda ser ningún héroe.

Y, como dije, no cuento el incidente por lo que me pueda haber afectado a mí, que poco importa, sino por lo que revela: la dureza de la calle, las máscaras indescriptibles y engañosas que provoca la supervivencia, la dificultad  por tanto para el “sin techo” para recibir ayuda y para los demás  dársela, al menos la adecuada y a su debido tiempo…

“Pobres los tendréis siempre con vosotros”…Pero la pobreza de hoy es mucho más una pobreza de espíritu; la escala material de la pobreza es abismal y ofensiva, y nos aleja a unos de otros injustamente, pero la pobreza espiritual está en los corazones, en la cortedad de las expectativas, en no querer ver los problemas, culpar a diestra y siniestra y buscar refugio en fantasías o soluciones rápidas y placenteras.


Es como si el hombre de hoy se sintiera  huérfano de Dios. La sociedad se tambalea, y no tenemos una perspectiva  despejada ni halagüeña. Unos, aprovechando la decadencia, una decadencia extraña…porque nunca el hombre ha disfrutado de tantos descubrimientos y comodidades como hoy, pero todos percibimos una decadencia global, profunda, misteriosa, y no sabemos qué va a pasar…esta misma tarde…y muchos, digo, aprovechan para culpar a Dios y su iglesia de los males del hombre de hoy… Cuando la lógica parece ser otra…estamos así porque ya no es Dios el que inspira las formas de gobierno, y surgen así los nuevos señores, que se reparten el poder y compiten entre sí, provocando daños irreparables en la  sociedad. No son señores compasivos, luchan por el poder. Es el momento confuso que provocan los enfrentamientos entre rivales poderosos por lograr la supremacía, no creen que haya nada ni nadie por encima  de ellos…

sábado, 8 de junio de 2013

¿Se puede expresar con palabras qué es el amor?



Por José Luís Nunes Martins
Investigador

publicado em 8 Jun 2013 - 05:00

Las palabras, lejos de ser conciliadoras, sirven, la mayor parte de las veces, para no entendernos.

Confiamos demasiado en las palabras. Creemos que con ellas podemos describir los estados interiores, consideramos que los que las oyen las interpretarán con el sentido que les atribuimos… tenemos por cierto que las palabras nos expresan bien. Que hasta podemos hacer milagros con ellas…Las palabras son excelentes instrumentos de pensamiento. Damos nombres y, partiendo de esos signos, pensamos todo, sugerimos conceptos en busca de una comprensión profunda del mundo y de nosotros mismos para, al final, compartir todo eso a través de palabras.

Pero el hombre es más que el conocimiento de que es capaz. Ni siquiera podemos traducir íntegramente nuestros pensamientos por palabras, importa comprender que en el teatro de la vida, hay muchos carteles que anuncian  lo contrario de lo que presentan.
  
Hay un límite claro a la bondad y eficacia de las palabras: los sentimientos. De naturaleza diversa a las ideas, son más profundos y tienen vida, son dinámicos, con una fluidez que no se deja aprisionar en las jaulas de piedra que son las palabras. No se puede mentir sobre lo que se siente, así como la verdad no se puede tampoco decir. El sentir profundo es inexplicable y no se puede decir con palabras.

Las palabras lejos de ser conciliadoras sirven, la mayor parte de las veces, para no entendernos. El mundo de quien habla imprime un valor a sus palabras que no será el mismo que le dará quien las oye, toda vez que el mundo de este es siempre otro…hay que confiar más en lo que se siente y menos en las palabras. Aprender a escuchar no lo que  dice sino el porqué silencioso de lo que se dice.

Tal vez porque haya mucha gente que juzga que es capaz de expresarse completamente con palabras…como si fuese posible que una  vida humana cupiese en un discurso, por mayor o menos que este fuese…existimos en solitario y en raras ocasiones compartimos la vida de forma auténtica, pero siempre por nuestras obras, nunca por las palabras, por más bellas que sean sus promesas…

¿Cuántas veces hablamos sólo para intentar acallar el  miedo a estar solos? Las palabras nos ayudan a comprender, mas no pueden ocultarnos el sentir. La verdad habita en mí, no se dice… ¿Qué acontece cuando un corazón henchido intenta expresarse con palabras? Un conjunto de disparates que a penas vale por la intención poética de lanzar a los cuatro vientos la alegría que le sale de lo más íntimo. ¿Cuándo un dolor (no físico) me hace sufrir…qué puedo yo decir?

 Las palabras valen poco. Su dignidad radica en la de quien las pronuncia o en los sentidos o sentimientos que prende trasladar.Los poetas se refugian muchas veces en la fantasía, tal vez porque la realidad sea incomparablemente más rica y admirable…pero menos creíble! La realidad será siempre superior a los sueños…pero las ilusiones, porque se controlan, pueden siempre ser recortadas para caber dentro del diccionario.

 Las razones del mundo pasan por las palabras. Pero importa aceptar que, cuando se trata de las pasiones profundas, es la presencia lo que cuenta. La existencia concreta habla por sí sola…pues todo cuanto se pueda decir es necesariamente mentira. Las palabras simples, de las cuales nadie precisa explicación, serán las únicas que importa decir. Pues sólo estas sobreviven a las  montañas de ruidos de nuestra vida cotidiana. Un o un no pueden resonar en la eternidad de los silencios de  nuestra intimidad.


El amor se dice en la originalidad de la obra que es la vida de cada uno de nosotros.

sábado, 1 de junio de 2013

MENSAJE DEL OBISPO DE CÁDIZ Y CEUTA para EL DIA DEL CORPUS CHRISTI

MENSAJE DEL OBISPO DE CÁDIZ Y CEUTA
Corpus Christi-Día de la Caridad 2013

Queridos amigos:

Celebremos la Solemnidad del Corpus Christi que, como todos sabéis, es el
Día de la Caridad..
El pueblo cristiano ha sabido descubrir la profunda relación que existe entre el Cuerpo de Cristo y el amor a los hermanos. Al contemplar el Cuerpo de Cristo en la Eucaristía recordamos su institución, el momento en que el Señor declara que acepta voluntariamente dar la vida para que tengamos su propia vida, la liberación de nuestras culpas y la salvación.
Cada vez que le adoramos o le recibimos con fe nos revela su amor, nos invita a la entrega y al servicio de dar la vida por los demás y nos orienta siempre al amor de todos los necesitados.
En el día del Corpus nos situamos en esa relación profunda y significativa que existe entre la fe y la caridad y que cada cristiano puede percibir.
La celebración de la Eucaristía nos abre necesariamente al amor y al servicio a los hermanos, pues en la Eucaristía está la fuente de la caridad. El Señor nos ha mostrado que el amor a Dios y el amor al prójimo son inseparables para
siempre.
Comprendo que el amor infinito de Dios es una locura de amor que rompe nuestros esquemas y previsiones, pero, precisamente por eso, nos invita a la conversión, a la confesión, a quitar obstáculos para que transforme nuestras vidas y nuestras costumbres. Por eso la Eucaristía es el fermento de la solidaridad del mundo.
Cáritas nos invita este año a asumir este estilo de vida: “Vivir sencillamente para que otros, sencillamente, puedan vivir”. Seguramente este nos parecerá un estilo muy humano, que realmente puede ser compartido por todos los hombres y mujeres que quieren vivir en solidaridad con los demás.
Sin embargo, este modo de vivir que se propone, los cristianos lo vemos como un modo de vida evangélico en el que el modelo es Cristo y en el que las actitudes hacia los demás son las de Cristo.
 Abre tus ojos a las necesidades de cuantos te rodean, que están muy cerca, a sus problemas. Tu ayuda es inestimable. Dios que ve en lo escondido te lo recompensará con creces. Que el que nos necesite no se sienta desamparado.
Ayuda a Cáritas, comparte tus bienes aunque sean escasos, y la caridad será tus ojos y tus manos.
Finalmente, quiero invitar a todos a adherirse a la propuesta del santo Padre el
Papa Francisco que quiere que se rece ante el Santísimo Sacramento este
domingo en todas las catedrales de 5 a 6 de la tarde. Quiere que oremos por la
Iglesia para que sea más santa y que los cristianos seamos expresión del amor
y la misericordia del Señor y, además, por cuantos sufren en su dignidad por
cualquier modo de esclavitud en su trabajo o con sus vida, por las víctimas de
las guerra y la violencia o cualquier marginación. Con cuanto acierto nos hace
mirar y amar con la mirada y la caridad de Nuestro Señor, caldeándonos el
corazón junto al horno de su amor, el Sacramento del Altar. Así lo haremos con
docilidad y convicción.

Con todo mi afecto.          

+ Rafael Zornoza Boy, Obispo de Cádiz y Ceuta


La infelicidad del deseo



Por José Luís Nunes Martins
publicada el 01 de junio 2013 

Los deseos determinan la felicidad, cuanto menos se la desea, más feliz se puede ser.


El deseo es siempre una falta, una  carencia o una necesidad. Un estado negativo,  que implica un impulso para su satisfacción, un vacío con voluntad de ser llenado.

Toda la vida es en sí mismo un flujo constante de  deseos. Conducir este torrente es esencial para una vida con sentido. Cada hombre debe ser dueño de sí mismo y ordenar sus deseos, intereses y valores, so pena de llevar una vida vacía,   inmoderada e infeliz. Los deseos son enemigos sin valentía ni  inteligencia, dominan por su capacidad de cegarnos y atraernos hacia su abismo.

La felicidad es, por esencia, algo que se siente cuando la realidad sobrepasa nuestras expectativas. La superación de las expectativas, ser feliz, es exceder los límites preestablecidos, así se concluye que cuanto más y mayores fueren los deseos de alguien, menores  serían sus expectativas de felicidad, pues aunque la vida traga mucho…ese mucho es siempre poco para rellenar los vacíos que crea en sí misma.


La sociedad de consumo en que vivimos ha creado cada vez más necesidades. Las naturales y todas las que son producidas artificialmente. Hoy, se generan muchas carencias para que se pueda vender lo que lo que las rellene y anule. Valorar más el tener que el ser es una decisión  tan inconsciente como maléfica, porque arrastra a quien así se comporta, hacia vacíos mayores que el mundo. Los esclavos de sus apetitos se condenan al infierno de la eterna insatisfacción…renuncian a la paz, sustituyéndola por una nada enorme. Cuanto hay en el paraíso…eso es lo que siente quien ama.

El camino para ser feliz pasa por aprender a esperar, permitiendo que el tiempo nos ayude a filtrar los deseos, garantizando que nuestra libertad no se  deja encantar por lo que es pasajero.

Los deseos determinan la felicidad. Cuanto menos desea alguien, más feliz puede ser. Como si los hombres fuesen copas: unos,  a través de los deseos se hacen enormes y exigen cantidades; otros, con sabiduría, se limitan a lo esencial; éstos últimos, aunque la vida sea pobre,  conseguirán fácilmente hacer traspasar los límites; más a los que tienen deseos mayores, aunque todo les sea favorable, es poco posible que consigan
llenarse, y menos aún traspasar el límite…

La pobreza es el test supremo de la felicidad auténtica.

Si la tristeza y la privación no atentan contra lo que somos y queremos ser, entonces estamos en el camino cierto, donde la voluntad de hacer al otro feliz nos conducirá (por incontables escenarios fríos y sombríos) a la fuente de la luz que todo ilumina, calienta y anima...
Siempre en el silencio de la fe de quien sabe esperar.

Todos los hombres desean naturalmente ser felices, pero lo que es necesario para distinguir ese impulso no es más que un desprendimiento de los deseos de lo que es exterior y superficial para concentrarnos en lo que somos, y sentir gratitud por la gratuidad de eso.

¿¡Cuántas veces nuestras palabras, gestos y decisiones no reflejan nuestros valores más profundos!? Es fundamental descubrir en nosotros el lugar de nuestra quietud. Valorar lo que tenemos, en vez de procurar tener lo que se desea…al final, lo que cuenta verdaderamente no es la enormidad de lo que se sueña, sino la calidad de lo que se es.
El hijo pródigo" 

Para ser feliz es preciso camiar nuestro mirar, pensar y sentir. Aprender a desear menos, desear bien, desear el Bien.

Ante el misterio de todo, hay que comprender que la vida es en sí misma una dádiva y, el tiempo que nos es dado, nuestras horas, el mayor de todos los dones…

La vida más que una búsqueda es un encuentro.